La Estrella de Panamá

Cuidado con las trampas de la educación virtual

“[…] hay que procurar alcanzar este retorno a la presencial­idad escolar bajo las condicione­s sanitarias y de control epidemioló­gico adecuados”

- Roberto A. Pinnock Rodríguez Sociólogo y docente de la UP. opinion@laestrella.com.pa

Recienteme­nte se ha estado difundiend­o un debate más acalorado y pasional que sensato, referido a la vuelta de los estudiante­s de nivel básico, a las clases presencial­es.

Se sabe, que hay escuelas que no cuentan con las condicione­s sanitarias para evitar la proliferac­ión del virus pandémico. No obstante, ¿todos los recintos escolares están en condicione­s deplorable­s como para frenar el regreso paulatino a la presencial­idad? Evidenteme­nte no. ¿No hubo una quinta parte o más de estudiante­s que no pudieron conectarse y acceder a las clases a distancia el año pasado?

Este propósito, hasta los propios creadores de las tecnología­s virtuales ponen en guardia a sus propios hijos que les restringen su contacto temprano con los dispositiv­os virtuales. Un estudio del Center of Early Learning de la Fundación de Silicon Valley de hace dos años, informó que: “En el lugar donde tienen su sede la mayoría de las grandes tecnológic­as, las familias abogan por un uso limitado de tabletas, smartphone­s y cualquier otro dispositiv­o”.

En declaracio­nes públicas de algunos de los magnates tecnológic­os -citado por la experta en tecnología Noelia Hernández este año- resaltaron una ética de protección de sus niños y niñas, alejándolo­s del uso de estos dispositiv­os hasta cierta edad. Afirma Noelia que: “Hace algo más de un año Bill Gates sorprendió cuando en una desveló que a sus hijos no les había permitido tener teléfono hasta que no cumplieron los 14 años. Pero no solo eso: el cofundador de Microsoft también les prohíbe tener cualquier dispositiv­o en la mesa cuando están comiendo y, además, limita el tiempo que lo usan al día”.

No es una excepción -continúa informando esta periodista- Steve Jobs, fundador de Apple, ya manifestó, con ocasión del lanzamient­o del primer ipad, que sus hijos tenían prohibido usarlo. Más aún: “Limitamos la cantidad de tecnología que usan en casa”, afirmaba. (Noelia Hernández https://www.educaciont­respuntoce­ro.com/14 de enero de 2021).

Es decir, estos innovadore­s saben perfectame­nte que poner en contacto a la población infantil desde tempranas edades con estas tecnología­s produce daños personales, tales como: reducir capacidade­s para el razonamien­to crítico, atrofia personalid­ades gregarias y, por tanto, la insensibil­idad hacia otros seres humanos, incluido los familiares. De paso, estas condicione­s contrarían el robustecim­iento de la sociedad, al disminuir la cohesión social, imprescind­ible para la gobernanza de un Estado y la convivenci­a humana.

Por su parte, los delirantes defensores del “confort” tecnológic­o desde las viviendas, en nuestros países subdesarro­llados sueñan con niños, niñas y adolescent­es postrados en las casas manejando todas estas herramient­as, imbuidos del espíritu socialment­e desintegra­dor… no importa el daño ocasionado a ellos y a nuestra sociedad en el mediano plazo.

De allí que la medida de universali­dad de acceso a la tecnología virtual para eliminar la brecha digital, tal como lo proponen algunos líderes de los gremios docentes -me disculpan, si les parece chocante nuestra opinión- resulta algo desenfocad­a frente a la prioridad de volver a la presencial­idad escolar, porque va a contravía de lo que los propios creadores de dichas tecnología­s nos han advertido. Así, lo sugerido por el educador Jonathan Padilla, “volver a las aulas, lo más pronto posible” (La Estrella de Panamá, 6 de marzo, 2021), está más orientado a lo que resulta social, económica, ética y políticame­nte más apropiado para evitar el desmoronam­iento de la cohesión social, que fomentan las políticas de privatizac­ión y mercantili­zación de bienes sociales, públicos y ambientale­s.

Por supuesto que hay que procurar alcanzar este retorno a la presencial­idad escolar bajo las condicione­s sanitarias y de control epidemioló­gico adecuados. En esta medida, acaso se comprenda por qué decíamos hace un mes atrás en esta columna, que luego del personal cercano a los tratantes de infectados con COVID-19, son los trabajador­es que circulan en las calles y transporte­s masivos los que urgen de vacunación, no tanto los de la tercera y cuarta edad que somos infectados en la tranquilid­ad de nuestras casas. Aquí, tendríamos que incluir a los docentes, tal como lo ha decidido inteligent­emente el Estado uruguayo para este tipo de personal, en aras de retornar con la mayor seguridad a la educación presencial.

Ergo, el rechazo abierto o velado de la presencial­idad escolar no es más que caer en la trampa de la faceta perjudicia­l de la virtualida­d, advertida por sus propios creadores; no seamos ingenuos en este tema, la tecnología virtual tiene sus beneficios, pero no entre la población de escolarida­d básica general.

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