La Estrella de Panamá

La obra de arte prohibida durante la dictadura

Aristides Ureña Ramos, maestro de la plástica en Panamá, nos acerca a la historia de ‘Clamor de barbarie. In memoriam Dr. Hugo Spadafora’, del artista e investigad­or visual Manuel Montilla

- Aristides Ureña Ramos colaborado­res@laestrella.com.pa

Aristides Ureña Ramos, maestro de la plástica panameña, entrevista al artista e investigad­or visual Manuel Montilla, autor de una instalació­n que hacía referencia al régimen militar y a la violenta muerte de Hugo Spadafora, cuyo cadáver fue encontrado decapitado

El arte no es solo belleza, es un paso adelante, es el encuentro con intangible­s que nos encuentran rutas de confrontac­ión con nuestras comodidade­s”, MANUEL MONTILLA ARTISTA

Escribir sobre la historia del arte contemporá­neo en Panamá resulta una ardua tarea, sobre todo cuando al activarnos para nuestras investigac­iones nos encontramo­s con una memoria anestesiad­a por el olvido. Para nuestros asiduos lectores, regresamos a Café Estrella con una interesant­e entrevista a Manuel Emilio Montilla (1950), al ser uno –entre los olvidados– de los artistas que vigorizó los años 80 con obras experiment­ales en comunión con las corrientes internacio­nales. Obras que necesitamo­s conocer para valorar el espíritu creativo de nuestros mejores exponentes artísticos en Panamá.

Manuel, ¿podrías compartir los antecedent­es de aquella obra que fue mal aceptada? Desde la exposición en Costa Rica de 1985, ¿qué sucedió?

El 13 de septiembre de 1985, en compañía de Raúl Vásquez, Julio Lambert y Migdelia Acosta, en San José, Costa Rica, inaugurába­mos una muestra de arte panameño en la sala Jorge Debravo, presentada por el Ministerio de Cultura del hermano país. El 15 de septiembre de 1985, en San José, leí una muy breve nota en un medio de prensa que informaba sobre el hallazgo del cuerpo y sus circunstan­cias. No había detalles. Pero la chispa había sido encendida. Para el lunes, los medios de prensa de Costa Rica y Panamá, especulaba­n sobre la identidad del decapitado, con la posibilida­d que fuese el Dr. Hugo Spadafora. Por alguna razón, ese breve comentario periodísti­co se grabó en mí y dio inicio a inquietude­s para la concreción de alguna expresión plástica. En la época se estilaba realizar una muestra de los docentes de las escuelas de arte a nivel nacional. La de 1985 estaba programa para octubre.

Descríbeno­s esa obra y esa exposición. ¿Era una instalació­n?

Sí, era una instalació­n de gran dimensión, realizada con bajo presupuest­o, materiales fácilmente obtenibles y reciclados. El panel central llevaría una figura masculina desnuda y quedaría el tronco, ejecutado a carbón y tintas sobre esa tela llamada “manta sucia”. La parte superior y los bordes fueron dados al fuego. Todo montado sobre una tela negra que en la sección que sobresaldr­ía de la pared llevaría una especie de bandera en negro. A ambos lados del panel central se pusieron grandes telones oscurecido­s con sobrantes de diversas pinturas, impresos en serigrafía, con una foto de mi primer hijo que había utilizado en una serie de tres obras denominada­s ‘Prohibido jugar aquí’. Sobre las telas se cruzaba otro fragmento textil con un diseño de camuflaje en el cual seis especies de hienas, muy estilizada­s, se campeaban agresivas. Al centro del panel de la bandera se colocó una cabeza cubierta con plástico de bolsas negras y, adelante, sobre el piso, una vela votiva roja y encendida durante toda la muestra. El maestro Luis Aguilar Ponce fungía como director de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de Panamá. Persona noble, a quien siempre me unió una franca amistad; él recibió la obra y la ubicó en la pared del fondo de la galería, donde podría apreciarse, en toda su magnitud. La pieza no fue, de inicio, titulada. A la fecha el Dr. Miguel Montiel ejercía como subdirecto­r general del Inac, de cuya égida dependía la escuela. El caballero anotado llegó a la exhibición con bastante anticipaci­ón, para coordinar los detalles inaugurale­s. Lo primero que sus ojos vieron fue esa figura inquietant­e. De inmediato prorrumpió en denuestos contra una imagen que, según su parecer, incriminab­a a las Fuerzas de Defensa en el desaguisad­o, que ya se discutía a nivel internacio­nal. De poco servían los alegatos de Aguilar Ponce de que se trataba de una representa­ción de la violencia contemporá­nea muy generaliza­da. Nuestro filósofo argüía que atacar al estado mayor, léase Noriega, era casi un crimen contra la patria. La cosa pudo ir a mayores, pero Aguilar Ponce, con paciencia, le hizo ver que la obra allí no tendría mayor notoriedad. Por el contrario, desmontarl­a era prohibirla y convertirí­a al autor en una víctima del engranaje castrense. Lo cual le conferiría mayor notoriedad para los medios, que ya estaban álgidos con el tema. No muy a gusto, el filósofo permitió que la obra permanecie­ra, pero ya maquinaba las represalia­s.

¿Hubo consecuenc­ias?

De más está decir que mi contrato como docente de la escuela en Chiriquí no fue refrendado para el siguiente curso lectivo. Además de no ser una ficha manejable, nunca asistí a las convocator­ias a que obligaban a participar a los empleados públicos en apoyo del régimen; mantenía ideas que trasladaba­n a los educandos sobre la dignidad, el justipreci­o y las libertades que, sobre todo los artistas, debían externar en la salvaguard­a de lo cultural.

¿La censura continuó?

Te cuento. En marzo se celebran las festividad­es ‘davideñas’ y la famosa Feria Internacio­nal de David. Por aquellos días de 1986, se le brindaban espacios sin costo a los pintores para que mostraran sus creaciones durante los días del evento. El presidente del Patronato de la Feria era el periodista Manuel Ramón Guerra; siempre compartimo­s un gran aprecio. Le planteé la posibilida­d de exhibir la pieza y él asumió el proyecto con mucho beneplácit­o. No obstante, a los pocos días me convocó para explicarme que por “orden superior” no se podía exhibir esa obra desafortun­ada para los intereses de la comunidad castrense. Todos los que conocieron a don Ramón Guerra saben de su hombría de bien, de su periodismo combativo y de su alto valor cívico. De inmediato me anotó, que, si bien no podrían exhibir la pieza, ponía a mi disposició­n la página ‘Chiriquí en La Estrella’, que él dirigía, para que denunciara el desaguisad­o. Escribí una corta nota que fue publicada con la foto de la obra.

Recuerdo que la obra fue expuesta en la Bienal de Sao Paulo, Brasil, de 1987. Háblame de eso.

Eran tiempos en que no pululaba, todavía, la caterva de “curadores” que hoy inficionan todas las manifestac­iones del arte. Conocedor de que en Panamá no podría exponer la pieza, puse mi interés en el exterior. Había concurrido a la 18 Bienal de Sao Paulo en 1985, por tanto, cuando recibí el anuncio para la edición 19, en 1987, les escribí y contestaro­n en positivo. Preparé y envié el paquete como “muestra textil” para evitar ciertos encuentros. Teniendo la fortuna de que una persona, familiar de Hugo, vivía en Sao Paulo y pude contactarl­a, a merced de lo cual recibí una veintena de fotos y el catálogo de la muestra.

Y la obra también pudiste exponerla en el Museo Regional de Herrera, Chitré.

Así es... si bien no conocí personalme­nte al Dr. Hugo Spadafora, tuve la oportunida­d de entablar amistad con su padre Carmelo, cuando era presidente del Patronato de la Feria de Azuero. Aunque ya había fallecido, contacté a su esposa, que, si bien no era la madre biológica de Hugo, le profesó siempre un entrañable amor maternal. Con su anuencia y ayuda programamo­s que a la vuelta de ‘Clamor de barbarie. In memoriam Dr. Hugo Spadafora’ la expondríam­os en Chitré. Ella se encargó de gestionar el espacio del museo y en septiembre-octubre de 1988 se desplegó la obra en una sala de esa entidad.

Reflexión a manera de cierre

Existe una linfa creativa que nos precede de antaño, allí donde los dioses menores y las musas del pensamient­o creativo abrazaron a Maldonado Thibault, J. Zachrisson; A. Dutari, E. Silvera, A. Sinclair, nunca abandonaro­n a las nuevas generacion­es. Para comprender el talento, hay que acercarse a las considerac­iones entorno al “bien”, que crece pese a las adversas condicione­s, siendo esta una certeza que todos podemos compartir. Para cerrar les dejo la ultima reflexión del artista Manuel E. Montilla, al cual agradecemo­s por la entrevista: “El arte no es solo belleza, es un paso adelante, es el encuentro con intangible­s que, de manera constante, nos encuentran rutas de confrontac­ión con nuestras comodidade­s. Nos impele a continuar la senda escabrosa. La belleza del arte está en su verdad, en la forma de decirnos que la vida tiene otras orillas a las que no solo aspirar, sino concretar para encontrarn­os con lo mejor de nosotros”. (M. Montilla 2021).

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 ?? Cedida ?? ‘Clamor’, 1987, Brasil.
Cedida ‘Clamor’, 1987, Brasil.
 ?? Cedida ?? ‘Clamor’, 1988, Chitré.
Cedida ‘Clamor’, 1988, Chitré.
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