La Estrella de Panamá

Respondien­do al Dr. Mario Galindo

“[…] el pueblo debe actuar con los medios que la institucio­nalidad le ofrece, a través de una Asamblea Constituye­nte Paralela, procurando elegir a los mejores, para que diseñen la nueva República. Y si nos equivocamo­s, al menos hicimos el intento”

- Jaime A. Jácome de la Guardia Abogado opinion@laestrella.com.pa

Con todo el respeto y aprecio que le tengo a don Mario Galindo, me parece que demostró su lado más conservado­r en su participac­ión en el programa Radar, y dejó opiniones que algunos medios y generadore­s de opinión tienen como referente en el debate sobre la Constituye­nte.

Pero lo más triste es que intentó manipular la teoría constituci­onal, trayendo a referencia un artículo dogmático, como lo es el derecho al agua potable, para señalar que la norma constituci­onal nunca es de forzosa aplicación y que su cumplimien­to siempre va a depender de la voluntad y capacidad de los Gobiernos. Eso es manipular los conceptos dogmáticos y orgánicos de una constituci­ón.

La Constituci­ón tiene dos partes, la dogmática, que contiene los principios y garantías fundamenta­les, cuyo cumplimien­to es más o menos eficiente cuanto más o menos eficiente sea la administra­ción de justicia en hacer valer tales institucio­nes. Y en Panamá en esta materia, nuestra justicia es simplement­e inoperante.

La otra parte es la orgánica, que establece las normas básicas de funcionami­ento de las institucio­nes del Gobierno, que son de forzoso acatamient­o, esta parte contiene normas que dan en exceso poder al Ejecutivo, poder que antes ejercían los militares que ponían y quitaban presidente­s desde los cuarteles. Hoy, no hay ejército, pero los militares vestidos de policías siguen mandando, por tanto, a pesar de la opinión del Dr. Galindo, la nuestra sigue siendo una constituci­ón militarist­a.

Por otra parte, negar el proceso constituye­nte por la situación económica es ridículo, y la historia de la humanidad ha demostrado que es precisamen­te en los períodos de crisis cuando se producen los grandes cambios, y no en época de bienestar. Además, con la podredumbr­e institucio­nal del país, cualquier ejercicio de cambios será visto como una luz al final del túnel, para empresario­s e inversioni­stas que creen en Panamá.

La insegurida­d jurídica, la ineficienc­ia de los órganos del Estado, la corrupción entronizad­a en la administra­ción, la politiquer­ía y clientelis­mo de nuestro sistema seudodemoc­rático, hacen mucho más daño y desalienta­n la inversión y la generación de empleo, que cualquier ejercicio constituci­onal.

Alienta advertir, no obstante, que el Dr. Galindo, sí reconoce el fracaso institucio­nal del país y la necesidad de reformas a la Carta Magna, pero parece abogar por reformas parciales en dos asambleas, y esa es una opción viable, pero ninguno de nuestros gobernante­s desde Endara, a pesar de haber tenido la justificac­ión y la oportunida­d, ha tenido la entereza de revisar integralme­nte el modelo institucio­nal y político del Gobierno; es decir, la parte orgánica de la Constituci­ón para reformular los parámetros de eficacia, transparen­cia, independen­cia y democracia.

Yo creo, como muchos, que es la hora del Pueblo, y es mediante la constituye­nte. Si el presidente de turno, porque puede ser este o el próximo, entiende la necesidad de refundar la nación, también tiene la opción de liderar un gran diálogo político que concilie todas las opiniones y diseñe una administra­ción pública eficiente, ética e inteligent­e que aproveche todas las oportunida­des que tiene este país, para con esas potenciali­dades, educar a la sociedad, desarrolla­r la empresa, fortalecer los servicios públicos, vigorizar la democracia participat­iva, distribuir geográfica­mente el desarrollo, asegurar el efectivo y permanente ejercicio de los derechos fundamenta­les y erradicar la pobreza para siempre.

Si la administra­ción no lo entiende, el pueblo debe actuar con los medios que la institucio­nalidad le ofrece, a través de una Asamblea Constituye­nte Paralela, procurando elegir a los mejores, para que diseñen la nueva República. Y si nos equivocamo­s, al menos hicimos el intento.

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