Mujer (Panama)

La lucha por evitar el embarazo adolescent­e

Las cifras de madres adolescent­es en el Istmo son alarmantes, acompáñano­s a revisar las causas y retos de esta problemáti­ca social.

- MACARENA BACHOR macarena.bachor@epasa.com @Maquibacho­r

María Kris tiene 20 años. En el 2016, logró terminar la escuela secundaria, que había dejado a sus 15, cuando cursaba tercer año de secundaria y se enteró de que estaba embarazada.

La joven decidió convertirs­e en bachiller gracias al centro Las Claras, de la Fundación Voces Vitales, un lugar en la comunidad de Felipillo que tiene como meta ayudar a las niñas y adolescent­es que hayan quedado embarazada­s y desertado de su escuela para que puedan terminar sus estudios, estabiliza­rse psicológic­amente, conseguir trabajo y reintegrar­se a la sociedad para así generar un aporte al país.

María, quien era menor de edad cuando quedó embarazada, en ese entonces tenía una pareja tres años mayor. “Era un muchacho que vivía por mi casa, mi mamá no sabía. Me dio mucha pena cuando me empecé a sentir tan rara y no quería decirle nada a ella. El momento de contárselo fue muy doloroso, ella se largó a llorar. Al principio, no sabía ni cómo reaccionar, es algo muy difícil”, relata María.

Cuando le pregunté si tenía conocimien­to acerca de los métodos anticoncep­tivos, respondió afirmativa­mente. “Sí tenía conocimien­to, pero en realidad pedir un condón en una farmacia me resultaba raro, no creía que nadie me fuera a vender algo así, ni tampoco inyectarme, creo que me daba pena”. Actualment­e, María trabaja en la Bolsa de Valores de Panamá, gracias al bachiller en Contabilid­ad que logró conseguir al graduarse del centro. El próximo 26 de septiembre se conmemora el Día Mundial de Prevención del Embarazo no Planificad­o en Adolescent­es, precisamen­te para evitar que se repitan historias como las de María.

La tasa mundial de embarazo adolescent­e se estima en 46 nacimiento­s por cada 1,000 niñas, mientras que las tasas de embarazo adolescent­e en América Latina y el Caribe continúan siendo las segundas más altas en el mundo, estimadas en 66.5 nacimiento­s por cada 1,000 niñas de entre 15 y 19 años. Cifras solo superadas por las de África subsaharia­na, según indica el informe “Aceleració­n del progreso hacia la reducción del embarazo en la adolescenc­ia en América Latina y el Caribe”, presentado por la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud (OPS) y la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), en febrero de 2018.

Un problema culturalme­nte complejo

Se estima que 16 millones de niñas, entre los 15 y 19 años, dan a luz anualmente, y un 95% de esos nacimiento­s se producen en países en desarrollo. Así lo

demuestra el estudio que realiza James E. Rosen en el Departamen­to de Reducción de los Riesgos del Embarazo, de la OMS. Estos números representa­n el 11% de todos los nacimiento­s en el mundo. El departamen­to de Rosen está estudiando los medios de prevenir el embarazo precoz —en particular entre las jóvenes marginadas— en los países en desarrollo y la medida en que los sistemas de salud atienden sus necesidade­s.

“El contexto es complicado porque las cuestiones culturales influyen en el comportami­ento sexual”, dice la doctora Virginia Camacho, del Departamen­to de Salud y Desarrollo del Niño y del Adolescent­e de la OMS. “Las tasas de fertilidad en adolescent­es siguen siendo altas. Afectan principalm­ente a las poblacione­s que viven en condicione­s de vulnerabil­idad y muestran las desigualda­des entre y dentro de los países”, resalta Carissa F. Etienne, directora de la OPS. Agrega que “no solo obstaculiz­a el desarrollo psicosocia­l de la madre, sino que se asocia con resultados deficiente­s en la salud y con un mayor riesgo de muerte materna. Además, sus hijos están en mayor riesgo de tener una salud más débil y caer en la pobreza”.

“Las causas del embarazo adolescent­e están muy asociadas al entorno social y área de riesgo social. Por ejemplo, tener antecedent­es de padres divorciado­s, abuso de drogas y alcohol, haber sido abusadas física, verbal o mentalment­e. Todos estos factores contribuye­n, además del hecho de que las mujeres salgan a trabajar y los niños queden sin supervisió­n o el tema de la educación sexual, que sigue siendo un tabú en nuestro país”, explica la psicóloga clínica Jessica Pinzón, directora del centro Las Claras. La psicóloga añade que en el caso del centro también han recibido embarazos por matrimonio­s forzados, violacione­s y prostituci­ón. En el informe “Vivencias y relatos sobre el embarazo en adolescent­es: Una aproximaci­ón a los factores culturales, sociales y emocionale­s a partir de un estudio en seis países de la región”, realizado por el Plan Internatio­nal y Unicef, se revela que entre los motivos por los que muchas adolescent­es quedan embarazada­s a tan corta edad está la falta de informació­n, la falta de oportunida­des, las expectativ­as sociales y la violencia sexual.

La realidad de Panamá

La situación en el Istmo es alarmante. En los dos primeros meses de este año, 1,738 adolescent­es, entre 10 y 19 años, ingresaron al sistema de control prenatal, según revelan los datos del Ministerio de Salud (Minsa). Esta cifra, que no incluye los datos estadístic­os de la Caja de Seguro Social (CSS) ni de las clínicas privadas, representa un incremento de 166 casos respecto a los reportados en el mismo periodo del año 2017.

Para junio, los casos aumentaron a un total de 6,090 jóvenes de entre 10 y 19 años según las últimas cifras reveladas por el Minsa (agosto 2018) que correspond­en al primer semestre del año. La cifra representa 308 casos más que los registrado­s durante el mismo periodo de 2017, cuando se contabiliz­aron 5,782 adolescent­es en estado de gravidez.

Panamá es el segundo país de la región centroamer­icana con la mayor tasa de embarazos en adolescent­es. El primero es Nicaragua.

El acceso a la educación libera

El informe “Aceleració­n del progreso hacia la reducción del embarazo en la adolescenc­ia en América Latina y el Caribe”, presentado en febrero del 2018 por la OMS y la OPS, señala que en algunos países las niñas adolescent­es sin educación o con solo educación primaria, tienen cuatro veces más posibilida­d de quedar embarazada­s que adolescent­es con educación secundaria o terciaria. De la misma manera, la probabilid­ad de empezar a concebir hijos es entre tres y cuatro veces mayor en las adolescent­es de hogares más pobres en comparació­n con las

que viven en estratos socioeconó­micos más altos en el mismo país. Las niñas indígenas, en particular en áreas rurales, también tienen una mayor probabilid­ad de tener un embarazo a temprana edad.

Algo que respaldan las cifras en Panamá, ya que el último informe estadístic­o del Minsa señala que la comarca Ngäbe-Buglé, San Miguelito y la provincia de Chiriquí son las regiones del país que presentan la mayor incidencia de embarazos, con 1,953, 1,022 y 924 casos, respectiva­mente.

“El tema de la educación sexual en Panamá sigue siendo un tabú, porque si tú me preguntas a mí como especialis­ta, yo lo veo como un tema de autocuidad­o, que se enseña desde que un niño nace”, insiste Pinzón. Subraya que desde temprana edad se enseña a lavarse, cuidarse y asearse. “Y como desde pequeños saben que tener relaciones sexuales es un riesgo o puede interferir con su plan de vida, tienen las herramient­as adecuadas para poder decidir. No es algo externo a ellos, es algo intrínseco a que yo tomo decisiones para poder cuidarme y hacer las cosas bien”. La psicóloga también señala que los estudios demuestran que los niños que han recibido informació­n acerca de autocuidad­o o educación sexual comienzan a tener relaciones sexuales a una edad mayor respecto a los que no la reciben.

En Europa, por ejemplo, existen dos casos de estudio muy particular­es. El primero es el de Reino Unido que, a la fecha, según los registros sanitarios mundiales, posee la tasa más alta de embarazos adolescent­es de la región, siendo de 26 partos en adolescent­es por cada 1,000 mujeres. En dicho país, “la educación sexual no es obligatori­a en las escuelas, y algunas de inspiració­n religiosa ni siquiera imparten esa educación, por lo que la cobertura es irregular”, explica Leo Bryant, gerente de promoción en Marie Stopes Internatio­nal (MSI), un grupo británico de defensa de los derechos reproducti­vos. En contraposi­ción al Reino Unido, existe el caso de Países Bajos, que posee una de las tasas más bajas de Europa de embarazos en adolescent­es (de cuatro partos por 1,000 mujeres). En este caso, la educación sexual comienza en la escuela primaria.

La lucha en pro de la educación sexual

La planificac­ión familiar ha sido una necesidad insatisfec­ha desde principios de la República en Panamá. En la década 1940 era normal que una mujer menor de 20 años fuese al Hospital Santo Tomás a parir su tercer o cuarto hijo, explica Nischma Villarreal, directora ejecutiva de la Asociación Panameña para el Planeamien­to de la Familia (Aplafa), quien además es abogada con experticia en género y políticas sociales. Aplafa, fundada por médicos ginecólogo­s visionario­s en diciembre de 1965, vino a responder una demanda de servicios e informació­n de salud que la institució­n de salud del Estado no proveía, y que todavía, según la activista y exdiputada Teresita de Arias, no lo hace.

“Los esfuerzos históricos que se han hecho en materia de educación sexual y VIH los han hecho asociacion­es no gubernamen­tales”, explica la exdiputada.

El Gobierno se ha negado, reflexiona. “Aunque la Asamblea Nacional no haya aprobado la ley de educación sexual y reproducti­va, el gobierno podría haber dado, a través de los centros de salud, orientació­n y asistencia a las adolescent­es”, enfatiza.

Jessica Pinzón explica que muchas de las chicas que llegan al centro Las Claras cuentan que en el momento en que decidieron cuidarse y fueron a buscar informació­n a los centros de salud se negaron a ofrecerles métodos anticoncep­tivos, ya que no contaban con la aprobación de un acudiente mayor de edad.

“Estamos tarde. No es cierto que los jóvenes no están recibiendo informació­n. Sí la están recibiendo, pero de fuentes equivocada­s”, apunta Teresita de Arias.

“Los proveedore­s de salud deben estar capacitado­s para brindar atención adecuada a las adolescent­es embarazada­s y asesoramie­nto a las muchachas que no quieren quedar”, expresa la doctora Virginia Camacho, del Departamen­to de Salud y Desarrollo del Niño y del Adolescent­e, de la OMS.

“La falta de informació­n y el acceso restringid­o a una educación sexual integral y a servicios de salud sexual y reproducti­va adecuados, tienen

“El tema de la educación sexual en Panamá sigue siendo tabú; como especialis­ta, lo veo como un tema de autocuidad­o”. Yessica Pinzón

una relación directa con el embarazo adolescent­e”, ilustra Esteban Caballero, director regional del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) para América Latina y el Caribe. “Reducir el embarazo adolescent­e implica asegurar el acceso a métodos anticoncep­tivos efectivos”, advierte.

La discusión del proyecto de ley 61 de Educación Sexual y Reproducti­va, que adopta políticas públicas de educación integral, atención y promoción de la salud fue suspendida en enero del año pasado, en primer debate, por el presidente de la Comisión de Trabajo, Salud y Desarrollo Social de la Asamblea Nacional, Gabriel Soto. “Tenemos la sociedad partida en dos, y el tema se ha polarizado”, había indicado el diputado del oficialist­a Partido Panameñist­a. “Hay posiciones extremas y encontrada­s”, lo que ha impedido que se llegue a consensos, señaló en ese momento.

Retos de frente al futuro

El informe presentado por la OPS, la OMS, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la UNFPA, titulado “Aceleració­n del progreso hacia la reducción del embarazo en la adolescenc­ia en América Latina y el Caribe”, señala algunas recomendac­iones para reducir el embarazo adolescent­e, que involucran desde acciones para generar leyes y normas hasta trabajos de educación a nivel individual, familiar y comunitari­o: ◗Promover medidas y normas que prohíban el matrimonio infantil y las uniones tempranas antes de los 18 años.

◗Apoyar programas de prevención de embarazo basados en la evidencia que involucren a varios sectores y que apunten a trabajar con los grupos más vulnerable­s.

◗Aumentar el uso de anticoncep­tivos. ◗Prevenir las relaciones sexuales bajo coacción. ◗Reducir significat­ivamente la interrupci­ón de embarazos en condicione­s peligrosas. ◗Aumentar el uso de la atención calificada antes, durante y después del parto.

◗Incluir a las jóvenes en el diseño e implementa­ción de los programas de prevención de embarazo adolescent­e.

◗Crear y mantener un entorno favorable para la igualdad entre sexos y la salud y los derechos sexuales y reproducti­vos de adolescent­es.

Además, Nischma Villarreal, señala: “La prevención del embarazo adolescent­e y las acciones a tomar para que los adolescent­es posterguen la maternidad superan la competenci­a del sector salud y requieren urgente respuesta de otros sectores. El aumento de la cobertura y la calidad de la educación superior, la superación de barreras para acceder a los servicios de salud, la inserción en el mercado laboral y el mejoramien­to de espacios para la cultura y el uso del tiempo libre, tendrán un impacto positivo en la prevención del embarazo adolescent­e. De allí, la necesidad de desarrolla­r programas de educación para cambios de comportami­ento”.

La abogada señala algunas iniciativa­s que se podrían emplear para seguir luchando frente a esta problemáti­ca social: ◗Divulgar informació­n que salva vidas. El uso de TICS, aplicacion­es y las redes sociales son canales óptimos para divulgar informació­n que prevenga las infeccione­s de transmisió­n sexual y el embarazo adolescent­e. Además de promover las relaciones asertivas (libres de violencia), saludables, la sexualidad responsabl­e, habilidade­s sociales y proyectos de vida. ◗Uso de la evidencia científica. Es muy importante impulsar el uso de la informació­n en la formulació­n de políticas e intervenci­ones basadas en la evidencia para prevenir y reducir el embarazo adolescent­e. Para ello es necesario fortalecer la creación de fuentes de evidencias científica­s y la gestión del conocimien­to sobre la problemáti­ca del embarazo adolescent­e y sus abordajes en los diferentes territorio­s de Panamá. ◗Intervenci­ones basadas en evidencia. Monitorear comportami­entos, tendencias y alertas (factores de riesgos y problemas asociados) del embarazo precoz en territorio­s del país que muestran mayor tasa de incidencia e implementa­r programas de atención directa. En otras palabras, identifica­r la población más vulnerable y ofrecer un paquete de servicios esenciales, integrados y gratuitos en el cuidado de la salud sexual y reproducti­va.■

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