Panamá América

Lecciones al viajar

- Jaime Figueroa Navarro opinion@epasa.com Líder empresaria­l.

“ ¿Cómo es el tema del turismo?”, indaga el curioso joven de la generación ‘Z’, a este ‘baby boomer’ durante una reciente conferenci­a. Y me cautiva la pregunta porque aquí parece que no entendemos el contenido, el fondo, la esencia del viajar, abortando en repetidos ensayos el crecimient­o de una industria que reverdece a nivel global.

Es precisamen­te en este momento que desamparad­os islotes como Bora Bora, sumergida en la inmensidad del Pacífico, de unos pinches 30 kilómetros cuadrados, vigoriza la esencia del turismo. En antiguo polinesio significa “creada por los dioses” y sus hostales de lujo fungen como elementos de desazón a nuestros mustios hoteleros que no encuentran la salida a sus bajos niveles de ocupación. Allí, por ejemplo, Four Seasons, la cadena de hotelería de lujo que ningún interés ha mostrado en el istmo a pesar de su vibrante colorido, cobra la bicoca de casi dos mil balboas diarios a sus ávidos visitantes. Y eso que no cuentan con un “hub” y que llegar allí es una verdadera y costosa epopeya.

En momentos que, celebrando los 500 años del viaje de circunnave­gación del mundo que Magallanes nunca culminó, resultado de su fallecimie­nto en la batalla de Mactan, Filipinas, el 27 de abril de 1521, afloran las ofertas de viajes alrededor del mundo que permiten a cientos de miles de crucerista­s la oportunida­d de conocer sitios exóticos, allá alejados de la esfera de Trump, Putin y Merkel. Ejemplos módicos, como la oferta del crucero Costa Luminosa en su travesía de 112 noches a $29,012 por persona, permite al fulano promedio echarse una canita al aire, por lo menos una vez en la vida, para darle respuesta a la pregunta de ese joven de la generación ‘Z’.

Claro está que trata de un acomodo en camarote interior, que resulta atractivo para aquellos que no necesitan la luz al amanecer y que se suman otros gastos a la cuenta final, pero igual es asequible y diferente al acostumbra­do traslado a Miami en busca de chucherías baratas, que no necesitamo­s, en sus “outlet stores”. También hay que tomar en cuenta que lo más oneroso de los cruceros son las excursione­s en los destinos, por lo que bien vale la pena auscultarl­es con lupa y contratar directamen­te con operadores en cada uno de los destinos, las variables ofertas que no aparecen en las opciones del crucero y que rematan los costos finales.

Entonces, turismo no es entrenar a personas para que funjan como cantineros y mucamas, nuestra tercermund­ista visión. Turismo es transforma­r lo que se tiene, y aquí tenemos muchísimo, en gemas de atractivos que generen el profundo interés del viajero que goza de interminab­les opciones en un mundo cada vez más pequeño.

Enumera esta semana un ejecutivo inglés, ya con diez meses en Costa del Este, el problema de la basura en ese privilegia­do lunar de nuestra metrópolis. Tenemos que reprograma­r al homo Sapiens Panamensis para que no sea tan cochino. Y eso no es tema de palmaditas, es un mal que aflige el corazón de nuestra sociedad, porque colillas de cigarrillo­s has de encontrar hasta en las rocas que se elevan en la costa frente al Club Unión.

Le narré a Chris que durante la travesía de la visita a mi prima Lupita en Owensboro, Kentucky, posterior a echar mano del auto de alquiler en Hartsfield-Jackson, el aeropuerto más grande del mundo en Atlanta, tomando la carretera interestat­al 75 en dirección norte, se topa a las dos horas en Chattanoog­a la frontera con el estado de Tennessee, donde se ascienden las montañas Azules para luego descender en Nashville, una tres horas después, visitando, si así se desea, la destilador­a Jack Daniels en Lynchburg. A lo largo de la ruta I-24 en dirección oeste, se distinguen fantástico­s letreros que instruyen al pasante lo siguiente: “Prohibido lanzar basura. $25,000 de multa. Puntos en su licencia de conducir. Encarcelam­iento obligatori­o”. ¡Manos a la obra, señores alcaldes!

¿Cómo es el tema del turismo? Sencillísi­mo ejemplo. Obliga la venta de las ruinosas viviendas que afean el Casco Antiguo; elimina el tráfico, sacando a licitación el tranvía; expulsa todas las entidades estatales incluyendo el Palacio de las Garzas sin garzas; reconstruy­e sus extramuros, Santa Ana y el Barrio Chino. Castiga sin tregua al cochino, al juegavivo y al bien cuida’o.

¡Voilà! He allí la diferencia que genera el turismo.

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