La República, de baja por la pandemia
En Panamá llevamos un año ya desde que el Ejecutivo rompió el orden constitucional ordenando un toque de queda y restricciones de derechos fundamentales. La enorme mayoría de la población lo soportó y hasta validó al inicio, por el miedo que nos daban las imágenes que veíamos de China y del norte de Italia. Pero me temo que el haber consentido pasivamente en la supresión de los derechos ciudadanos, nos va a costar caro a la postre -como ya nos está costando. El Estado de derecho en Panamá no era demasiado robusto antes de la pandemia. Ya era débil. Pero con la pandemia la situación ha devenido insostenible. Me temo que ha llegado el momento de contemplar una asamblea constituyente, porque los órganos llamados a ejercer de contrapeso al Ejecutivo, son solo una fachada.
Ya he expuesto en este mismo espacio el porqué la declaración de “estado de emergencia”, el toque de queda y las demás medidas restrictivas de derechos fundamentales son inconstitucionales (vid. “El toque de queda es inconstitucional”, La Estrella de Panamá, 22.06.2020). Pero la Corte Suprema
de Justicia ha dejado muy claro que es una institución inoperante. No han podido dejar más clara su negativa a atender las múltiples demandas de inconstitucionalidad, de nulidad y amparos de garantías constitucionales que fueron incoadas por múltiples ciudadanos, contra las arbitrariedades generadas por aquel rompimiento del orden constitucional dado en marzo de 2020 con la excusa de combatir la pandemia de coronavirus.
La Asamblea Nacional tampoco ha cumplido su papel constitucional de ejercer contrapeso al Ejecutivo. Quizás no hay tanta decepción allí, pues desde hace años nuestro Órgano Legislativo se encuentra casi totalmente desprestigiado (y el “casi” lo coloco solo por aquello del beneficio de la duda).
La supresión de libertades, los atropellos, las muestras de Estado policíaco, no han sido exclusivas de Panamá durante la pandemia. Tampoco han sido exclusivas de países latinoamericanos ni de países en que tradicionalmente las instituciones de garantía frente al poder del Estado son débiles. Los atropellos se han dado incluso en países europeos, Canadá y en gran parte de los Estados Unidos de América, países que normalmente asociamos con fuerte Estado de derecho y respeto a los derechos ciudadanos. Sin embargo, desde hace ya varios meses, se observa en Europa y EUA un cambio de tendencia, con movimientos ciudadanos fuertes en reclamo de las libertades ciudadanas y contra los continuos encierros.
El Ejecutivo ha aprovechado la pandemia para inflar la planilla estatal a más de 362 000 empleados. Esto, mientras en el sector privado se han perdido cientos de miles de plazas de trabajo. La situación es insostenible. Me temo que gran parte de la razón por la que la población se ha mantenido pasiva hasta ahora, esté en las moratorias. Pero las moratorias terminarán, pues no se pueden seguir extendiendo. ¿Qué ocurrirá cuando decenas de miles de familias panameñas comiencen a recibir notificaciones de demandas por lanzamiento por mora en alquiler, y embargos de casas y otras propiedades?
El manejo de la pandemia fue desastroso. Por más que el Gobierno intente maquillarlo, al final no tuvimos ni salud ni economía. Pero, además, han quedado completamente desnudados los llamados órganos de control. En particular, la Corte Suprema ha quedado muy mal, más aún de lo que ya estaba. Ha demostrado estar completamente plegada al Ejecutivo. Y cuando usted tiene eso, usted ha dejado de tener una república.
No sé si la constituyente sea la solución. Siempre he sido sumamente suspicaz de los cánticos de constituyente. Las experiencias latinoamericanas indican que, con demasiada frecuencia, los procesos constituyentes terminan arrojando constituciones peores que aquellas a las que reemplazan. El mayor peligro con una constituyente es que resultemos con una en que el poder del Estado quede expandido, en lugar de constreñido. Y cuando el Estado expande poderes, necesariamente esto viene a costa de una reducción de las libertades y derechos de los ciudadanos.
La constituyente es una espada de doble filo. Con un proceso constituyente, nos puede salir muy mal la jugada y terminar como la hermana Venezuela. Es un camino lleno de riesgos. Sin embargo, ya no veo otra opción para Panamá. Nuestro Estado ha dejado de ser un Estado de derecho. La pandemia solo ha servido para acelerar un proceso de degeneración institucional que ya se venía dando desde hace años. Me temo que el camino por el que ya vamos como país, es uno que inexorablemente, si no hacemos nada los ciudadanos, nos llevará al despeñadero.