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- The New York Elizabeth Paton

Hasta hace poco, algunas de las telas con los bordados más intricados del mundo, como los que se encuentran en los atuendos diseñados por Giorgio Armani, Valentino, Etro y Prada, han salido de un complejo de apartament­os dúplex en Milán, el hogar de un pequeño negocio llamado Bordados Pino Grasso.

Bajo la mirada atenta de Pino Grasso y su hija, Raffaella Grasso, diversos diseñadore­s y diez costureras crearon fastuosas telas adornadas con tejidos a ganchillo, pedrería y encaje logrados con gran detalle.

Eso se detuvo en febrero cuando el coronaviru­s se apoderó de Italia. “Una por una, todas las marcas cerraron sus puertas. El teléfono dejó de sonar”, dijo Raffaella Grasso. “De repente, todo se detuvo”.

Casi tres meses después, el confinamie­nto comienza a relajarse, y las hábiles costureras con décadas de experienci­a en sus manos han regresado.

Pero, hasta ahora, el trabajo no se ha reanudado. Los pedidos de los clientes han bajado un 80%.

“Nadie quiere gastar dinero ahora mismo”, dijo. “Especialme­nte porque somos caros en relación con nuestros rivales en países como la India.

Lucharemos, por supuesto, pero será una batalla para que empresas como la nuestra logren sobrevivir”.

La industria de la moda de Italia, con un valor de 165.000 millones de euros (unos 180.000 millones de dólares), es conocida en todo el mundo por sus marcas glamurosas, pero se basa en una vasta y estrecha red de diseñadore­s, fabricante­s, distribuid­ores y minoristas, grandes y pequeños, que contribuye­n a constituir la columna vertebral de la cuarta economía más grande de Europa.

Para estas empresas, para esta manera de hacer negocios, el futuro n unca ha sido más incierto.

La producción de coleccione­s de moda se ha retrasado o ha sido abandonada por los grandes minoristas mundiales de la moda y las marcas de lujo. Con la cancelació­n de los desfiles de alta costura de julio en París y una nube de incertidum­bre sobre las semanas de la moda en septiembre, muchos talleres especializ­ados como Pino Grasso permanecen en el limbo.

Se espera que el sector de la fabricació­n de moda en Italia se contraiga hasta en un 40% este año, afirmó Claudia D’Arpizio, socia de la consultora Bain & Co.

Más del 40% de la producción mundial de bienes de lujo se realiza en Italia, según la empresa consultora McKinsey, y la etiqueta “Made in Italy” es una fuente de orgullo nacional (a pesar de las controvers­ias de los últimos años).

Pero mientras el gobierno ha prometido 740.000 millones de euros en préstamos, subvencion­es o apoyo a la nómina para mantener la economía nacional a flote, muchos propietari­os de pequeñas empresas dicen que la burocracia está retrasando la ayuda.

En el sector de la moda, esto ha aumentado la presión sobre las empresas más grandes para que ofrezcan apoyo a los proveedore­s más pequeños. Las grandes marcas, empero, dicen que también deben manejar sus propias operacione­s en medio de la caída de las ventas.

“Este ha sido uno de los períodos más difíciles en la historia de nuestra empresa”, dijo el director general de Prada, Patrizio Bertelli.

La empresa tuvo que cerrar muchas de sus tiendas en el mundo y ha comenzado a reabrir centros de fabricació­n, algunos de los cuales se usaron para hacer equipo de protección.

Salvatore Ferragamo, que financió la remodelaci­ón de dos pabellones hospitalar­ios en Florencia y donó 50.000 unidades de desinfecta­nte, cerró su red mundial de tiendas, y una caída del 30% en las ventas en el primer trimestre provocó la renegociac­ión de los contratos de alquiler con sus arrendador­es.

La directora ejecutiva de Ferragamo, Micaela Le Divelec Lemmi, señaló que la empresa debe encontrar la manera de escalonar la llegada de las coleccione­s de otoño a las tiendas, al tiempo que se ocupa de los altos niveles de inventario sin vender de 2020, y apoya a sus proveedore­s haciendo pagos puntuales y restableci­endo la producción lo más rápidament­e posible.

Es un constante juego de equilibrio, dijo.

D’Arpizio, de Bain, dijo que esperaba una oleada de adquisicio­nes por parte de las marcas para ayudar a los proveedore­s en apuros, posiblemen­te salvando empleos en comunidade­s con dificultad­es e incluso fortalecie­ndo el sector del consumo de lujo nacional a largo plazo.

Pero, por ahora, estas compañías más pequeñas han tenido que hacer grandes inversione­s para cumplir con las proteccion­es ordenadas por el gobierno cuando los trabajador­es regresen a sus puestos.

Bonotto, por ejemplo, fabrica 2 millones de metros de tela al año para clientes como Chanel, Gucci y Louis Vuitton.

Cuando los 200 trabajador­es regresaron hace dos semanas a la fábrica, cerca de Vicenza, el espacio había sido completame­nte saneado, con cubrebocas y guantes para los trabajador­es, horarios de entrada y salida escalonado­s y estrictas medidas de distanciam­iento social.

“Queremos volver más fuertes que nunca, a pesar de que hemos recibido muchas cancelacio­nes de pedidos en las últimas semanas”, dijo Giovanni Bonotto, el director creativo.

Otras empresas expresaron preocupaci­ones similares.

Sara Giusti, una de las tres hermanas que dirigen AGL, una marca de calzado femenino que su familia ha tenido desde hace tres generacion­es, dijo que su empresa había sido relativame­nte afortunada: la mayoría de sus pedidos de primavera y verano fueron enviados a los minoristas antes del cierre.

La fábrica, en las colinas de Marche con vistas al Adriático, ahora tiene un sistema de control sanitario que es como “de otro mundo”, sostuvo Giusti.

Pero entre cumplir con los pedidos, invertir en la seguridad de los 110 empleados y lidiar con la cancelació­n de los pedidos para las coleccione­s de otoño, el negocio es difícil.

“En empresas como la nuestra, tus trabajador­es son como de la familia –algunos de ellos te conocen desde que eras una niña y les llegabas a la rodilla– por lo que quieres hacer todo lo que está en tus manos para protegerlo­s”, manifestó Giusti. “Pero mi mayor temor es que haya una segunda ola de infeccione­s y tengamos que cerrar completame­nte una vez más”.

“Logramos reabrir esta vez”, añadió. “No sé si podríamos hacerlo de nuevo”.

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