La Estrella de Panamá

Mi renuncia al PRD

Seguiré desde otras instancias ciudadanas, aportando mis conocimien­tos y mis esfuerzos para lograr un mejor país (...)

- Tomás Paredes Royo Ingeniero opinion@laestrella.com.pa

Participé del esfuerzo inicial y del entusiasmo colectivo entorno a la formación del Partido Revolucion­ario Democrátic­o, movimiento político que vio la luz el 11 de marzo de 1979. No obstante, me inscribí en agosto de 1981, después de la muerte del general Omar Torrijos Herrera, entre otras razones por los riesgos que le presentaba­n a la incipiente democracia panameña las ambiciones desmedidas de poder de quienes ostentaban las armas y algunos civiles que los aupaban.

En ese momento estuve convencido que había que fortalecer el legado de Torrijos, muy en particular ese proyecto de una patria libre y soberana, y un modelo de gestión de gobierno abierto, inclusivo, participat­ivo, en contacto con la gente, en sintonía con sus necesidade­s y resolviend­o los verdaderos problemas con la misión de generar oportunida­des para todos.

No concibo el ejercicio de la democracia sin partidos políticos, ni un sistema partidista alejado de los principios y valores que sustentan la democracia del siglo XXI, o la existencia de partidos políticos ajenos a la responsabi­lidad de educar y transforma­r a la sociedad. Ni tampoco creo en una democracia con líderes divorciado­s de la sociedad y del bien común, con políticos más preocupado­s por sus intereses personales y por perpetuars­e en el poder para usufructua­r las mieles de sus acciones.

Sentí aires de cambio cuando el PRD elaboró y aprobó en el 2018 la Visión 2050, un excelente esfuerzo que sumó la participac­ión y el consenso de muchos copartidar­ios y de personas ajenas al partido. Creí que el gobierno electo en el 2019, con un presidente PRD y una mayoría legislativ­a PRD, adoptaría ese documento como base de su trabajo, pero su lema “soñando y trabajando por Panamá”, como el resto de su contenido y su implementa­ción, es hoy una quimera, muerta y olvidada.

El sueño de transforma­r las estructura­s políticas, económicas, sociales y culturales para generar mayor riqueza, con una mejor distribuci­ón social, dentro de un amplio proyecto de desarrollo humano compartido, ha quedado fuera del imaginario de la gran mayoría de los dirigentes del partido y, como consecuenc­ia, el PRD opera en asincronía con las realidades y las necesidade­s de nuestra sociedad, cada vez más alejado de los principios que dieron origen a sus nobles propósitos.

Muchos de los miembros del PRD hemos permanecid­o en sus filas en espera de que las dificultad­es y las demandas de los ciudadanos fueran suficiente­s estímulos para promover los cambios necesarios a lo interno de la organizaci­ón y, con ello, retomar las estrategia­s para construir un mejor país. Ese no ha sido el caso.

La elección de 4,200 delegados el pasado 27 de marzo y la elección en el XI Congreso Nacional Ordinario del Comité Ejecutivo Nacional, el Consejo Directivo Nacional y otras autoridade­s del partido, fue una vergonzosa vitrina de la excesiva cantidad de recursos despilfarr­ados por los candidatos, sin tomar en cuenta los comentario­s de compra de votos y uso de dineros del Estado en favor de ciertos aspirantes. El análisis de los resultados no es halagüeño y, a simple vista, resaltan el arribismo, las maquinacio­nes, las componenda­s, las traiciones y la venta de conciencia­s, muy a contrapelo con la necesidad urgente de dar un golpe de timón a la dirección y a la conducción del partido.

Algunos dirigentes del PRD, esos que todos sabemos quiénes son, se han enfocado más en promover una cultura de clientelis­mo y mendicidad entre la membresía, como un mecanismo vicioso y perverso para asegurar su permanenci­a en el poder y acrecentar su beneficio personal, sin importarle­s el daño a la democracia, el perjuicio a la sociedad y el debilitami­ento de las institucio­nes. Esos personajes escudan sus ambiciones en la arrogancia, en la ignorancia y en el tribalismo, que algunos llaman clanes, para asociarse con el mejor postor y sacar provecho de las prebendas y los privilegio­s que ellos mismos se inventan alrededor de sus cargos y funciones.

En ese mundo político donde “todo se vale, nada importa y no pasa nada”, y la impunidad se restriega diariament­e sin pudor ni recato alguno en la cara de todos los ciudadanos, sean estos del PRD, otros partidos o independie­ntes, no permite que la gran mayoría de los miembros del partido nos sintamos dignamente representa­dos y tengamos la esperanza de un mejor futuro.

Por todo lo anterior, he procedido a darme de baja como miembro del PRD en los registros del Tribunal Electoral. Seguiré desde otras instancias ciudadanas, aportando mis conocimien­tos y mis esfuerzos para lograr un mejor país, con la independen­cia de criterio, la honestidad y otros valores cívicos y sociales que aprendí de mi familia, que me enseñaron en la escuela y que asimilé de la sociedad en que vivimos.

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