Trastornos de la vida
El delirio procede como una extraña pasión de nuestro espíritu que luce en marcha hacia el encuentro con la consumación de lo tangible, de aquello que ha dormido extendidamente entre los desconfiados umbrales del prestante entendimiento, fenómeno que inusitadamente ocurre cuando nos empecinamos a endilgarnos hacia lo desconocido, andando sobre suelos movedizos e inseguros, absortos hacia el encuentro de lo que todavía no hemos podido conocer ni comprender. Jamás he podido comprender que en el mundo meloso de la estrecha amistad, domadas por los sentimientos, en los que irradia el compulsivo sol de los sexos, surja una inexplicada enfermedad que nadie puede dar noticia de su génesis, pero sí de sus padecimientos y solamente por esta cualidad, se ubica cubierta por el místico tabú, en los predios de lo que aún no hemos podido resolver a cabalidad.
El sida, de acuerdo con sus rangos históricos, tuvo sus inicios presumiblemente en el año 1959, luego de diagnosticarse una cepa de VIH. Decimos que alguien la padece cuando el organismo no es competente para ofrecer una respuesta inmune adecuada en contra de las comunes infecciones. Una persona está infectada por el VIH cuando en el examen de sangre refleja la presencia del virus y el desarrollo de glóbulos blancos sufre descensos por debajo de 200 células por mililitro de sangre y se transmite a través de los fluidos corporales: sangre, semen y secreciones vaginales.
El Día Mundial del Sida es el 1 de diciembre. En Panamá esta calamidad hizo su entrada desagradable en el mes de septiembre de 1984 y ya para conclusión del mismo año teníamos un hombre y una mujer como corolario del fatídico mal; los dos en la ciudad capital, dato tristemente célebre de ingrata recordación y de esa fecha hasta el momento actual se ha experimentado el desorden que no se puede afirmar con fehaciente credulidad la suma de enfermos que tenemos.
El sexo masculino aflora con mayor ponderación representando un 64.6% y las mujeres 25.4%, el grado de edad ampliamente afectado fluctúa entre los 30 y 34 años. Hay varias formas de contraer la enfermedad: la heterosexual, la homosexual y la bisexual. La mujer busca al hombre abrigando dos propósitos de índole definidos e inalterables, uno, continuar con los hijos proliferando la especie, dos, afincarse una estabilidad en el área económica con expandida seguridad.
Hay que evitar la mundanería, la seriedad en todos los ámbitos es sublime y de posesiones inclinadas a lo cualitativo, si la conducta ética se encuentra ubicada lejos, las posibilidades serán tensas y poco probables de conseguir el mal viral de consideraciones en extremo contagiosas hasta el momento, de cualidades incurables que presenta diversos signos clínicos, donde lo inmunitario va perdiendo lentamente su esplendor, cayendo estrepitosamente, presa de amenazas tendientes a hacer víctimas de cualquier dolencia que antes no poseían ningún poder de ataque a la persona, esto no es más que precipitarse hacia la vulnerabilidad, influjo que hace el padecer grave. Tiene la capacidad de mutación que le permite eludir la acción del sistema inmunitario desplegándose a todo el cuerpo del afectado, ingresado al organismo mediante el contacto sexual o a través de la sangre. La incubación toma el periodo fluctuante entre 6 meses y 5 años, y los síntomas presentados pueden ser muy variados, entre ellos trastornos neurológicos y varios tipos de cáncer. El público debe informarse para no contraer el enfadoso mal. Se recomienda dejar la lujuria a un lado.