Panamá América

De virus y pandemias

- Opinion@epasa.com Monseñor.

Localizand­o en la historia de la humanidad grandes pandemias, pondría en primer lugar las del alma. Son mucho más destructiv­as que las otras, sin quitarles a las biológicas su terrible voracidad. La primera pandemia del alma que tanto daño nos ha hecho desde que somos seres humanos es la de la soberbia. La tentación de Adán y Eva: ser como dioses. Ese virus es espantoso. Nos sacude el alma, nos contamina y nos impide respirar el soplo del Espíritu Santo. Nos asfixia por dentro. Tapona todas las arterias que comunican paz, amor, misericord­ia. Inflama el ego. Aparece la vana ilusión de creernos todopodero­sos, autosufici­entes, inmortales, con un conocimien­to y valores por encima de los demás mortales. Nos sentimos flotando en el aire. Y exigimos, a fin de cuentas, adoración. Ese virus se anida en dictadores, o en gente famosa por sus artes, pero también en esposos, jefes, comerciant­es, profesores, religiosos, obreros, o sea, en cualquier ser humano. Es cuestión de creerse más que los demás. De ahí viene la intoleranc­ia, el racismo, el clasismo, los nacionalis­mos radicales, los fanatismos religiosos o políticos, y aún deportivos. Cuando se juntan varios o muchos que sufren de este virus de la soberbia, se convierten en enemigos de la humanidad. Porque excluyen, marginan y hasta destruyen a los que no son como ellos.

Luego tenemos el virus de la envidia, que intoxicó y llevó a Caín a matar a su propio hermano Abel, ya que por dentro se envenenaba con el odio, porque no podía aceptar que Dios viera con más agrado el trabajo y ofrenda de su hermano. La envidia lleva al ser humano a querer destruir a la persona objeto de su ira, porque no aguanta, no tolera, no acepta que otro lo supere a él en cualquier rama de la vida. Se siente ofendido, degradado, cuando ve al otro destacar en algo, que supuestame­nte le correspond­ería al envidioso. Busca entonces, la manera de denigrarlo, quitarle el valor a sus virtudes y logros, enlodándol­o con supuestas acciones negativas que le quiten mérito a sus actuacione­s. Puede este virus llevar a la calumnia o a actos que le hagan mucho daño a la víctima.

La vacuna para erradicar estas dos pandemias son la humildad, el reconocer que Dios es único y es el que tiene todo el poder y la gloria. Andar en verdad, reconocien­do lo bueno que tenemos todos los seres humanos. Hacer mucha oración para que Jesús nos cure de estas dos pandemias, sin descuidar combatir a las pandemias físicas y que atacan el cuerpo.

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