No es Trump, somos nosotros
Con una retórica –ya desde la campaña electoral– que apunta a un fuerte proteccionismo económico y discurso “antiinmigración”, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca podría no significar una amenaza real para América Latina en materia comercial y de desarrollo, sino más bien un recordatorio de que algo seguimos haciendo mal, como lo expresó ya en 2009 el expresidente de Costa Rica y premio Nobel de la Paz 1987, Óscar Arias, en la Cumbre de las Américas.
Está claro que el presidente Trump reaccionará a la medida de los intereses de su país, y en ese sentido Sudamérica pareciera no incomodarlo.
Los países de la región pueden aprovechar esta atmósfera de incertidumbre para explorar otros mercados, el interno o el asiático, pero esencialmente en bloque, de esos que abundan en nuestro continente.
Una investigación periodística del español Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo refiere que desde hace una década se viene produciendo una “Silenciosa conquista china” en América Latina, una teoría que va cobrando forma.
Entre los años 2000 y 2014, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), China se posicionó como el segundo socio comercial de Latinoamérica, detrás de Estados Unidos.
En su proceso de expansión global la República Popular de China reforzó sus vínculos con Brasil, Argentina, Chile, Perú, México y Panamá, con lo que pretendería desbancar a EE.UU. El presidente chino, Xi Jinping, visitó tres veces la región desde que asumió en 2013.
Sin embargo, la firma suiza UBS Wealth Management sostiene en un reciente informe que hay mayores oportunidades en el mercado interno latinoamericano. Pero para eso habrá que mejorar el vecindario.
La integración de los países del sur aún pasa por las mismas dificultades de antaño: la falta de diversificación de rubro, la excesiva dependencia de exportación de materias primas –granos en su estado natural– y la necesidad de mejorar la conectividad entre las naciones.
En su informe Perfil Logístico 2015 el Banco de Desarrollo de América Latina (anteriormente CAF) resalta que la situación de la infraestructura “está marcada por un conjunto de debilidades estructurales” y “rezago logístico” mientras “algunos casos de regulaciones aduaneras inciden negativamente en el desarrollo de la región”.
Por tanto, la verdadera amenaza para los países latinoamericanos no es la retórica –a veces virulenta– de Donald Trump, sino la cuestión de que en definitiva algo seguimos haciendo mal, y reflejo de ello es la escasa disponibilidad de infraestructura y educación de calidad que apunten a incrementar los negocios con el mundo, y eso incluye a Paraguay.