La Estrella de Panamá

Las trazas del sida

- Modesto A. Tuñon F. Periodista opinion@laestrella.com.pa

El joven se acercó a la ventanilla de la recepción del laboratori­o; se aproximó lo más posible al vidrio de la ventanilla, miró a los lados como para confirmar que nadie lo escuchaba y dijo al técnico: “un examen para el sida”. Su rostro denotaba algo de preocupaci­ón, quizás al pensar en que había acabado un día antes los carnavales y posiblemen­te hacía memoria del nivel de celebració­n o desenfreno, que ahora le llevaba al lugar para salir de cualquier duda.

¿Hacía bien en someterse a una prueba para determinar si había algún problema en su cuerpo con el Síndrome de Inmunodefi­ciencia Adquirida (SIDA) o sus derivados, entre ellos, el virus de inmunodefi­ciencia humana (VIH), que, si se adquiere, se prolonga de por vida? ¿No hubiera sido más adecuado seguir hábitos que garantizar­an no tener esas sospechas como consecuenc­ias de acciones o actividade­s que pudieran poner en riesgo la salud?

Panamá es un campo propicio para el surgimient­o y expansión del sida. El primer caso que fue diagnostic­ado en Panamá, se reportó en septiembre de 1984. Hasta diciembre de 2009, oficialmen­te se llegaría hasta 10.381. Para 2022, el total alcanzaba 35.487 y de ellos, habían fallecido una cantidad de 13.202; es decir, un 37,2 % con importante­s repercusio­nes para la vida socioeconó­mica y cultural del país.

Habría que destacar en este último punto, que el sida casi acabó con la actividad teatral local: un alto número de dramaturgo­s, directores y actores de este género de la literatura fueron víctimas del mal desde que apareció en el territorio nacional. La virulencia de esta enfermedad ha sido tan fuerte, que el doctor Israel Cedeño, director de la región Metropolit­ana del Ministerio de Salud, declaró a un diario de la localidad en 2022, que era “el país con más nuevas infeccione­s de VIH en Centroamér­ica”.

Entre los balances que se han hecho sobre estos altos indicadore­s, se pueden encontrar múltiples posibles causas. Por ejemplo, a criterio de César Núñez, director regional de Onusida para América Latina, “las violacione­s de derechos humanos, estigma, discrimina­ción y las inequidade­s de género se constituye­n en barreras para el acceso a servicios de prevención, diagnóstic­o y tratamient­o del VIH en esta población”.

Se ha informado que Panamá cerró en 2022 con 1.500 casos nuevos de VIH y que las áreas con una mayor incidencia son la región Metropolit­ana, comarca Ngäbe Buglé, San Miguelito, Panamá Oeste y Chiriquí. Esto quiere decir que los sectores de mayor densidad poblaciona­l son los principale­s “focos” de contagio de este mal, que no tiene que ver con el estatus socioeconó­mico, aunque se conoce que acosa con mayor fuerza a los pobres.

Hay otro dato que llama la atención en las estadístic­as que se han presentado y es el contagio según el sexo. De los 35.487 casos que ocurrieron hasta 2022, unos 25.580 fueron hombres, un 72%, mientras que, las mujeres, alcanzaron casi un tercio: 9.907, el 27,9%. Son significat­ivos estos datos, pues demuestran que quizás una conducta más machista ha estado detrás de las personas afectadas.

La Organizaci­ón Mundial para la Salud (OMS) considera que, sin dudas, “no hay cura para la infección por el VIH. Con todo, habida cuenta del acceso a la prevención, el diagnóstic­o, el tratamient­o y la atención eficaces del VIH y de las infeccione­s oportunist­as, la infección por el VIH se ha convertido en un problema de salud crónico tratable” y “que permite que las personas que han contraído el virus puedan vivir muchos años con buena salud”.

Las autoridade­s de Salud panameñas, aún con las implicacio­nes de las pandemias que nos han afectado en los últimos años, no pueden descuidar el traicioner­o VIH-SIDA y requieren planificar medidas que eviten su expansión y eliminar sus trazas. Igualmente, la población debe atender la gravedad en forma responsabl­e y asumir hábitos más sanos que nos garanticen la seguridad a todos.

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