Sinvergüenzas sin vergüenza
Hubo momentos en que sentimos una inmensa compasión por el emisario norteamericano que vino al Paraguay.
Una mañana salió de una reunión en la Cámara de Diputados felicitando a su presidente por su contribución a pacificar los ánimos en torno a la enmienda. Para la tarde ese mismo presidente había votado a favor y había dado entrada al mismísimo proyecto de enmienda.
Salió de mañana de otra reunión felicitando por la generosidad de Horacio Cartes en declinar a postularse. Mientras el ministro Enrique Riera anunciaba que casi todos se quebraron en la reunión y Leite enfatizaba que más que nunca iban a trabajar por la gente. Para la noche, unas 12 horas después, un embravecido y envalentonado Presidente volvía a provocar a la oposición, volvía a alarmar con sus dichos y a calentar el ambiente. El conductor del evento fue el único atinado: “¡¡¡A las mujeres!!!, aplaudan como aplaudían a Leonardo Di Caprio en Titanic !!!! ” gritaba a voz en cuello. Todos sabemos cómo terminaron el Titanic y el personaje interpretado por Di Caprio: ahogado.
A esta altura el señor emisario del tío Sam ya no habrá tenido idea de lo que estaba pasando. Y si ya estaba lleno de dudas, al día siguiente de la convocatoria en la ANR, alrededor de las 11:20 de la mañana, ya habrá tirado la toalla en su esfuerzo por entender nuestro pequeño país. Después de la noche de bravuconadas, Horacio Cartes emitió un edulcorado mensaje por redes, de voz suave, arrulladora y pacífica.
Tenemos un país inmerso en la zozobra, las especulaciones, los rumores; un país que ya debería estar configurándose en las candidaturas regionales para iniciar las plataformas electorales y decidir qué propuestas generales ofrecerán al país.
Faltan ocho meses para el 17 de diciembre y la realidad es que ninguno de los que tienen ambiciones de poder puede configurar ninguna plataforma, lista, chapa, alianza... ni nada que se le parezca. No lo pueden hacer los colorados, tampoco lo puede hacer la oposición, porque mientras algunos se jugaron por candidaturas inviables, otros esperan que se configure lo blanco para diseñar lo negro. Una vez más –como siempre– volveremos a votar sin elegir... y en muchos casos sin saber qué propuestas votamos.
Se pelean los de vergüenza.
Los de abajo seguiremos nuestras vidas. Estamos juntos en los ómnibus, en la cancha, formando filas en los hospitales para ser atendidos o retirar remedios, en las reuniones escolares de nuestros hijos, formando filas para pagar impuestos, patentes, registros, facturas. Juntos pero separados –y muchos peleados– por los litros de gaseosa, las galletas, los coquitos, las motos, heladeras y las rifas.
Cuando las urnas empiecen a recibir los primeros votos, estos políticos estarán todos abrazados esperando resultados. Las facturas y las fracturas serán nuestras y de nuestra historia; se las verá y sentirá en cada huella que está dejando una de las más graves violaciones constitucionales consumadas en Paraguay. arriba, sinvergüenzas sin