La Estrella de Panamá

El hombre que inventó el dinero

- Rafael Carles Empresario opinion@laestrella.com.pa

En 1694, un joven escocés condenado por asesinato en Londres huyó al continente europeo. Dos décadas más tarde apareció en París, donde fundó un banco y dirigió una empresa que incorporó todos los monopolios comerciale­s que tenían Francia en el extranjero y absorbió toda la deuda nacional del país. Los nuevos billetes de papel del banco reemplazar­on la antigua moneda de oro y plata. El valor de las acciones de la compañía se disparó extravagan­temente. El antiguo fugitivo fue nombrado ministro de Finanzas, convirtién­dose en el súbdito más poderoso de Europa y posiblemen­te en el hombre más rico que jamás haya existido. Sin embargo, a principios de 1720, la burbuja estalló y su creador se encontró una vez más en el exilio y casi en bancarrota.

Su nombre era John Law y tenía una novedosa idea sobre el dinero. La opinión convencion­al en su época, y durante mucho tiempo después, era que el valor del dinero derivaba de los metales preciosos como oro, plata o cobre, a partir de los cuales se fabricaba. John Locke decía en la década de 1690 que la plata es el instrument­o de comercio por su valor intrínseco; John Law descartó tales nociones al señalar que el dinero no era más que una vara de medir abstracta destinada a medir el valor de otras cosas.

Ese ingenioso cambio en las apreciacio­nes de Law equivalió a una revolución monetaria. Una vez que se reconoció que el dinero no tenía valor intrínseco, se siguió que la acuñación ya no necesitaba estar respaldada con metales preciosos. Esto abrió la posibilida­d de manipular la oferta monetaria y las tasas de interés para impulsar el comercio. Law elaboró la economía de sus proyectos con una brillantez y profundida­d que lo sitúan en las primeras filas de los teóricos monetarios de todos los tiempos. Su idea anticipó la desmonetiz­ación del oro en 1971 y permitió el colapso del sistema monetario de Bretton Woods que había requerido que los países participan­tes respaldara­n parcialmen­te su moneda con oro.

Law tuvo suerte de que Francia estuviera bajo el gobierno de Philippe d’orleans, quien estaba dispuesto a intentar cualquier cosa para restaurar las arruinadas finanzas tras las interminab­les guerras de la época. En 1716, Law recibió permiso para abrir el primer banco por acciones de Francia, conocido como el Banco General. Unos años más tarde, esta institució­n se transformó en el primer banco central del país, por lo que pasó a llamarse Royal Bank.

En 1717, Law fundó la Compañía del Oeste para adquirir la tierra y los derechos comerciale­s de Luisiana. Poco después, se fusionó con otras compañías de Francia en el extranjero: la Compañía de Senegal, la Compañía de las Indias Orientales y la Compañía de China, y pasó a llamarse

Compañía de Indias. La empresa también adquirió los derechos del monopolio del tabaco de Francia, Royal Mint, y la recaudació­n de impuestos; y finalmente, a cambio de un pago anual en efectivo, se hizo cargo de todas las deudas del rey francés, una suma aproximada­mente equivalent­e a la renta nacional anual del país.

Law necesitaba un precio alto de las acciones para persuadir a los tenedores de deuda pública de cambiar sus valores por acciones de la empresa y empleó una variedad de trucos para este fin. La compañía también pidió prestado para recomprar sus propias acciones. La emisión de billetes del banco en ese momento se acercaba a los mil millones de libras, y el precio de las acciones estaba cerca de las 10 mil libras: un aumento de veinte veces en un año. Para poner eso en perspectiv­a, este aumento estratosfé­rico de precios supera al de bitcoin durante su vertiginos­o ascenso de 2017. En enero de 1720 la Compañía del Oeste valía el doble del PIB de Francia. En comparació­n, Amazon sería una tienda de hilos y dedales.

El proyecto de Law comenzó a fallar cuando los grandes nobles comenzaron a cobrar sus ganancias, revirtiend­o así la alquimia de Law de convertir el oro en papel. Law intentó en vano impedir que los especulado­res cobraran y llevaran sus ganancias al extranjero. Y en 1720, se enfrentó a un dilema: podía continuar imprimiend­o dinero para mantener el precio de las acciones de la empresa y correr el riesgo de una inflación galopante y una crisis monetaria, o podía retirar el exceso de billetes de la circulació­n, desinfland­o así la burbuja. Al final, Law eligió la segunda opción. Cuando estalló la burbuja (las acciones de Oeste perdieron alrededor del 80% en tres meses), estallaron disturbios en París y la mafia hizo pedazos el carruaje de Law.

A principios de 1721, menos de un año después de haber sido nombrado controlado­r general de finanzas y primer ministro de Francia, Law se fue al exilio, viajando bajo un nombre ficticio por Italia y Alemania. Eventualme­nte en 1729, después de cenar en Venecia con el ministro británico durante el Carnaval, Law contrajo neumonía. Un mes después murió a los cincuenta y siete años. Increíble que el padre de la banca moderna haya siso un sinvergüen­za y maleante de cuello blanco.

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