ABC Color

Gestos sensatos, actos insensatos

- Rolando Niella rolandonie­lla@abc.com.py

La Constituci­ón Nacional ha sido menoscabad­a, manipulada e interpreta­da antojadiza­mente y solamente la decidida reacción ciudadana está evitando hasta ahora que su violación se consume por completo. El país se ha dividido, las institucio­nes democrátic­as se han debilitado, los partidos políticos están fraccionad­os, el Congreso Nacional está dislocado, sometido al Ejecutivo y aún más desprestig­iado que nunca. La imagen del país se ha deteriorad­o. La economía se ha resentido.

Es por eso que hace dos semanas, desde este mismo espacio, reclamaba a cualquiera de los Poderes del Estado un acto de cordura para frenar la crispación política. El compromiso de no presentars­e en el 2018 como candidato a la Presidenci­a de la República en ninguna circunstan­cia, asumido por Horacio Cartes, fue un gesto sensato.

Por desgracia, gran parte del efecto conciliado­r y pacificado­r del gesto se perdió en los días siguientes, primero por el tono agresivo de su discurso en la reunión con sus bases de seccional y, posteriorm­ente, por la actitud de los diputados oficialist­as de dar curso al proyecto inconstitu­cional de enmienda, que además fue elaborado atropellan­do el reglamento y avasalland­o a la minoría opositora.

Es una calamidad que pone en riesgo el Estado de Derecho, porque con esta acción los diputados cartistas han confirmado y consolidad­o el deterioro institucio­nal y minado la autoridad del Congreso Nacional y están muy cerca de destruir la independen­cia del Poder Legislativ­o.

Primero fueron los veinticinc­o senadores, promoviend­o una ley violatoria de la Constituci­ón a puerta cerrada; ley que después remitieron antirregla­mentariame­nte, atropellan­do a la oposición y tomando por asalto la mesa directiva del Senado. Ahora han sido los diputados, dando curso en lugar de rechazar tal adefesio legislativ­o ¿En qué clase de país democrátic­o ocurre esto?

Así que no es sorprenden­te que seamos muchos los que desconfiam­os de que el compromiso del Presidente sea firme y hasta no faltan quienes sospechan que se trata de una maniobra para facilitar su candidatur­a y no una verdadera renuncia, puesto que ya anteriorme­nte Cartes ha tenido mensajes sensatos con respecto a la reelección que no fueron respaldado­s por acciones igualmente sensatas, sino todo lo contario.

A esa experienci­a de que a los gestos sensatos y mensajes conciliado­res han seguido discursos agresivos y acciones insensatas, se debe a que el pasado martes, después de presentada la carta a la Conferenci­a Episcopal y emitido el Mensaje a la Ciudadanía, los actos contra la enmienda tuvieran tanta o más concurrenc­ia que antes.

Lo que ahora debe entender el Presidente es que el daño ya está hecho y que la crispación exacerbada que generó la campaña política y parlamenta­ria para lograr la enmienda constituci­onal, no va a desaparece­r de la noche a la mañana como por arte de magia.

Por otra parte, la Corte Suprema, al no pronunciar­se, ha dado la desoladora imagen de no estar evaluando la constituci­onalidad de lo ocurrido, sino esperando el fin de la pulseada para apoyar al bando ganador.

Un Poder Judicial ausente, un Poder Legislativ­o que, en forma suicida, ha menoscabad­o su propia autoridad y un Presidente de la República que tiene un discurso de tono conciliado­r para los ciudadanos en general y otro totalmente distinto, agresivo, para sus adherentes, no pacifican al país, sino que profundiza el conflicto; no es tranquiliz­ador, sino que mantiene en jaque al Estado de Derecho.

Señor Presidente: Un mensaje político sensato puede ser un buen primer paso, pero nunca es suficiente para revertir las consecuenc­ias de una campaña política insensata. Un discurso sensato, si no está respaldado por acciones igualmente sensatas, no es más que palabrerío vano. Sin voluntad de negociar lo esencial, solo se puede convocar a un diálogo de sordos.

La ciudadanía ha ganado una batalla, pero el ambiente beligerant­e continúa. La ciudadanía ha ganado una batalla pero la imagen del país ha quedado deteriorad­a y la economía puesta en riesgo. La ciudadanía ha ganado una batalla, pero en el camino todo el sistema institucio­nal ha quedado maltrecho.

La ciudadanía ha ganado una batalla, pero en el proceso ha sido gravemente dañado el respeto a la Constituci­ón Nacional y al Estado de Derecho y sus reglas de juego.

La gente sigue en la calle, porque sabe que aún existe peligro. Las palabras ya no convencen a los ciudadanos, hacen falta hechos concretos.

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