Costa Abajo, a la sombra del clientelismo y el oportunismo
Lamentablemente, uno de los males congénitos de la democracia representativa latinoamericana es el clientelismo político, que se aprovecha de las desigualdades socioeconómicas, para instaurar una especie de relación feudal: “fidelidad a cambio de protección”. Este modo particular de intercambio entre grupos de electoreros y politiqueros, mantiene sus raíces más nocivas vivas, en Costa Abajo.
Es indudable que el clientelismo político con todos sus pseudónimos regionales o locales, como mal congénito de la democracia latinoamericana, ha sido una constante y es coetáneo, aún. De hecho, el intercambio de favores por votos que se desprende de esta praxis clientelar se arraigó como folclore sufrágico en Costa Abajo de Colón. Politiqueros oportunistas del distrito de Chagres han logrado instaurar nocivas estructuras relacionales, al acaparar en cada pueblo a las familias más numerosas.
Ahora, ante el temor a la pobreza, una forma de familismo amoral parece estar incubándose en Costa Abajo, como garantía de seguridad familiar y como una suerte de antídoto contra la indiferencia gubernamental. Sin embargo, quienes quedan fuera de estas estructuras relacionales clientelistas, siguen siendo duramente lacerados por la pobreza y el olvido. Así, este peligroso intercambio extraoficial se apresta a perpetuar en el poder a políticos farisaicos.
Frente a este escenario, la unidad de los ediles que representan los distintos pueblos del distrito de Chagres, es la principal ausente. Hoy, para nadie es un secreto que el Concejo Municipal se ha convertido en zona de matraqueo. El más oportunista de sus concejales, desde la pasada gestión, ha venido aprovechando la maleabilidad de sus copartidarios y no copartidarios, para obstaculizar la gestión del burgomaestre.
Esta búsqueda malsana de protagonismo ante sus aspiraciones políticas, a expensas de la ralentización socioeconómica y cultural del distrito, es reprochable. Y por si dudan, pregúntenle al representante del Guabo, sobre el pase de factura que está recibiendo por su hipócrita atisbo de populismo, al reclamar las miserables bolsas solidarias que se repartieron en el sector, el pasado 8 de enero de 2021.
Con gran tristeza, hay que decir que, históricamente, todos estos ediles farisaicos, que han nacido y crecido en estos pueblos, conocen mejor que nadie las necesidades más acuciantes de los mismos. Aún así, han preferido servir a la corruptela partidista oligarca, creando estructuras clientelistas para beneficio propio, de familiares, amigos y allegados. La buena noticia es que, por lo menos, uno o dos, prefieren los proyectos para sus comunidades que dinero en sus bolsillos.
En suma, es evidente que el clientelismo político y el oportunismo que llevan a la práctica algunos hijos del terruño (ediles) socava la conciencia colectiva del campesinado costeño. Pues, su horror a lo bajo, les ha hecho olvidar que “el pueblo constituye el Estado y no debe nada a sus gobernantes, que son servidores, escribientes o mensajeros de la voluntad popular” (Rouquié, A. 2011).
Ni el presidente, diputados, alcaldes ni mucho menos los representantes son nuestros jefes, ni tenemos que andar con zalamerías, vitoreándoles o rindiendo pleitesías. El pueblo es el que da y quita poder; las pleitesías y cuentas nos las tienen que rendir ellos a nosotros. La historia universal ha registrado, en innumerables veces, que cuando los campesinos unidos se levantan contra las injusticias; las estructuras gubernamentales se derrumban.