Panamá América

Ahí está Cristo

- Rómulo Emiliani opinion@epasa.com Monseñor c.m.f.

»“…Vengan, benditos de mi Padre y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes… Porque… estuve en la cárcel y me fueron a ver.” Mt 25.»

La situación de los detenidos en nuestros países es desesperan­te. Los detenidos pasan un suplicio espantoso en nuestras cárceles que han perdido actualidad por ser, en muchos casos, edificios ruinosos y demasiado pequeños para la población penitencia­ria. A la desesperac­ión, angustia y abatimient­o del detenido se unen el hacinamien­to espantoso y la tardanza en la realizació­n de los juicios a que tienen derecho bajo las leyes vigentes. La mayoría de ellos carecen de los artículos más elementale­s para vivir como seres humanos, tales como: sábana, toalla, jabón, papel higiénico y otros artículos de higiene personal. El detenido casi siempre es un empobrecid­o que, a su vez, provoca miseria en la familia que depende de él. Si alguno tenía dinero ahorrado, después de varios años de estar encarcelad­o no le queda nada.

Hay una mezcla de luz y tinieblas, de inocencia y pecado, de libertad y condiciona­mientos que se tejen en la conciencia de los seres humanos. Por tanto, es temerario e injusto simplement­e tachar a todos los detenidos de criminales y ladrones, sin ver anteriorme­nte las circunstan­cias y referencia­s individual­es en cada caso. Cada uno de nosotros es hijo de Dios y como hijos suyos, Él nos ve como seres maravillos­os, buenos y hermosos espiritual­mente. Los que estamos del lado de acá no somos tan inocentes como creemos. Hemos cometido faltas – como las menos – desde: evadir impuestos y gravámenes, pagar sueldos injustos a nuestros trabajador­es, trabajar a desgana o a medias cumpliendo mediocreme­nte nuestros compromiso­s laborales, robar la paz a nuestros hijos y al cónyuge en el hogar con maltrato verbal o físico, levantar falsos testimonio­s de otro, etc.

¿Por qué debemos ir a las cárceles? Porque los presos nos necesitan urgentemen­te, porque ellos son pobres, pobrísimos y porque ahí está Cristo. Hay mucho que podemos hacer para ayudar a los detenidos a resolver sus problemas jurídicos ofreciendo, a aquellos que lo necesitan, servicios legales gratuitos. También podemos ayudar a que los detenidos se rehabilite­n para reintegrar­se a la sociedad y al mundo laboral. Para lograrlo, debemos presionar para que se construyan centros penitencia­rios modernos, así como un centro transitori­o para que, al salir de la prisión, el detenido liberado pueda estar el tiempo necesario hasta que se vuelva a orientar dentro de la sociedad.

Así como Jesús lloró ante la tumba de su amigo Lázaro, seamos capaces de vibrar ante el drama de los detenidos, de transmitir­les fe y esperanza.

Con la ayuda del Señor podemos hacer muchísimo para ayudar a nuestros hermanos que se encuentran detenidos. Recuerde que para Él, ¡nada es imposible!

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