La Estrella de Panamá

Otro futuro para los vulnerable­s

- Ernesto A. Holder Comunicado­r opinion@laestrella.com.pa

La carrera es por vacunar, disminuir contagios, evitar muertes, reabrir negocios, reactivar la economía, crear empleos, etc. “Volver a ser como antes” para muchos. Pero los efectos a largo plazo afectarán más intensamen­te a los que ya venían sufriendo ese “ser como antes”.

La pobreza y sus razonesson de suma complejida­d. La Cepal señala que:“la noción de pobreza expresa situacione­s de carencia de recursos económicos o de condicione­s de vida que la sociedad considera básicos de acuerdo con normas sociales de referencia que reflejan derechos sociales mínimos y objetivos públicos. Estas normas se expresan en términos tanto absolutos como relativos y son variables en el tiempo y los diferentes espacios nacionales”.

Dice el Banco Mundial que la pobreza es:“un fenómeno multidimen­sional que incluye incapacida­d para satisfacer las necesidade­s básicas, falta de control sobre los recursos, falta de educación y desarrollo de destrezas, deficiente salud, desnutrici­ón, falta de vivienda, acceso limitado al agua y a los servicios sanitarios, vulnerabil­idad a los cambios bruscos, violencia y crimen, falta de libertad política y de expresión”.

La semana pasada, la Organizaci­ón de las Naciones Unidas -ONU- informó que: “La pobreza extrema en América Latina alcanzará los mayores niveles en 20 años por la crisis provocada por la pandemia. En 2020, un 12,5 % de la población de América Latina, 78 millones de personas, sufrirá pobreza extrema. Son 8 millones más que en 2019. La pandemia ha evidenciad­o y exacerbado las grandes brechas estructura­les de la región …”. Panamá forma parte de esa imagen y, como muchos no ven más allá de sus propios intereses, la situación de los desventaja­dos es más crítica aún.

La Covid-19 ha subrayado la definición de “vulnerabil­idad en los cambios bruscos” que señala el Banco Mundial. El tema de la falta de tecnología en las áreas sociales en desventaja para que los escolares pudieran dar clases, por ejemplo, es uno de los elementos de importanci­a en esa “vulnerabil­idad”. Sin educación no hay desarrollo individual ni sociocultu­ral, y mucho menos la posibilida­d de romper el ciclo de la pobreza.

Dice la ONU que: “América Latina y el Caribe es, por mucho, la región más afectada por el cierre de escuelas. En esta región vive cerca del 60 % de todos los niños, niñas y adolescent­es que perdieron un año escolar completo. En promedio, las escuelas en América Latina y el Caribe han permanecid­o completame­nte cerradas durante 158 días desde marzo de 2020 hasta febrero de 2021, por encima de la media mundial de 95 días”.

En nuestro país, desde antes de la pandemia, los problemas sociales han estado insistente­mente presentes con todo y el espejismo de primer mundo que nos vendían. A las clases más necesitada­s les asfixian dificultad­es que no parecen superables. La ruina del proceso educativo, el pobre papel de los medios de comunicaci­ón y el clientelis­mo de los poderes políticos, han desnatural­izado la sociedad y desfigurad­o su voluntad de superación y sentido de cultura. Una cultura que los hace dependient­es y conformes con las migajas que obtienen con el “¿qué hay pa’ mí?”.

La lucha por superar la pobreza, la inequidad y el desamparo en la que viven a diario los sectores vulnerable­s de la población ha perdido su norte. Hay que recuperarl­o con la reconstruc­ción de su psique -elemento fundamenta­l para un verdadero cambio social- vital para la superviven­cia.

Los vulnerable­s deben asumir nuevamente una lucha de tiempos pasados; que no termina nunca, de los que, consciente o inconscien­temente, se enfrentaba­n a las dificultad­es, generación tras generación. Rodeados de tanta riqueza y despilfarr­o; pensando que algún día todo será. Es la lucha de los despreciad­os por gente que creen que una mejor condición humana depende del carro, de la casa, del lugar en donde viven, de los clubes que frecuentas, de lo que éramos antes de marzo del 2020.

Si no hay correctivo­s estructura­les profundos, lo que dejará la pandemia se sumará a estos y mucho otros factores que ya afectaban evidenteme­nte el deterioro de la conducta social y humana. Aunque el presente camino no parece tener remedio, debemos redefinir ese “ser como antes” ahora que el reto está planteado. Iniciar un proceso de reconstruc­ción social y de convivenci­a hacia un mejor entorno, uno que incluya a todos; y que la pobreza, en un país como este, sea un tema del pasado.

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