Gestos sensatos, actos insensatos
La Constitución Nacional ha sido menoscabada, manipulada e interpretada antojadizamente y solamente la decidida reacción ciudadana está evitando hasta ahora que su violación se consume por completo. El país se ha dividido, las instituciones democráticas se han debilitado, los partidos políticos están fraccionados, el Congreso Nacional está dislocado, sometido al Ejecutivo y aún más desprestigiado que nunca. La imagen del país se ha deteriorado. La economía se ha resentido.
Es por eso que hace dos semanas, desde este mismo espacio, reclamaba a cualquiera de los Poderes del Estado un acto de cordura para frenar la crispación política. El compromiso de no presentarse en el 2018 como candidato a la Presidencia de la República en ninguna circunstancia, asumido por Horacio Cartes, fue un gesto sensato.
Por desgracia, gran parte del efecto conciliador y pacificador del gesto se perdió en los días siguientes, primero por el tono agresivo de su discurso en la reunión con sus bases de seccional y, posteriormente, por la actitud de los diputados oficialistas de dar curso al proyecto inconstitucional de enmienda, que además fue elaborado atropellando el reglamento y avasallando a la minoría opositora.
Es una calamidad que pone en riesgo el Estado de Derecho, porque con esta acción los diputados cartistas han confirmado y consolidado el deterioro institucional y minado la autoridad del Congreso Nacional y están muy cerca de destruir la independencia del Poder Legislativo.
Primero fueron los veinticinco senadores, promoviendo una ley violatoria de la Constitución a puerta cerrada; ley que después remitieron antirreglamentariamente, atropellando a la oposición y tomando por asalto la mesa directiva del Senado. Ahora han sido los diputados, dando curso en lugar de rechazar tal adefesio legislativo ¿En qué clase de país democrático ocurre esto?
Así que no es sorprendente que seamos muchos los que desconfiamos de que el compromiso del Presidente sea firme y hasta no faltan quienes sospechan que se trata de una maniobra para facilitar su candidatura y no una verdadera renuncia, puesto que ya anteriormente Cartes ha tenido mensajes sensatos con respecto a la reelección que no fueron respaldados por acciones igualmente sensatas, sino todo lo contario.
A esa experiencia de que a los gestos sensatos y mensajes conciliadores han seguido discursos agresivos y acciones insensatas, se debe a que el pasado martes, después de presentada la carta a la Conferencia Episcopal y emitido el Mensaje a la Ciudadanía, los actos contra la enmienda tuvieran tanta o más concurrencia que antes.
Lo que ahora debe entender el Presidente es que el daño ya está hecho y que la crispación exacerbada que generó la campaña política y parlamentaria para lograr la enmienda constitucional, no va a desaparecer de la noche a la mañana como por arte de magia.
Por otra parte, la Corte Suprema, al no pronunciarse, ha dado la desoladora imagen de no estar evaluando la constitucionalidad de lo ocurrido, sino esperando el fin de la pulseada para apoyar al bando ganador.
Un Poder Judicial ausente, un Poder Legislativo que, en forma suicida, ha menoscabado su propia autoridad y un Presidente de la República que tiene un discurso de tono conciliador para los ciudadanos en general y otro totalmente distinto, agresivo, para sus adherentes, no pacifican al país, sino que profundiza el conflicto; no es tranquilizador, sino que mantiene en jaque al Estado de Derecho.
Señor Presidente: Un mensaje político sensato puede ser un buen primer paso, pero nunca es suficiente para revertir las consecuencias de una campaña política insensata. Un discurso sensato, si no está respaldado por acciones igualmente sensatas, no es más que palabrerío vano. Sin voluntad de negociar lo esencial, solo se puede convocar a un diálogo de sordos.
La ciudadanía ha ganado una batalla, pero el ambiente beligerante continúa. La ciudadanía ha ganado una batalla pero la imagen del país ha quedado deteriorada y la economía puesta en riesgo. La ciudadanía ha ganado una batalla, pero en el camino todo el sistema institucional ha quedado maltrecho.
La ciudadanía ha ganado una batalla, pero en el proceso ha sido gravemente dañado el respeto a la Constitución Nacional y al Estado de Derecho y sus reglas de juego.
La gente sigue en la calle, porque sabe que aún existe peligro. Las palabras ya no convencen a los ciudadanos, hacen falta hechos concretos.