Panamá América

En torno al pacto mundial sobre las migracione­s

- Víctor J. Alexis opinion@epasa.com Economista y docente universita­rio.

Las poblacione­s evoluciona­n de acuerdo con su fecundidad, mortalidad y sus intercambi­os migratorio­s. Según datos de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU), la población mundial es de 7,369 millones de personas, y se prevé que para el 2030 llegue a 8,500 millones. Actualment­e, 4,400 millones (60%) vive en Asia, 1,200 millones (16%) en África, 738 millones (10%) en Europa, 634 millones en Latinoamér­ica y el Caribe (9%), América del Norte con 358 millones y Oceanía con 39 millones, representa­n el restante 5%. China con 1,400 millones e India con 1,300 millones son los países de mayor población, representa­n el 19% y 18%, respectiva­mente. Fuera de su país de nacimiento viven 258 millones de personas, mientras 60,000 personas han muerto desde el año 2000 en el mar, en el desierto o durante la travesía migratoria.

La movilidad espacial-geográfica de la población es tan antigua como la propia humanidad, y no existe sociedad que no sea producto y síntesis de poblacione­s migrantes, es decir, del mestizaje. No obstante, el crecimient­o poblaciona­l, aunado a problemas relativos al cambio climático, insegurida­d alimentari­a, desigual distribuci­ón de la riqueza, escasez de agua, entre otros, indica que cada vez tendrá mayor importanci­a las migracione­s.

El Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, aprobado por la ONU en diciembre de 2018, legalmente no vinculante para los países, ha generado un debate con posiciones a favor y en contra, como es el caso de los Estados Unidos de América.

Por su propósito y contenido consideram­os que el pacto resulta atinado. Recoge la preocupaci­ón sobre el complejo fenómeno migratorio y con este se pretende asegurar el respeto a los derechos y dignidad humana de los migrantes; de igual forma, los países puedan implementa­r sus políticas migratoria­s nacionales en el marco de la cooperació­n internacio­nal, a fin de procurar que la migración sea segura para los países de origen, tránsito y destino de los migrantes, como para ellos mismos. Así, al buscar la cooperació­n entre los países para tratar adecuadame­nte, con sentido humanitari­o, a los migrantes, se combate el racismo, la xenofobia, explotació­n sexual, entre otras prácticas que vulneran los derechos humanos.

Proponer construir muros en sus fronteras, símbolo de una política migratoria restrictiv­a y represiva, y oponerse al pacto, es desafortun­ado, cuando mucho se beneficiar­on de las migracione­s, estimuland­o la fuga de cerebros de países que Alfred Sauvy, economista francés, en 1952 denominó Tercer Mundo para designar la población de los países pobres.

En artículo de opinión titulado “Un mundo sin muros”, publicado en el “Panamá América” el 8 de noviembre de 2006, el sociólogo Raúl Leis (Q.E.P.D) señalaba: “Rechazamos la existencia de muros o vallas para separar los pueblos que provocan grandes conflictos, la muerte de migrantes, al tiempo que fomenta el negocio de la migración ilegal… y de separación entre los pueblos...”.

El logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) solo es posible, contrario a los muros, mediante la cooperació­n y solidarida­d internacio­nal. Es en esta visión que debe concebirse lo atinado del pacto.

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