EDITORIAL
El FMI fomenta el “bicicleteo”. El representante del FMI en nuestro país, Alejandro Santos, sostiene que el Paraguay está muy lejos de sufrir una crisis de endeudamiento, porque la deuda pública equivale a solo poco más del 20% del PIB. En otras palabras, el hecho de que la deuda se haya disparado en los últimos cuatro años, pasando de 4.174,2 millones de dólares a 6.294,3, no tiene por qué inquietarnos, aunque la mayor parte de los recursos obtenidos mediante la inminente emisión inconstitucional de bonos vaya a servir para el “bicicleteo”, es decir, para pagar deudas vencidas, tal como ya ocurrió con unos 800 millones de dólares provenientes de las colocaciones de 2014, 2015 y 2016. A los burócratas de las finanzas internacionales no les interesa en absoluto el futuro de un país, ya que ni ellos ni sus descendientes tendrán que pagar las deudas contraídas por gobiernos insensatos y corruptos. Por su parte, para los gobiernos, y en especial el nuestro, lo más fácil es endeudar al país en vez de tomar las medidas que puedan sanear las finanzas para poder pagar las deudas. Es evidente que al FMI le interesa más que las cosas sigan igual, si de todos modos habría un margen para seguir derrochando y robando.
El representante del Fondo Monetario Internacional (FMI) en nuestro país, Alejandro Santos, sostiene que el Paraguay está muy lejos de sufrir una crisis de endeudamiento, como la de Argentina, Brasil o Grecia, porque la deuda pública equivale a solo poco más del 20% del Producto Interno Bruto (PIB). En otras palabras, el hecho de que la deuda pública se haya disparado en los últimos cuatro años, pasando de 4.174,2 millones de dólares a
6.294,3, no tiene por qué inquietarnos, aunque la mayor parte de los recursos obtenidos mediante la inminente emisión inconstitucional de bonos vaya a servir para el “bicicleteo”, es decir, para pagar deudas vencidas, tal como ya ocurrió con unos 800 millones de dólares provenientes de las colocaciones de 2014, 2015 y 2016.
Tratando de justificar esa deplorable práctica, el ministro de Hacienda, Santiago Peña, advirtió a fines de noviembre último que si no se emitieran nuevas partidas de bonos por valor de 558 millones de dólares se produciría una cesación de pagos, pues atrasarse un solo día conllevaría que los acreedores puedan exigir de inmediato el pago de 2.380 millones de dólares, solo en bonos soberanos. Salvo que haya pretendido extorsionar a los legisladores y a los críticos del endeudamiento con una peligrosa debacle financiera, para así obtener la autorización solicitada en el
proyecto de ley del Presupuesto nacional, resulta que el ministro paraguayo está mucho más preocupado que el representante del FMI. También lo está, por cierto, el jefe de la División de Programación Económica del Banco Central, William Bejarano, quien alertó a mediados de febrero que se caería en el “default” si los poderes Ejecutivo y Legislativo no coincidieran en la necesidad de volver a endeudarse este mes para cancelar las obligaciones que vencerán en breve. En suma, si el país no sigue contrayendo deudas, tirando el fardo a las generaciones futuras, nadie le prestará un centavo más y será demandado por los tenedores de bonos. “Bicicleteo” puro y duro.
Pero el señor Santos no pierde la calma, por la sencilla razón de que los intereses del FMI no coinciden necesariamente con los del Paraguay. A los directivos y funcionarios de los organismos internacionales de crédito –que viven como pachás en los países donde son asignados– nos les turba que gobiernos irresponsables, como el nuestro, endeuden al país hasta el extremo de no poder amortizar sus deudas y, en consecuencia, verse forzados a solicitarles el salvataje bajo penosas condiciones.
Efectivamente, a los burócratas de las finanzas internacionales no les interesa en absoluto el futuro de un país, ya que ni ellos ni sus descendientes tendrán que pagar las deudas contraídas por gobiernos insensatos y corruptos. Por de pronto, se les escapa apuntar que en vez de comprometer a toda la población, la de hoy, la de mañana y la de pasado mañana, hay que eliminar las causas del endeudamiento desaforado. Eso les tiene sin cuidado, porque para ellos lo prioritario es colocar más y más dinero sin pensar en las consecuencias, ya que su buena gestión les reportará puntaje e indudables “beneficios” en su currículum,
sean funcionarios del Banco Mundial, del FMI o del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Para los gobiernos, y en especial el nuestro, lo más fácil
es endeudar al país en vez de tomar las medidas que puedan sanear las finanzas para poder pagar las deudas, como ser un sustancial achicamiento del aparato estatal parasitario y la eliminación de beneficios indebidos que reciben los burócratas, ampliar la base tributaria en vez de elevar impuestos y perseguir a los contrabandistas y a sus padrinos
políticos corruptos. Estas medidas NO les interesan, porque la clientela, que significa votos para las elecciones, es intocable.
Lo que parece disgustar al señor Santos es que se formulen observaciones sobre el endeudamiento, a las que él califica de “inadecuadas”. En su opinión, el debate debe girar en torno a la calidad del gasto y, en particular, acerca de si hace falta o no gastar más en obras de infraestructura. Es muy cierto que estas serían necesarias, pero lo que no dice –es imposible que no lo sepa– es que el 57% de la deuda
a ser contraída este año servirá para el “bicicleteo” ,yque la ineficiencia del Ministerio de Obras Públicas hace que no se utilicen en tiempo y forma los fondos depositados en el Banco Central, cuyos intereses ya se vienen pagando.
En setiembre de 2015, el ministro de Hacienda señaló que, “como no hay suficientes ingresos, se recortan los gastos de capital”, como los de infraestructura, porque los
“gastos corrientes no se pueden cortar”. Es decir, dado que resulta imposible disminuir el número de funcionarios públicos, que absorben el 70% de la recaudación tributaria, y que urge construir rutas, lo único que se puede hacer y se está haciendo aceleradamente es endeudar a los paraguayos, sin perjuicio, reiteramos, de que los nuevos compromisos que se asuman sirvan sobre todo para pagar deudas anteriores.
Es llamativo que el señor Santos olvide que, en 2015, el propio FMI había apuntado que la participación de la economía informal en el PIB –entonces llegaba al 40%– era “inusualmente elevada”, dando por única vez muestras de cierta inquietud por el acontecer nacional. En consecuencia, en vez de instar a endeudarse más, siguiendo la misma línea del informe citado el representante del FMI debería recomendar combatir la corrupción, achicar el elefantiásico aparato estatal y ampliar la base tributaria.
Es evidente que al FMI le interesa más que las cosas sigan igual, si de todos modos habría un margen para seguir derrochando y robando.
Para conocimiento del señor Santos, recordamos que la Contraloría General de la República, en su informe de la deuda pública emitido en 2015, sugirió al Ministerio de Hacienda que los nuevos créditos sean contratados en forma “moderada, planificada y sostenible”.
Hay muchos países endeudados que repudian el accionar del FMI. El Paraguay se sumará a la lista si es que ese organismo no frena su “ayuda” al Gobierno paraguayo a despilfarrar recursos, exigiéndole que cumpla con las condiciones administrativas que correspondan y todo el mundo conoce, previo a más créditos.