¿Cuándo estaremos todos vacunados?
Cual cangrejo, un paso adelante, dos para atrás. No gozamos de progreso en la lucha contra la Covid-19 porque sencillamente no contamos con una estrategia de vacunación masiva. He allí la diferencia entre el Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID) de Estados Unidos y nuestro flamante ministro de Salud.
El búmeran del control de la pandemia en nuestro vecino norteño se perfila obviamente en la voluntad política del presidente Biden en vacunar la totalidad de la población en el más corto tiempo posible, a pesar de las absurdas maniobras de sus adversarios en convencer a una importante porción de sus conciudadanos con teorías absurdas que la vacuna de la Covid-19 no resulta funcional cuando todos los indicadores reflejan lo opuesto.
Obviamente no todo es flaqueza del funcionario nombrado en el Minsa, hay que señalar hacia arriba. Panamá cuenta con los recursos, pésimamente administrados, para adquirir las dosis necesarias para vacunar a la totalidad de su población a corto plazo. Ya con casi año y medio desde el engendro de Covid-19,
sencillamente no existe la tenacidad de parte de nuestros gobernantes para su expedita resolución.
Mientras la economía cada día se perfila dantescamente fétida, no existe la reacción, la voluntad ni la apetencia de una solución por la vacunación masiva. Mientras se arriendan más autos de lujo para vacilantes funcionarios, las excusas vuelan por doquier. Que, si la gente no hace caso, que, si los jóvenes parquean, o sencillamente somos masa ignorante que no toma las precauciones del caso.
Lo mismo ocurrió allá. Los universitarios se tomaron las playas durante el asueto de Semana Santa el año pasado, bajo la bendición de un obtuso gobernador del estado de Florida y los casos se multiplicaron a través de la nación cuando regresaron a sus hogares mientras el presidente de turno apostaba que aquello era un mal pasajero ignorando todos los preceptos científicos.
No fue hasta que se lo tomaron en serio y comenzaron la vacunación masiva a partir de la inauguración del presidente Biden el 20 de enero, que todos los indicadores económicos ahora reflejan una significativa y corpulenta mejoría indicando el actual saludable recobro de su economía.
Con todo el respeto a nuestros vecinos, Panamá no es Centroamérica, Sudamérica,
ni el Caribe. Se trata de un eslabón estratégico en el comercio mundial. Como tal, hemos debido haber tomado las medidas diplomáticas y comerciales desde el momento que se anunció la disponibilidad de vacunas.
Ni el presidente, ni la canciller, ni el embajador panameño en Washington ejercieron la urgente presión sobre la administración americana ni los fabricantes Pfizer y Moderna para llevar a cabo una muy especial excepción dada la importancia estratégica del Canal de Panamá a los intereses de Estados Unidos y del comercio mundial.
Solo bastaba con una reunión al más alto nivel para lograr desde inicios de año los diez millones de vacunas requeridos por Panamá para asegurar que nuestro canal continuase funcionando sin tregua ni retraso.
El canal, a Dios gracias, ha seguido funcionando, pero Panamá perdió la oportunidad de lograr el objetivo de una vacunación expedita y masiva, con el paralelo descalabro de la economía nacional, con un nocivo efecto que se hará sentir por años. Falta total de visión y acción de nuestros gobernantes que en otros menesteres se ocupaban cuando esta era la prioridad más importante para el istmo.