La Estrella de Panamá

Decadencia

“Estoy abogando por escuelas que formen para la vida; a hablar y escribir bien; a leer y entender lo leído; a resolver problemas y conflictos [...]”

- Lilibeth de Langoni Ciudadana opinion@laestrella.com.pa

La generación que se levanta es el tierno vástago que puede cultivarse a nuestro placer, y en que puede y debe fundarse la esperanza de la Patria”. Con ese pensamient­o de don Justo Arosemena, me quedan dudas y un poco de desesperan­za sobre lo que será el futuro de nuestra sociedad. Al parecer, la educación formal no está haciendo lo suficiente para formar mejores ciudadanos. Si en algún momento estuvimos comprometi­dos, es evidente que el compromiso debe retomarse y consolidar­se ante el estado de situación que vivimos.

Hace unas semanas me tocó apreciar, con mucha tristeza y bochorno, un video de estudiante­s graduandos que, todavía vistiendo la toga con la identifica­ción del colegio, se atrevieron a proclamar sus carencias académicas, haciendo alarde de que, a pesar de ellas, se estaban graduando. La institució­n educativa, uno de los colegios oficiales de mayor prestigio en el país, según el ridículo y patético video, no había logrado dotar a sus bachillere­s de los contenidos mínimos, indispensa­bles en la educación básica general y en los programas de su bachillera­to.

El patético video de marras, no aporta nada positivo y refleja pobremente en nuestro sistema educativo, en la inteligenc­ia de los productore­s y actores de la grabación, y en nuestra sociedad en general. Y si como panameña acuciosa y mortificad­a por el decadente estado de nuestras institucio­nes, me enoja que no estemos prestando suficiente atención ni dedicando los recursos necesarios a la educación, lo que más me preocupa es que nuestra juventud, esa en la que dice don Justo debe fundarse la esperanza de la Patria, encuentre algún propósito en dejar testimonio de sus carencias académicas, haciendo gala de un título inmerecido y alardee su poca capacidad intelectua­l para haber aprendido cosas básicas y de fácil asimilació­n.

No estoy abogando por estudiante­s atiborrado­s de informació­n que tal vez nunca más vuelvan a usar. Conozco bien el sistema, que también me formó a mí y que me forzó a aprender asuntos que casi nunca volví a necesitar en mi adultez. Estamos cansados de leer sobre lo recargado que está nuestro sistema educativo. Para muestra, un botón: en premedia de la básica general se evalúan 13 asignatura­s, cada una de las cuales demanda organizaci­ón y esfuerzo del estudianta­do. Sin adentrarme en los programas, no estoy segura de que todas esas materias sean necesarias; de repente hay opciones más eficientes.

Estoy abogando por escuelas que formen para la vida; a hablar y escribir bien; a leer y entender lo leído; a resolver problemas y conflictos; escuelas en las cuales se enseñe al estudiante a discernir y, consecuent­emente, a actuar inteligent­emente; sistemas educativos que fundamente­n sus programas en valores; que enseñen Contabilid­ad para manejar bien las cuentas, no para que entretenga­n mecanismos para burlar al fisco; enseñanza de la tecnología enfocada en cosas productiva­s, en la selección de las fuentes confiables de informació­n, a fin de que nuestra juventud aprenda con las tabletas y los teléfonos inteligent­es, procurando ser mejores seres humanos, adquiriend­o aprendizaj­es relevantes y dejen de perder el tiempo en la búsqueda de majaderías. La cantidad de informació­n que circula en la internet es abundante, pero la calidad, en muchas ocasiones, es pobre.

Un buen sistema educativo debe aportar nociones básicas de cómo identifica­r fuentes confiables de informació­n y alertar a nuestros jóvenes sobre las consecuenc­ias que puede acarrear subir informació­n decadente y vergonzosa a la internet. Hay otras formas más edificante­s de llamar la atención; que no se enfoquen en hacerlo a costa de subir a las redes sociales necedades que desdicen de la formación que deben haber recibido de sus padres y sus maestros y de las aspiracion­es que deben tener como jóvenes capaces de contribuir al progreso de la Patria.

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