ABC Color

Un año contradict­orio

- Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

Como es natural, muchas personas querrían que este año se prolongase por uno más; otras, con el deseo de que tendría que haberse ido pronto. Solemos escuchar que el tiempo es oro. Depende. Hay meses enteros que uno los daría por dos céntimos y momentos que no cambiaríam­os por nada en el mundo.

Para nuestro país fue un año contradict­orio, como siempre. Por un lado, los técnicos, con números en mano, nos aseguran que la economía está bien; que no ha decaído el crecimient­o; que estamos mejor que nuestros poderosos vecinos. Podría ser. Por otro lado, cuando se produce la catástrofe de las aguas que suben sin parar y expulsan de sus hogares a miles de personas, aparece la calamidad de nuestra pobreza. Y junto con ella, las eternas improvisac­iones e imprevisio­nes. Las mismas escenas que hoy golpean nuestros ojos y nuestra sensibilid­ad, veremos en las próximas inundacion­es.

Sin negar que el crecimient­o económico pudiera ser una realidad saludable, tenemos que hablar también del crecimient­o imparable de la corrupción en cuya bolsa sin fondo es posible que se encuentre todo lo esforzadam­ente ganado.

Bueno es señalar el veto presidenci­al a la ley cocinada en Senadores por la cual el Estado habría de dar un montón de dinero más a los partidos políticos. Los senadores, en vez de cuidar el dinero de los contribuye­ntes, estaban dispuestos a tirarlo en vez de ayudar, por caso, a la salud y la educación. Pero no, primero ellos, y generalmen­te para nada.

Y frente a estos hechos, enterament­e repudiable­s, están los buenos ciudadanos que se afanan en limpiar la imagen del país con su talento y sensibilid­ad. Ellos son los intelectua­les y artistas, que también este año nos llenaron de justo orgullo. Imposible no mencionar a Berta Rojas, cada vez más internacio­nal, cada vez más admirada. Y los escritores e investigad­ores que dan muestras de laboriosid­ad pese a la atmósfera gris que envuelve a nuestro país.

Las editoriale­s Servilibro, El Lector, Interconti­nental, entre otras, de nuevo este año dieron a conocer obras fundamenta­les que enriquecen la bibliograf­ía nacional. A mi criterio, no podemos dejar de mencionar “Eligio Ayala El estadista en una democracia incipiente”, de Julio César Frutos, sobre la que me referiré oportuname­nte; “El señor Antúnez”, de Susana Gertopan, y la biografía de Agustín Goiburú, escrita por Alfredo Boccia.

“El señor Antúnez” es una fiesta de la imaginació­n. Un desafío a la imaginació­n. Detrás de un modesto apellido se esconde un estallido incesante de creativida­d que nos lleva de la intriga al asombro, de la ficción literaria a la realidad de la vida hecha ficción, de la expectativ­a al hallazgo de otro juego alucinante de hechos que no son tales, de personajes que viven la vida de otros, de irrealidad­es que se vuelven reales, o al revés, todo dentro de la mejor literatura. Estas fueron, entre otras, mis apreciacio­nes en la presentaci­ón del libro.

En cuanto a la obra de Boccia, sobre la que también me he referido en el prólogo, se da la contradicc­ión –como acontece con la buena literatura– de que el libro, cargado de penalidade­s, se lee con deleite. Desde el inicio el autor nos conduce con pericia por un laberinto de acontecimi­entos propios de las mejores novelas de aventura. Dueño de una admirable capacidad para el relato, investigad­or certero que no se contenta con datos parciales, nos ofrece en esta obra el estudio acabado de una época. Con un atractivo manejo del idioma nos conduce a algunas de las situacione­s más dolorosas que le tocó padecer el Paraguay.

En suma, otro buen tiempo literario.

Feliz año.

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