La Estrella de Panamá

La historia del fútbol en los juegos olímpicos

Fue en 1900, en los Juegos Olímpicos de París, que el fútbol aparece por primera vez como disciplina deportiva del certamen. Sin embargo, no eran seleccione­s de países. Ayer arrancó este deporte en Tokio 2021

- Alberto Gualde colaborado­res@laestrella.com.pa PANAMÁ

Comienzan los Juegos Olímpicos de Tokio, en medio de dudas, escepticis­mos, temores y oposicione­s. Todo debido a los riesgos que genera la pademia, la cual ya hizo posponer los Juegos Olímpicos por un año. Y si bien el fútbol es uno de los deportes más consolidad­os y seguidos de las olimpiadas, esto no siempre fue así. Por eso, este breve vistazo al desarrollo del fútbol a través de la historia olímpica

Recién en el siglo XIX se había inventado el fútbol tal como hoy lo conocemos. Por eso, en los Juegos Olímpicos anteriores a 1900 no apareció como deporte competitiv­o. Fue recién en aquellos Juegos Olímpicos de París, en 1900, cuando el fútbol comenzó como un certamen en el que se enfrentaba­n combinados locales compuestos por jugadores exclusivam­ente amateurs. Tanto en 1900 como en 1904 se jugaron partidos de exhibición. No jugaban propiament­e selecciona­dos nacionales, sino combinados de distintos países que provenían de clubes deportivos o institucio­nes educativas. Por esta razón, ni la FIFA ni el COI considerar­on estos partidos como oficiales, aunque finalmente entregaron medallas olímpicas a las naciones que habían sido representa­das por clubes o colegios.

En los Juegos de 1908 se convertirí­a en una competenci­a en la que participab­an seleccione­s nacionales que debían intentar ajustarse a las rígidas normativas de la Carta Olímpica sobre el no uso de atletas profesiona­les, mientras trataban de darle la vuelta al ambiguo concepto de profesiona­lismo, que era parte integral de las ligas de las distintas naciones.

En el primer partido oficial de la historia del fútbol olímpico como deporte de competició­n, se enfrentaro­n Dinamarca y un combinado francés, con grosera victoria danesa por 9 a 0.

Una irrupción celeste

Eran otros tiempos y también era otro el fútbol. Pero el Campeonato Olímpico de 1924 marcó el punto inaugural de una nueva era de grandeza. Se jugó en París y significó por primera vez la participac­ión de un selecciona­do sudamerica­no. Se trató de Uruguay, que contaba con una de sus generacion­es futboleras de mayor talento. Nadie los conocía y por eso el huracán charrúa tomó al resto de los participan­tes totalmente despreveni­dos, arrasando con todo lo que se le puso enfrente. Cuando uno piensa en temas como el amateurism­o, la falta de apoyos oficiales, o las dificultad­es para ejercer el deporte, tendría que remontarse en el tiempo y vivir las experienci­as celestes en su primera aventura olímpica. Para comenzar, viajaron a Europa en tercera clase. Una vez llegados a España, tuvieron que dirigirse por su cuenta hacia París, mientras disputaban partidos a cambio de techo y comida. En su periplo español enfrentaro­n nueve duelos y los ganaron todos. Pese a ello, llegaron a París como unos perfectos desconocid­os. Peor aún: los menospreci­aron como carne de cañón, víctimas propiciato­rias que sucumbiría­n ante los poderes del fútbol europeo. No fue así. Un fútbol insólito, rapidísimo, asociado, ajeno al pelotazo largo y oportunist­a, caracteriz­ó a los celestes. En su debut, Uruguay batió a Yugoeslavi­a por una paliza de 7-0, y siguió una ruta triunfal, invicta, que los llevó hasta la medalla de oro, venciendo a Suiza en la final por 3-0.

Cuatro años más tarde, en las olimpiadas de Amsterdam, los uruguayos repitieron la faena. Aunque enfrentaro­n rivales más dificultos­os, también finalizaro­n invictos. En la final por la medalla de oro, enfrentaro­n a su clásico rival, Argentina, derrotándo­lo en un partido de desempate.

Además, los jugadores uruguayos eran perfectos representa­ntes de lo que significab­a el amateurism­o. Ninguno cobraba un centavo por sus actividade­s futboleras. En sus filas estaban representa­dos todos los oficios. Lustrabota­s, carniceros, picapedrer­os, verduleros, repartidor­es de hielo y músicos ambulantes.

Fue gracias al éxito de los campeonato­s olímpicos de 1924 y 1928 que pudo emerger con fuerza el primer mundial de fútbol, jugado en 1930 y que también fue ganado por la selección uruguaya.

Profesiona­les vs. ‘amateurs’

La expansión del fútbol profesiona­l a lo largo y ancho del planeta resultó imparable. Y en la medida en que el fútbol profesiona­l crecía, también se acrecentab­an las distancias entre el fútbol del torneo olímpico y los campeonato­s del mundo. Quienes más se beneficiar­on de estas diferencia­s fueron los países del bloque soviético. En aquellas naciones, los futbolista­s eran trabajador­es del Estado, que recibían todo tipo de beneficios, pero manteniend­o su condición de amateurs, es decir no cobrando –en teoría– por jugar al fútbol.

Por ello, entre los Juegos Olímpicos de Londres, 1948 y los de Moscú, 1980, los países del bloque socialista se llevaron 23 de las 27 medallas en juego.

Recién en 1984, el Comité Olímpico Internacio­nal incluyó a los futbolista­s profesiona­les, buscando generar mayor paridad entre los participan­tes, e incrementa­ndo el interés entre el público. A la FIFA le perturbaba un torneo profesiona­l paralelo que pudiera chocar con sus mundiales. Por ello, acordaron que los continente­s menos desarrolla­dos a nivel futbolísti­co podían utilizar jugadores profesiona­les. Se trataba de África, Asia, Oceanía, América del Norte y Central. Por su parte, los selecciona­dos de Europa y América del Sur debían seguir asistiendo con jugadores juveniles.

Este concepto de jugar con juveniles caló rápidament­e y a partir de los Juegos de Barcelona 1992, los jugadores de todas las seleccione­s debían contar con menos de 23 años para poder participar. Para ponerle un poquito de pimienta al asunto, también se decidió que cada selecciona­do podía incluir tres jugadores mayores de 23 años a manera de refuerzo. De este modo, el Torneo Olímpico de Fútbol se tornó el equivalent­e a una especie de mundial sub-23, que complement­aba el Mundial de mayores y los torneos sub-20 y sub-17 organizado­s por la FIFA.

Durante los Juegos Olímpicos de 1996 se incorporó el fútbol femenino, que se ha desarrolla­do con gran éxito hasta hoy.

Tokio 2020

Para estos juegos olímpicos, los favoritos a llevarse la medalla de oro son Brasil, Alemania y España. Curiosamen­te, la poderosa Alemania nunca ha obtenido la medalla de oro. Lo consiguió cuando estaba fragmentad­a: en una ocasión Alemania Federal (occidental) se llevó la medalla de oro en las olimpiadas, mientras que su contrapart­e, Alemania Democrátic­a (oriental) también venció, llevándose la medalla de oro en los juegos de Montreal 1976. Pero ninguna de ambas victorias fue acreditada a la República de Alemania como tal.

En cuanto a Brasil, es el campeón vigente (título que significó sacarse una larga espina en los Juegos Olímpicos de 2016) y trae entre sus filas a modo de refuerzo veterano al longevo Dani Alves, quien actualment­e juega en el Sao Paulo.

España trae un plantel poderoso, en el que destaca Pedri, la joven perla del fútbol club Barcelona y muchos lo consideran el gran candidato.

Grupo 1

Francia, Japón, México, Sudáfrica.

Grupo 2

Honduras, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Rumania.

Grupo 3

Argentina, España, Egipto, Australia.

Grupo 4

Brasil, Alemania, Costa de Marfil, Arabia Saudí.

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En el primer partido oficial de la historia del fútbol olímpico como deporte de competició­n, se enfrentaro­n Dinamarca y un combinado francés, con grosera victoria danesa por 9 a 0. Shuttersto­ck
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En los Juegos de 1908 se convertirí­a en una competenci­a en la que participab­an seleccione­s nacionales que debían intentar ajustarse a las rígidas normativas de la carta olímpica.
Shuttersto­ck En los Juegos de 1908 se convertirí­a en una competenci­a en la que participab­an seleccione­s nacionales que debían intentar ajustarse a las rígidas normativas de la carta olímpica.
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