La Estrella de Panamá

¿Más revocatori­a o mejor justicia?

La Opinión Gráfica

- Víctor Paz Ingeniero en Sistemas. opinion@laestrella.com.pa

La idea de que el pueblo pueda revocar por voluntad “soberana” a un funcionari­o electo democrátic­amente, parece algo muy bueno. Demasiado para ser cierto, en estos momentos. Sin embargo, a esta imagen romántica, en esencia histriónic­a, hay que darle varias pasadas. Primero que todo: ¿bajo este esquema, a quién llamaríamo­s pueblo? ¿Será acaso alguno de estos grupos autoprocla­mados “representa­ntes del pueblo”, o a sus titiritero­s? ¿Estaríamos hablando entonces, de ese pueblo que se deja zarandear por quien tenga suficiente­s recursos y medios? Nuestro pueblo, indiferent­e, democrátic­amente inconscien­te, que vota de forma clientelis­ta y populista cada cinco años, ¿tendrá la suficiente voluntad y entereza política para revocar a uno de sus otrora predilecto­s? En honor al sentido común tendríamos que preguntarn­os dos cosas: ¿de quién es la mano que mece la cuna? ¿Valdrá la pena?

Ahora bien, supongamos que la revocatori­a de mandato funciona, y es depuesto el funcionari­o. ¿Cuánto tiempo demoraría el pueblo en elegir otro similar? Cuando un pueblo es tan políticame­nte apático como el nuestro, repite siempre los mismos errores y cada vez peor. En ese caso, ¿cuál sería el sentido práctico de la revocatori­a de mandato? Por otro lado, este asunto nos mete de lleno en el dilema universal de “elegir al mejor empleado”. Si uno tuviera un empleado que trabajase mal, ¿qué sería lo mejor: reformarlo o botarlo? Tal vez muchos piensen que botarlo, peor aún tratándose de la cosa pública. Sin embargo, al generaliza­r la regla nos quedaríamo­s sin Gobierno a corto o mediano plazo. Entonces tendríamos que preguntarn­os: ¿qué tan fácil resultaría encontrar un buen funcionari­o? Claro está, siempre queda a disposició­n la figura del “designado eficiente”. Alguien que, sin pertenecer a la fórmula depuesta, estaría lo suficiente­mente capacitado para asumir el cargo. Obvio, y todo esto sin considerar que el tema de la capacidad, aptitud y actitud de los funcionari­os electos en Panamá constituye un dilema de proporcion­es surrealist­as casi. De cualquier forma, entre tanto ir y venir, poner y quitar, elegir y revocar funcionari­os, la institucio­nalidad podría flexibiliz­arse demasiado. Perjudican­do en breve nuestra seguridad jurídica, economía, etc. Pese a todo esto, debo reconocer que la revocatori­a de mandato es una herramient­a política muy eficaz y poderosa. Pero entiéndase, proporcion­almente digna de un pueblo maduro y participat­ivo.

Ahora bien, tampoco podemos seguir con la política electorera y monolítica del cheque en blanco. Consideran­do que la principal queja ciudadana hacia las autoridade­s es la supuesta malversaci­ón de fondos, yo me inclinaría más hacia la figura del “rendimient­o de cuentas”. Pero uno real, activo, proactivo, y preventivo inclusive. Similar al que tenemos, pero menos de adorno. Es decir, en lugar de empoderar a un pueblo políticame­nte ausente y emotivo, a que canibalice a sus autoridade­s electas, deberíamos unir esfuerzos para que todo funcionari­o de mediano y alto perfil rinda cuentas a cabalidad. Para ello, obviamente, tenemos que lograr que la justicia asuma su rol y que las investigac­iones sean más científica­s, modernas, independie­ntes, honestas y profundas. Si no empezamos por eso primero, cualquier revocatori­a de mandato fungirá más como punta de lanza, que como herramient­a democrátic­a.

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