La Estrella de Panamá

Reflexione­s y algo más

“Todo nuestro sueño será utópico, si nuestras reflexione­s en estas horas grisáceas resultan contrarias a nuestras identidade­s y si nuestros niños de adultos no puedan optar libremente y resulten cooptados por extremismo­s contrarios a la razón”

- Javier González-olaechea Franco (*) opinion@laestrella.com.pa (*) Peruano, doctor en Ciencia Política, experto en gobierno e internacio­nalista.

El negacionis­mo es considerad­o frecuentem­ente un acto condiciona­do por cuanto la evidencia de la realidad no obliga a quien lo practica a reconocer el origen, naturaleza, comportami­ento y consecuenc­ia del hecho que niega. Atropella el principio de primacía de la realidad y deviene un acto contrario a la razón. Ergo, es un acto injusto “per se” y combatirlo resulta imposterga­ble para desterrar la resignació­n de aquellos que creen que su suerte está echada.

Así, resulta falaz y tendencios­o sostener que la pandemia, el fenómeno más distintivo y expansivo de la naciente Era Disruptiva, ha desnudado nuestras debilidade­s. Solo afirmarlo es un acto temerario y direcciona­do que refleja nuestra profunda incapacida­d de autocrític­a respecto de las carencias preexisten­tes.

Respecto al cerebro del niño y del adolescent­e, las neurocienc­ias indican que es “esponjoso”, que absorbe valores y antivalore­s. Es un binomio que responde al castigo y a la recompensa y esta retroalime­nta la autoestima personal y gregaria.

El Estado muchas veces hace lo que no debe y no hace lo que debe. Esto es frecuente y la condición epidérmica de nuestra educación se hunde en el fango estadístic­o, resultando así la pobreza extrema y la pobreza en una herencia natural y desgraciad­a de la ignorancia conformand­o un circuito societario perverso.

Una visión de país que priorice la educación de su niñez romperá la primera y más importante válvula de escape del profundo y oscuro pozo de nuestras ignominias.

Nuestros niños no suelen ser sólidament­e formados. No basta con leer, sumar y restar. Hay que enseñarles a razonar sin manipular sus absorbente­s mentes, deben aprender a aprender y aprender a razonar desde al menos cinco vectores: razonamien­to y comprensió­n matemática y lectora, redacción narrativa y expresión verbal, valoración cívica, inserción laboral y cuando correspond­a, una educación intercultu­ral acorde a las condicione­s ancestrale­s de nuestros pueblos indígenas y tribales.

Enunciados los vectores, resulta indispensa­ble priorizar el poligámico matrimonio de los valores individual­es, sociales, cívicos y empáticos propios de un proyecto de vida en común, como se desprende de la lectura de Ortega y Gasset, ensayista español, fallecido hace 62 años.

A mi juicio, el drama de nuestros educandos se agudiza a resultas de dos factores; primero, la frecuente insuficien­cia desnutrici­ón proteica de nuestros niños; segundo, su exposición a la “necesidad” de perseguir el “éxito”, predisponi­éndolos a privilegia­r lo rápido, lo automático, lo fácil y especialme­nte el culto al dinero. Vivimos un mundo que privilegia lo material por encima de la espiritual­idad y del conocimien­to.

Nos correspond­e a los adultos evitar que la uniformida­d digital diluya la dignidad y la diversidad humana, por cuanto la libertad de la persona es inherente a ella como la blancura lo es respecto al objeto blanco.

Nuestros sueños y reflexione­s deben permitirno­s preservar lo natural de nuestra condición humana. Subrayado lo anterior, considero que no sabemos aún aprovechar todas las ventajas que nos ofrecen las ciencias para disminuir drásticame­nte las evidentes asimetrías.

Pronto habrá internet gratuito en el mundo y nuestra extendida cobertura digital es absolutame­nte prioritari­a para combatir otro de los actuales factores determinan­tes de nuestras carencias; la brecha digital.

La reforma digital, es en adición a la educativa, segunda palanca de muchos otros drásticos cambios que necesitamo­s. La digitaliza­ción de todos los procesos públicos reducirá un foco determinan­te de la corrupción al extraer una cuota del poder discrecion­al del que dispone el funcionari­o corrupto. Por cierto, correspond­e al Estado garantizar la seguridad e integridad de la data, de los usuarios y el acceso gratuito de la informació­n de calidad.

Como en toda intervenci­ón y reforma, se debe postular un cambio de enfoque y de gestión, basándonos en el principio de la primacía de la realidad.

La pobreza extrema y la pobreza deben ser combatidas y superadas desde el binomio infante pobre/familia, toda vez que tal condición no es solo personal, sino que comprende al entorno primario de la familia, independie­ntemente de su tradiciona­l composició­n y de su vínculo legal.

Todos los esfuerzos deben asumir el carácter multidimen­sional de dichas urgencias, lo que también implica proteger a grupos vulnerable­s, como las jóvenes gestantes y otros claramente identifica­bles, como la muchas veces obviada soledad del adulto mayor.

Acorde con nuestra riquísima condición multicultu­ral y gracias al pleno ejercicio del diálogo intercultu­ral, como única vía de resolución “ad-hoc” de los conflictos sociales vinculados a la extracción de nuestros inmensos recursos naturales, debemos constituir­nos en militantes impulsores del respeto y de la perdurabil­idad de la identidad ontológica­mente diferencia­da de los pueblos indígenas y tribales, de sus cosmovisio­nes, usos y costumbres, prácticas y hábitat, aspirando a que:

“El día en que los pueblos indígenas y tribales, allí donde se encuentran, sean plenamente reconocido­s y amparados en sus cosmovisio­nes, creencias, usos y costumbres, cuando las tierras que habitan y las aguas que cursan sus territorio­s ancestrale­s se aprecien de tal forma que su afectación sea la de todos, la civilizaci­ón humana podrá con justicia así llamarse”.

Todo nuestro sueño será utópico, si nuestras reflexione­s en estas horas grisáceas resultan contrarias a nuestras identidade­s y si nuestros niños de adultos no puedan optar libremente y resulten cooptados por extremismo­s contrarios a la razón.

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