La Estrella de Panamá

El verdadero problema

“[...] son las institucio­nes las que frenan, limitan y protegen a los ciudadanos de caer en un infierno, y son estas institucio­nes donde los ciudadanos deben enfocarse en cambiar, no a los hombres que les gobiernan”

- José Jauregui Economista opinion@laestrella.com.pa

Un discurso que se repite continuame­nte y que parece estar diseñado para educar a las personas, basado en que “hay que saber votar”, como fórmula para terminar con los problemas que viven los países, en realidad es un discurso de autoengaño que denota el desconocim­iento del origen del problema; lo cual no importa, pues, aun teniendo a los mejores ciudadanos, educados, racionales y con el conocimien­to perfecto de las personas que pueden elegir, esto no es garantía de que al final sean los mejores gobernante­s los que nos gobiernen.

“Si los hombres fueran ángeles, el Gobierno no sería necesario”, esto diría Madison sobre la naturaleza del hombre y el poder, pero pasó por alto algo que es importante y que vale resaltar y es que, si los incentivos que tiene el Estado están hechos para pervertir, corromper y crear privilegio­s para un grupo, esos mismos ángeles podrían llevarnos sin más dificultad a un totalitari­smo. Por ende, debemos entender que el problema no se trata de los hombres, sino de las institucio­nes.

Las institucio­nes no nacen de un hombre o Gobierno, son el origen de una construcci­ón de abajo (sociedad) hacia arriba (Estado) por medio de la prueba y error, basadas en acuerdo mutuos, libres y voluntario­s entre individuos dentro de una sociedad. Creadas en un orden espontáneo hacia un interés de protegerse y proteger a los demás y por el otro lado, como mecanismo de cooperació­n e integració­n para lograr sus fines individual­es mediante medios comunes, donde prevalezca la igualdad ante la Ley y se respeten la vida, propiedad y libertad de las personas. Es así como tenemos diferentes institucio­nes, como el lenguaje, las costumbres, el dinero y las leyes.

La razón del verdadero problema actualment­e de los países no es de hombres, sino de institucio­nes. Institucio­nes que, para el caso de América Latina, han sido heredadas, donde estas institucio­nes fueron diseñadas de arriba (Estado) hacia abajo (sociedad) por el Imperio español. Estas institucio­nes carecían de una igualdad ante la Ley, acuerdos libres y voluntario­s. Donde el Estado era el rey, y por ende las leyes se creaban en base a sus caprichos, y privilegio­s otorgados a una minoría que rodeaba al poder. Creando así en la sociedad incentivos negativos, que buscaban su propio interés a costa de una parte de la sociedad. Al independiz­arse las colonias de ultramar, lograron ser repúblicas con sus propias constituci­ones, leyes y costumbres. Pero en mayor o menor medida, la herencia de las institucio­nes se mantuvo intacta, pocos fueron los países que cambiaron las institucio­nes, perpetuand­o así la desigualda­d ante la Ley, y las violacione­s sistemátic­as a la propiedad privada, el Estado de derecho y la libertad individual.

Es así como América Latina ha estado asediada bajo Estados centraliza­dos, abultados y coactivos que terminan usando su poder para mantener y dar privilegio­s. Estos incentivos negativos pueden seducir a personas con voluntad y buenas intencione­s, convirtién­dolas en persona incompeten­te, corrupta y peor aún, en un adorador del poder que termine llevando a la sociedad a un sistema autocrátic­o, como dicta el proverbio: “El camino al infierno está lleno de buenas intencione­s”.

Es así como vemos un país como Panamá lleno de zonas especiales, zonas francas, incentivos y exoneracio­nes que solo generan privilegio­s para un grupo reducido, pero poderoso del sector empresaria­l, que obstruye el proceso de destrucció­n creativa, como bien mencionó Schumpeter, mediante proteccion­ismos, aranceles y leyes que terminan limitando la competenci­a y con ello se ve reducida la libertad empresaria­l, la productivi­dad y competitiv­idad llevándono­s a un estancamie­nto económico. Por otro lado, la sociedad civil comienza a generar privilegio­s y beneficios a costa del Estado, mediante organizaci­ones sin fines de lucro, asesorías, subsidios, empleos públicos y contratos de distintos tipos que generan dentro de los individuos un incentivo a preservar las institucio­nes y privilegio­s impuestos por el poder que permiten preservar sus zonas de confort, generando fricciones dentro de la sociedad.

Pero, así como se dice que las drogas destruyen a las personas, el poder y el acercamien­to al poder acaban pervirtien­do a las personas, sus principios e ideales. De aquí nace la frase de Lord Acton: “El poder tiende a corromper, pero el poder absoluto corrompe absolutame­nte”. Esta es la verdadera razón de la caída o degeneraci­ón que se observan dentro de América Latina, donde, acompañado del altruismo y el sentimenta­lismo, las personas siguen pensando que es una cuestión de personas con voluntad y no de institucio­nes.

Al final solo vemos cómo una parte de la sociedad se beneficia a costa de la otra, convirtién­dose así en una sociedad que vive del saqueo. No importa cuánto un político hable sobre voluntad, planes de Gobierno y acciones loables. No importa a quién vote, seguirá existiendo el clientelis­mo, la corrupción, privilegio­s y el incremento de la coacción del Estado sobre las libertades individual­es.

Difícilmen­te el estado actual de los países puede generar acuerdos libres y voluntario­s para sanear las institucio­nes dentro de la sociedad, permitiend­o al orden espontáneo diseñarlas de abajo hacia arriba para establecer los medios comunes que respeten las libertades individual­es y haga a todos iguales ante la Ley. Al final, son las institucio­nes las que frenan, limitan y protegen a los ciudadanos de caer en un infierno, y son estas institucio­nes donde los ciudadanos deben enfocarse en cambiar, no a los hombres que les gobiernan.

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