Historia reciente, a través del trabajo de nuestros fotógrafos
La exhibición virtual ‘Fotografía y Política: la lucha por la democracia en Panamá’ permite revisar nuestros archivos fotográficos y hablar de tecnología
La exhibición virtual ‘Fotografía y Política: la lucha por la democracia en Panamá’ ofrece una muestra del trabajo que realizaron fotógrafos panameños en un momento muy convulso de la historia reciente. Da la oportunidad además, de revisar qué ocurre con nuestros archivos fotográficos y los usos que podemos dar a las nuevas tecnologías
¿Dónde queda ese museo? Ha sido una de las preguntas que más ha reiterado el público que ha tenido la oportunidad de visitar el sitio fotografiaypolitica.com, que acoge la exhibición virtual “Fotografía y Política: la lucha por la democracia en Panamá”. La respuesta de “ese museo no existe” sorprende a los interesados. Y obviamente, el museo existe, aunque solo en formato virtual. Es un interesante recurso que la tecnología ha ofrecido ante situaciones como la que vivimos, en la cual no es posible reunirnos y que también soluciona el problema de la falta de espacios museísticos o de exhibición que puedan presentar proyectos como este, que nace de la donación de los archivos fotográficos de Marcos Guerra, fotógrafo que documentó las campañas políticas de 1984 y 1989 de Ricardo Arias Calderón, a Teresita Yániz de Arias.
El interés de aprovechar esta colección llevó a Yániz de Arias a contactar a curadora Maylín Pérez Parrado, quien ha estado al frente de la Fototeca de Panamá y en ese momento se iniciaron las conversaciones sobre qué hacer con estos documentos históricos.
“Una de las cosas que Teresita me dijo era que ella no quería hacer un proyecto sobre la obra o la carrera política de Ricardo, sino un proyecto que hablara sobre esa etapa”. Cuenta Pérez Parrado.
Si esta era la intención, consideró la curadora, las imágenes de Guerra no serían suficientes, no por cantidad sino por extensión temática. Junto con la periodista Lineth Del Cid, empezaron a idear la forma de recoger un material que, a todas luces, estaba desperdigado. Arrancó entonces un proceso de investigación, visitar la Biblioteca Nacional, su hemeroteca, revisar archivos, contactar fotógrafos que pudiesen tener algún material de ese entonces. “Esta investigación no partió de imágenes sino de archivos. Veía el archivo, en él había una foto, estaba el nombre del fotógrafo y comenzaba a investigar”, recuerda Pérez Parrado.
Del Cid contactó a algunos fotógrafos con Parrado, algunos de ellos tendrían grandes archivos, como José Ángel Murillo, Alberto Muschett, quien había estado fuera del país, Carlos Guardia, quien falleció hace algunos meses, entre muchísimos otros. “Debí acercarme de forma directa y física porque este un tema muy complicado. Me di cuenta de que cuando hablas de la década de 1980 en Panamá, las personas se cierran”, comenta. No quedaba muy claro para qué estaba buscando ese material una persona que no es panameña —Pérez Parrado es cubana— y que, por su edad, no estaba para nada familiarizada con los hechos que ocurrieron entonces.
“Compré y leí muchos libros, entré en subastas online, empecé a recopilar datos y a fomentar un poco más la investigación. Y a ver fotos. Creo que hemos visto más de 10 mil archivos”, comenta.
Para la selección de imágenes, Pérez Parrado tomó en consideración algunos elementos. “Tuve en cuenta primero que abarcaran diversos fotógrafos, diferentes trabajos; que respondieran al título que tiene la exhibición y que no lo hicieran dentro de una perspectiva agresiva en términos visuales sino de una narrativa que incluyera, sí represión, porque la hubo, pero también una respuesta social, manifestaciones, participación ciudadana a través de multitudes, que incluyeran niños, evitar la fotografía en primer plano porque la intención no es destapar más odio”, explica.
Por último, pero no menos importante, la calidad de las imágenes. Algunos archivos muy dañados no pudieron ser utilizados y se debieron reemplazar.
“Fuimos poco a poco construyendo toda la idea y teniendo en cuenta que cada foto respondiera a un contexto nacional que están establecidos en la sala virtual. Ese fue un gran reto”, cuenta la curadora.
Un enfoque claro
Luego de la recopilación había que tener claro para quién se iba a hacer este proyecto. “Le dije a Teresita que en mi opinión, por la magnitud del proyecto, debía ser en un museo”, afirma. Y se armó un proyecto inicial con unas 150 imágenes, pero se encontraron con una apabullante realidad: los museos no se mostraron interesados en la exhibición. Consideraron otros espacios, sin llegar a tomar alguna decisión. Luego se presentaría la pandemia.
“El trabajo estaba prácticamente concluido yo me decía, ‘tenemos que hacerlo’. Teresita se lamentaba de que no pudiera concretarse el proyecto y que el trabajo se fuera a perder. Yo le dije ‘no, no se va a perder”, recuerda.
En aquel momento le llegó la recomendación de Virtualart Pty empresa establecida en Panamá por Liber Benítez Reinoso y Mónica Martín Villaescusa, quienes al cierre del Taller Articruz, debido a la pandemia, decidieron llevar adelante proyectos variados de diseño, incluyendo gráficas en 3D y 360°.
“Los contacté y decidimos hacer toda esta exhibición virtual con un gran riesgo porque como curadora, nunca había hecho algo de este tipo y la museografía es totalmente distinta”, cuenta.
Debió hacerse una reorganización de la información, pues la que se tenía prevista no era para ser usada en este formato, También hubo que descartar algún contenido, se mantuvieron unas 80 imágenes y algunas debieron ser cambiadas. Este proceso tomó unos dos meses.
Un lienzo en blanco
A diferencia de una galería o un museo, en que los espacios están ya establecidos, en una exhibición virtual se debe partir creando el plano, estableciendo el tamaño de cada uno de los espacios y marcando un recorrido que tenga sentido lógico, aunque el espacio no corresponda a un lugar específico.
“El proceso es muy dinámico”, asegura el diseñador Liber Benítez, “porque hasta después de que se levanta la planta puedes hacer cambios; es la ventaja de la tecnología, no es una estructura real en la que si quieres derribar una pared o alargarla, no lo puedes hacer”.
Partiendo de la cantidad de obra fotográfica se estableció un espacio. Además se incluyeron tres videos y el texto curatorial. Con esos elementos se trabajó el plano básico, después la colocación de la obra y finalmente el terminado: la selección de colores, mobiliario, luces, ventanas, plantas, incluso tomacorrientes y salidas de aire acondicionado.
“A mí no me interesaba que la museografía fuera innovadora, porque realmente lo innovador ya está en lo tecnológico: los renders y las facilidades de navegación, del usuario”, comenta Pérez.
El recorrido
El hecho de que el espacio sea virtual no exime al curador de mantenerse dentro de una serie de reglas que hacen que el recorrido tenga sentido. “Un recorrido expositivo debe empezar de derecha a izquierda, debe tener gráficos de atracción de valores una explicación científica de por qué pones la foto en este lado y no en el otro lado- , tiene que saber entonces, qué es lo que da el valor, el valor lo da la foto, y las fotos tienen que tener cierta intensidad”, detalla.
Aparte de mantener un orden cronológico, la exhibición inicia con fotos lineales, narrativas, fotos que no tienen un impacto visual como sí se van a encontrar a mitad de exhibición.
“El diseño de la exhibición, la orientación de las obras responde en gran medida a las características de las obras. El curador analiza las obras, les otorga un valor que dependerá de elementos como color, perspectiva, intensidad, textura... tú recolectas toda esa información y decides qué quieres despertar en el espectador”, dice. Así como en una narración escrita, con imágenes hay un inicio, un nudo y un desenlace.
Y claro, se requiere de responsabilidad a la hora de manejar acontecimientos históricos que al día de hoy generan incomodidad en algunas personas.
“Estoy consciente de que se trata de una etapa muy convulsa, compleja, en la que todavía queda mucho por sanar. El proyecto no creo que ofenda a nadie, narra una etapa”. Una etapa en la que hubo una gran polarización. No hay textos interpretativos. Las imágenes hablan por sí solas.
“Estoy contenta con el resultado visual de la exhibición, en cuanto a la variedad de imágenes. No creo que haya habido que incluir más nada, sin embargo, me hubiera gustado ahondar más en la situación política en el interior del país. Aunque incluimos algunas fotos de Penonomé, de Colón, Chiriquí, realmente eso lo que me mostró es que la magnitud del proyecto es tan extensa y tan rica, que haría falta extender la muestra”, considera