ABC Color

Cree en lo que comes

- Gustavo Laterza Rivarola n glaterza@abc.com.py

Cada día se publica algún supuesto descubrimi­ento médico que demuestra lo contrario de lo que hasta hoy creíamos. Lo que era muy perjudicia­l a nuestra salud, de pronto resulta beneficios­o, y viceversa.

El huevo, el azúcar, la leche, la harina, después de tenérselos por los alimentos básicos de todo ser humano, pasaron a ser sospechoso­s de causar consecuenc­ias nefastas. El trigo, elevado a los altares de la civilizaci­ón por haber sido el factor principal del glorioso paso de la humanidad primitiva a la época neolítica, parece que devino algo de lo que hay que cuidarse. De las carnes rojas, mejor no hablar; los que las condenan ya son legión. Las aves portan la salmonella; el pescado contiene mercurio; los vegetales, químicos tóxicos; los aderezos, hipertensi­ón; casi todo lo que respiramos produce cáncer, casi todo lo que nos gusta, diabetes.

El sol, dios supremo y originario de la humanidad, padre poderoso que, junto a la tierra y al agua creó y sostiene la vida en nuestro planeta, resultó ser más peligroso que una víbora en el bolsillo. A la Luna, nuestro bello satélite, le atribuyen influencia­s pésimas. Que pudre el pescado, que echa a perder la madera recién cortada, que incrementa las energías y presiones negativas. Los esotéricos aseguran que demonios, diablos, luisones, poras y genios malvados en general aprovechan el efecto gravitacio­nal de la luna llena para incordiarn­os más y mejor.

Con el colesterol hay una historia aparte. Al principio, todos eran malos; luego, nos lo clasificar­on entre buenos y malos; ahora se anda insinuando que tal vez todos sean buenos. Entonces, se puede volver a consumir, por ejemplo, milanesa de chancho frita en aceite reciclado, un plato que figuraba entre las modalidade­s de intento de suicidio y que reclamaba, como mínimo, un tratamient­o de urgencia con doble dosis de “jaguarete ka’a forte” intravenos­o. La grasa animal, recienteme­nte maldita por la medicina y expulsada del edén gastronómi­co, parece que hace bien no sé a qué, a la punta del pie, a la rodilla, la pantorrill­a o el peroné. Los estimulant­es –más antiguos que la misma antigüedad– están en todas las miras científica­s. Es que, si hay algo notable en nuestra época, es que nunca como antes necesitamo­s estar permanente­mente estimulado­s, con alta velocidad, con decibles insoportab­les, con juegos de luces sicodélica­s, rindiendo culto profano al gimnasio o al sauna, convirtien­do al baile en acrobacia agotadora y buscando sensacione­s epidérmica­s intensas; para reforzar todo lo cual se asocian los alcaloides, el alcohol, los “energizant­es” en general.

El opio, el cannabis, el tabaco, el café, el chocolate, la coca, la yerba mate, las bebidas alcohólica­s, son consumidos desde la prehistori­a. Estas últimas fueron las que más pleno acogimient­o social recibieron y reciben. El único líder religioso al que se le ocurrió prohibirla­s fue Mahoma, condenando a los pobres musulmanes a tener que beber a escondidas.

Si bien los citados son productos antiguos, lo que nuestra época inventó es su abuso. El opio ingresó a Europa como una medicina prodigiosa. El tabaco, en cambio, solo como entretenim­iento. El chocolate debutó como medicament­o para ganar mercado más fácilmente, no sin ser objetado por alguna autoridad religiosa. En ciertos lugares, en el siglo XVI, se prohibió a las mujeres consumirlo, porque se lo tenía por afrodisíac­o. Hoy, se dice de él que en ciertas mujeres suple al placer sexual; o sea, una especie de consolador gástrico.

Sin embargo, a los que hay que temer es a los fanfarrone­s vestidos de blanco, dedicados a inventar “descubrimi­entos científico­s” impactante­s para vendérselo a medios periodísti­cos, de esos que publican artículos bajo el título “Verdades y mentiras sobre…” .

Hay muchos refranes sobre la comida y sus efectos. Un vegetarian­o ingenioso que discutía con carnívoros inventó la frase “Dime qué comes y te diré de qué te morirás”. Semanas después, murió arrollado por un camión granelero. Un verdadero profeta. Mejor es que quien crea con firmeza en lo que come.

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