Cobrar por servicios
“No importa si se consigue adelantar una cita médica o aprobar un puente, quien acepta coima delinque y es un ladrón”
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Con gusto le atiendo su trámite; deme sus documentos y siéntese. En un ratito le traigo listo todo”. ¿Ha escuchado estas palabras al solicitar alguna medida o permiso en una entidad? Siempre surge alguien que maneja todos los callejones enrevesados de la burocracia para “aligerar” los tiempos, sacar a los individuos de la fila y, sobre todo, recibir alguna compensación por los favores brindados.
En tribunales y corregidurías les llamaban tinterillos, tipificación que se extendía a todos los que hacían estas diligencias y quienes, gracias a la confianza o a algún “salve”, podían resolver los más intrincados asuntos, gestionar “habeas corpus” y obtener todo tipo de permisos, autorizaciones y hasta salvoconductos.
El aspecto común de esta práctica es que, siempre, el individuo gestor tenía “contactos” dentro de las instituciones. Así lograba favores, gracias a que él también era generoso con los empleados, a quienes tenía muy bien satisfechos, sobre todo en la fecha de sus cumpleaños y hacia final de año, cuando se tiene acostumbrado, en la cultura navideña, a entregar regalos, reconocer apoyos y asistencias que se hubieran dado durante el año.
Por lo general, se paga a quien da el beneficio, a través de la coima. Margarita Vásquez Quirós la define en el Diccionario del español en Panamá, como el “dinero que se da u ofrece para sobornar a un funcionario”. Es una palabra muy extendida en América Latina y cuya vigencia se remonta hasta otras épocas. Es quizás la demostración más evidente de la corrupción y es un vicio muy apetecible entre quienes ejercen el poder o fragmentos de él.
Esta especie de tributo por acciones para derivar una ayuda o asistencia, corresponde a un concepto tan antiguo que se registra en múltiples relatos. Se dice que es un término de origen portugués y sinónimo de multa.
En La fascinante historia de las palabras, de Ricardo Soca, se cuenta que tal término “llegó al Virreinato del Río de la Plata en el siglo XVII, al comienzo para referirse a la ‘paga del garitero’, y en la actualidad se usa con el significado de ‘gratificación o dádiva que se da a quien facilita un negocio’.”
Agrega el autor que “La palabra lusitana proviene del latín “calumniare”,
“calumniar o acusar”, pasando por el portugués arcaico “cooymhar”, “tomar testimonio de una falta punible”.” Por tal razón el verbo “coimear”, que, según la académica Vásquez es pasar dinero “… por debajo de cuerdas...”, transitó de ser una declaración, a una entrega discreta del beneficio monetario por actuar para que alguien logre alguna aprobación en las instituciones o empresas.
Es curioso cómo evolucionó desde el significado de multas por declaraciones de una acusación falsa, como establece el Diccionario de la Real Academia Española, hasta el americanismo de “dádiva con que se soborna”; “mordida”, dicen en México a esta costumbre, tan establecida entre quien tiene la potestad de modificar una disposición.
Un tribunal en Panamá declaró recientemente la culpabilidad de un juez municipal del distrito de Chepo por aceptar dinero por facilitar certificados de matrimonio. Para tal fin, hubo que hacer un operativo con agentes encubiertos. En otro caso, circuló un video de un agente de tránsito en el cual, de manera más abierta, daba el servicio de llevar a sus “víctimas” al cajero automático y que allí extrajeran el efectivo para pagarle.
Es un nivel de gestión donde hay mucho cohecho. Hubo una persona que ejerció una posición y se le conocía popularmente como “10 por ciento”.
El asunto adquiere proporciones desmesuradas cuando se trata de grandes proyectos, pues intermediarios o individuos intervienen en favor de alguna de las partes para que sea aprobada determinada oferta por encima del desarrollo normal de la licitación.
No importa si se consigue adelantar una cita médica o aprobar un puente, quien acepta coima delinque y es un ladrón.
La Opinión Gráfica
“El asunto adquiere proporciones desmesuradas cuando se trata de grandes proyectos, pues intermediarios [...] intervienen [...] para que sea aprobada determinada oferta por encima del desarrollo normal de la licitación”