¿Somos los trabajadores dueños de la CSS?
Comúnmente escuchamos algunas consignas de activistas sindicales que afirman que la “Caja de Seguro Social (CSS) es de los trabajadores”. Esto, casualmente, lo estuvimos comentando días atrás, en un evento formativo en el Instituto José del Carmen Tuñón (Central Nacional de Trabajadores de Panamá), a propósito de los acontecimientos de la realidad nacional y de los diálogos y cuasidiálogos acerca del seguro de IVM.
¿Es esta institución realmente de los trabajadores o solo una consigna de agitación? Si esta es la verdad, entonces en el diálogo official -pareciera caminar hacia reafirmarse como cuasidiálogo- debería haber una más tupida participación de las distintas expresiones de la clase trabajadora del país.
Esa consigna nos llevó a otra interrogante, a saber: ¿al hablarse de la clase trabajadora, de quién se está hablando? En la práctica, nos hemos encontrado con el evento de que activistas sindicales solo incluyen a los empleados que son asalariados por el Estado o la empresa privada. Una distorsión acerca de identificar quiénes son los que integran la clase trabajadora.
También, suele ocurrir que se reconocen otros segmentos de la clase, por ejemplo, a los mal llamados “trabajadores informales” o subempleados/as visibles o invisibles. Menos frecuente es que se reconozca a los “micro” y hasta “pequeños” empresarios, que lo único que tienen de empresario es que aparecen como dueños de algunos medios de su actividad, pero que no son realmente titulares en su propiedad; los bancos tienen más posesión sobre estos medios, que ellos/as mismos. Igual de infrecuente es la convicción de que los campesinos -amén de los agricultores comerciales de pequeña escala- hacen parte de otro destacamento social de la misma clase. A pesar de ello, aunque se tenga alguna noción de que esos diversos segmentos sociales pertenecen a la misma clase social, lo que sí resulta inverosímil para unos y otros es la idea de que todos esos grupos de la sociedad panameña tienen un vínculo con los fondos de los seguros que esta administra.
Pues bien, tómese el caso del campesino Amado y de Zedileth, la vendedora de empanadas y lotería (clandestina), obligados a la tecnología cellular, se gastan una tarjeta de $10.00 cada seis y diez, respectivamente. Allí pagan un impuesto y ese tributo va al erario. Por otro lado, está Deyanira, con su fondita, quien diariamente compra víveres para preparar los platos que le compran los transeúntes en la vía y los amigos de la constructora de la barriada que están edificando en la comunidad. Como todos los demás consumidores, Deyanira está pagando en los víveres, artículos para la limpieza del local y demás, la porción de la cuota patronal que el empresario tuvo que pagar a la CSS. El empresario, lo trasladó a sus bienes y servicios vendidos.
Siendo esto así, Deyanira, “microempresaria” -que en tanto depender más de su capacidad de trabajo, resulta ser una trabajadora y no una empresaria como le hacen creer- está contribuyendo a la financiación del fondo del seguro de vejez (IVM) y de salud (Enfermedad y maternidad).
Por otra parte, vemos que el Gobierno, a veces sí, a veces no, paga su cuota patronal. ¿Y después de todo, de dónde sale ese fondo? Lo usual es que lo obtiene del tesoro público. Esto es, de las recaudaciones de impuestos y otras rentas. Entonces, cabe decir que allí va una porción de las contribuciones de Amado el campesino y de Zelideth la “Trabajadora informal”, con cada tarjeta telefónica y otros servicios y bienes que consumen. Por ende, ya no solo es la población empleada o asalariada la que contribuye con la financiación de la institución; también son las Deyanira, las Zelideth y los Amado, los que contribuyen al sostenimiento de los seguros sociales.
En tal sentido, las mesas de diálogos y cuasidiálogos deberían estar mostrando otra composición, con una mayor densidad de las expresiones sociales que son contribuyentes de los seguros que solo una parte de la clase trabajadora está aprovechando. Vendría a bien que esta parte relativamente más organizada de la clase trabajadora compartiera esta visión con aquella población algo alejada de las luchas por los seguros sociales y se atrajeran hacia sus ámbitos de acciones comunes. La lucha para solventar las crisis de los seguros sociales, muy probablemente sería menos desgastante y más alentadora de lo que ha sido hasta ahora.