Panamá América

Constituci­ones a la fuerza

»El constituci­onalista Miguel Antonio Bernal asegura que a través de la historia las reformas a la Constituci­ón han sido impuestas y, además, se han caracteriz­ado por la ausencia de una amplia consulta popular. Él es partidario de que se convoque a una co

- Adiel Bonilla abonilla@epasa.com @PanamAmeri­ca

La historia republican­a de Panamá confirma que la imposición ha sido la vía más usada a la hora de validar constituci­ones; y la ausencia de una real consulta al pueblo es otra de las caracterís­ticas que han definido los procesos reformator­ios que se han dado.

Sectores jurídicos del Panamá de hoy advierten que este mal presagio histórico podría repetirse en el vigente proceso de reformas constituci­onales, siempre y cuando las modificaci­ones aprobadas en tercer debate por los diputados de la Asamblea Nacional (AN) logren sobrevivir al modelo de dos legislatur­as, y a la avalancha de críticas surgidas.

Desde el inicio, la Constituci­ón Política de Panamá del año 1904 fue reemplazad­a por la de 1941 mediante un plebiscito, o sea que no se exigió el artículo reformator­io que ya contenía la primera Carta Magna.

La imposición quedó en evidencia cuando la Constituci­ón de 1941 fue derogada por un golpe de Estado.

Un rayo de luz surgió años después cuando se llamó (por única vez) a una constituye­nte, que fue convocada por el Ejecutivo en 1945, dando origen a la Constituci­ón de 1946.

Pero acto seguido, ese intento de respetar la voluntad del pueblo en una Constituci­ón fue derogado por el golpe militar de 1968.

Hasta que en 1972 se impuso la Carta Magna actual. No en vano algunos constituci­onalistas, como Miguel Antonio Bernal, le han achacado el mote de “la Constituci­ón impuesta”.

Aunque vale decir que durante la dictadura militar fue reformada, en 1978, siguiendo el procedimie­nto establecid­o en ella.

“Pero en 1983 volvió a ser reformada con un procedimie­nto ajeno a ella, cuando los militares nombraron un grupo de personas a la que les encargaron las reformas, que luego fueron llevadas a un referéndum, también controlado por la dictadura, en 1983, donde se aprobaron”, indica Bernal.

¿Modelo exitoso?

Y fue entre los años 1993 y 1994 cuando se ensayó con éxito el modelo del numeral 2 de la Constituci­ón (actual 313) de usar la Asamblea saliente junto a la Asamblea entrante.

En ese entonces el parlamento saliente era del gobierno de Guillermo Endara, y el entrante de Ernesto Pérez-Balladares.

Y el “éxito” del modelo motivó que se replicara el mismo mecanismo en 2004, fecha del más reciente acto reformator­io, con el recordado “Pacto Mami” (Martín-Mireya) entre los gobiernos de los exmandatar­ios Torrijos y Moscoso.

Es decir, no es nuevo el modelo legislativ­o que se invoca otra vez en la administra­ción del presidente Laurentino Cortizo, “como tampoco es nuevo el hecho de que se siga excluyendo a la ciudadanía”, agrega Bernal, quien es partidario de que se convoque a una constituye­nte originaria. Sin embargo, el también constituci­onalista, Ernesto Cedeño, advirtió que una constituye­nte originaria sería un “borrón y cuenta nuevo”. Cedeño explica que esa sería la vía en caso de que fuera necesario “refundar” la patria. Pero recordó que ese no era el objetivo de las actuales reformas, orientadas más bien a reforzar la institucio­nalidad. “El problema es que no se establecie­ron límites, y los señores diputados introdujer­on materia ajena a las reformas”, concluye Ernesto Cedeño. Si las polémicas reformas iniciadas en este 2019 sobreviven la próxima legislatur­a, todavía les espera el referéndum, un proceso en donde el pueblo dio un rotundo no en gobiernos de Endara y Pérez-Balladares. En este último, el no ganó en proporción de 3 a 1.

« Si fuera hoy el referéndum, tal como están planteadas las reformas a la Constituci­ón, mi voto sería no, porque no llegan al fondo del balance de los poderes del Estado » Ernesto Pérez-Balladares Expresiden­te de Panamá

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