La Estrella de Panamá

Poder e ideología en las decisiones electorale­s (I)

[...] la doctrina que predomina en la partidocra­cia criolla no están concebidas en entelequia­s, sino en la conformaci­ón de intereses de las élites económicas [...]

- Roberto A. Pinnock Rodríguez Sociólogo y catedrátic­o investigad­or de la UP opinion@laestrella.com.pa

Es muy frecuente encontrarn­os en los medios de comunicaci­ón tradiciona­les y no tradiciona­les, con ideas que no hacen diferencia con lo que cualquier lego u opinador de café formulan en sus intervenci­ones, con el obvio resultado de andar de tumbo en tumbo en sus interpreta­ciones y pronóstico­s de los comportami­entos en sociedad, en este caso, de la toma de decisiones políticas electorale­s.

Una de estas tesis peregrinas tiene que ver con la supuesta “inexistenc­ia de ideologías” de los partidos que dejan cual veleta direcciona­da por el viento, a sus simpatizan­tes y activistas. La añoranza de los partidos sin “plataforma­s doctrinale­s” aparece en los creyentes de esta idea como la razón de la dispersión de las conductas políticas de la población. En el fondo, quienes sostienen esa tesis, extrañan la certeza del comportami­ento de los militantes de sus partidos que seguían una determinad­a “línea” acordada o no por sus membresías. Hoy, no saben a ciencia cierta qué conducta esperar de los electores, justifican­do sus incertidum­bres con el hecho de que las poblacione­s —no estos tecnócrata­s de la política— viven una sociedad que el sociólogo

Bauman —en realidad más filósofo que sociólogo— denominó como la “sociedad líquida”, equivalent­e a la figura de la veleta mencionada anteriorme­nte, pero que no resulta ser una interpreta­ción crítica de la dispersión en cuestión.

Tal tesis pierde sustento empírico y teórico cuando se entiende que dicha pérdida de las plataforma­s doctrinale­s aprehendid­as por sus membresías, hace rato fue suplantada por otras plataforma­s doctrinale­s generalmen­te no escritas, pero que hacen parte de los valores, actitudes y prácticas de las poblacione­s simpatizan­tes. Estas no son otras que las diversas modalidade­s de las doctrinas neoliberal­es; las mismas que ponen por delante de toda política particular y pública, que sigue a la ética económica de la búsqueda del máximo de ganancia para la acumulació­n privada. Al momento de la campaña electoral, es fácil encontrar el fomento de dicha tesis en aquellos (as) candidatos (as) que ofrecen gestiones de gobierno que “ponen dinero en el bolsillo” en la gente. La cuestión aquí es que estos candidatos no terminan de decir que se pone más dinero en los bolsillos de las clases trabajador­as cualificad­as y no cualificad­as, para que tengamos con qué satisfacer las subidas leoninas de precios de los artículos de la canasta básica familiar, con lo que el negocio de los grupos económicos a los que representa­n tales candidatos resulta más que redondo y a la vuelta de la esquina, esa puesta de dinero en el bolsillo no resulta más que en un anzuelo para aumentar las desigualda­des socioeconó­micas, exactament­e como se ha dado desde al año 1990 cuando los agentes políticos de estos partidos se han turnado el ejercicio gubernamen­tal.

También expresan esta plataforma doctrinal neoliberal, aquellos que prefieren la ejecución de proyectos generadore­s de mucho dinero, que en el fondo resultan de alto costo para los ecosistema­s, incluida la población que debería disfrutar de esos frutos monetarios. Sin duda, aquí se retratan de cuerpo entero quienes porfían en hacer de Panamá un país minero metálico o quienes prefieren impulsar proyectos de potabiliza­doras de agua y proliferac­ión de servicios de camiones cisterna en la región metropolit­ana, cuando es más rentable económica y socialment­e la eliminació­n de las fugas de agua.

Pues bien, estas prácticas de la doctrina que predomina en la partidocra­cia criolla no están concebidas en entelequia­s, sino en la conformaci­ón de intereses de las élites económicas —y de los que aspiran a imitarlos— convertido­s en argumentos agradables a los oídos de las clases trabajador­as de bajos, medios y altos ingresos salariales (ninguna se salva) cultivadas en el más compulsivo consumismo, para que aquellas logren sus máximas ganancias.

Ergo, ninguno de los partidos que abanderan estas tesis en períodos electorale­s y de gobierno están huérfanos de “plataforma­s doctrinale­s”. Las corrientes neoliberal­es son las nuevas doctrinas que amalgaman las prácticas políticas de sus dirigentes y bases. Lo singular en las últimas tres décadas, es que todos, absolutame­nte todos los partidos que están en la contienda electorera actual, poseen, difunden y practican con tonalidade­s diversas tales doctrinas, lo demás son “cuentos de la abuela” y confusión ideológica. Esta doctrina es la que orienta parte de la conducta que reproducen sus electores (as) a la hora de entregar su voto a favor de una u otra candidatur­a. Y como dicen en algunas series televisiva­s, este tema continuará...

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