ABC Color

Lares del segundo patrono del Paraguay

San Roque, el patrono protector contra las pestes y custodio de los perros, bautiza al extenso barrio de Asunción que permitió la expansión de la ciudad entre el ferrocarri­l y las señoriales villas residencia­les. Alberga dos importante­s ejes donde se inst

- Pedro Gómez Silgueira pgomez@abc.com.py Fotos: Diego Fleitas

“Esta noche un grupo de jóvenes del barrio San Roque aprovechar­á la hermosa luna de estos días para salir de serenata. Las muchachas estarán atentas para recibir el cumplido de los jóvenes enamoradiz­os que gustan del canto y la guitarra. Que se diviertan”, decía un recorte periodísti­co del 2 de marzo de 1877.

Y una de las caracterís­ticas del barrio San Roque eran los balcones, de la planta alta o de la planta baja. Desde estos miradores decorados con balaustres, hierro forjado y mármol, sus moradores veían los desfiles hacia la calle Palma, asistían a las comilonas de perros en honor a San Roque y las chicas esperaban las serenatas. A lo largo de las calles Mariscal Estigarrib­ia y Eligio Ayala afortunada­mente se mantienen estas muestras de la arquitectu­ra con reminiscen­cias neoclásica­s, art decó y art nouveau.

Muchas viviendas del entorno de San Roque datan de la posguerra del setenta y principios del siglo XX cuando la Capital despertó a una efervescen­te vida citadina por la presencia del Ferrocarri­l Central. El tren permitió una gran expansión de construcci­ones mixtas destinadas al comercio y a los servicios profesiona­les.

Un conocido yerbatero que traía sus productos remontando el río desde la zona de San Estanislao, y luego afincado en una de las señoriales casas, fue don Octaviano Rivarola, de quien descienden varias generacion­es. Actualment­e pertenece al Indert.

A lo largo de estos ejes de calles que se abrían hacia las afueras se expandió la Asunción del siglo XX, dice la Arq. María Teresa Miranda, directora de patrimonio de la Municipali­dad de Asunción, quien pasó su infancia en el barrio.

Miranda refiere que muchos inmigrante­s italianos se habían instalado en el barrio San Roque, entre ellos los Pirotta, quienes compraron varias manzanas, las lotearon y vendieron a sus amigos que eran conocidos médicos. Todos eran de la primera camada de médicos egresados en 1903 entre quienes estaban Andrés Barbero, Ricardo Odriozola, Luis Migone y Rufino Gorostiaga. Luego se fueron sumando otros profesiona­les de la medicina con su consultori­o y vivienda al mismo tiempo.

Para la Arq. Miranda “este entorno tiene una connotació­n muy humanitari­a, en el sentido de haber albergado a gente muy solidaria y altruista, comenzando por el Dr. Barbero. Ayudaban a los más necesitado­s durante las épocas de peste y epidemias, que asolaban Asunción. Pareciera que respondían al espíritu mismo del lugar que en la época colonial se conformó en torno al vecino Convento de los Franciscan­os”.

Cerca del convento estaban las rancherías de los esclavos e indígenas. De hecho, la hoy Plaza Uruguaya siempre acogió a los nativos a lo largo del tiempo hasta que fue enrejada.

En la Época Colonial, la ciudad terminaba en el convento franciscan­o y empezaba un paraje de zanjas con la famosa zanja de San Roque. Las tierras que estaban fuera de ese ejido colonial pertenecía­n al Sr. Cazal, por lo que fue conocido como “Cazal Cocuere”.

El tren cambió la vida del lugar y se convirtió en la articulaci­ón de la antigua ciudad colonial con la trama urbana que se fue expandiend­o con las villas de fin de semana de las avenidas España y Mariscal López, sostiene María Teresa Miranda. También recuerda con pena la demolición del antiguo templo de San Roque, el de los tiempos de López, donde “mis padres hicieron una misa por sus 15 años de casados en 1969”.

El padre Escalante, que tenía a su cargo la parroquia, en tiempos de la demolición llevó la réplica de la Virgen de Caacupé, que hasta hoy se encuentra allí “a mis tías Encina Iglesias que vivían sobre España casi Estados Unidos”. La imagen quedó en guarda porque una de las mujeres era la camarera de la Virgen de Caacupé y todos los años se encargaba del vestido, la peluca y joyas para la procesión. Entonces, la sala se convirtió en un pequeño oratorio para la Virgen de los Milagros hasta su vuelta al nuevo templo.

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La iglesia de San Roque, en Mariscal López y Tacuary, fue bendecida en 1983 en el mismo lugar donde estuvo el de los tiempos de López. Al lado, el legendario bar San Roque.
 ??  ?? A lo largo de la calle Eligio Ayala se emplazaron señoriales residencia­s y consultori­os u oficinas a inicios del siglo XX.
A lo largo de la calle Eligio Ayala se emplazaron señoriales residencia­s y consultori­os u oficinas a inicios del siglo XX.

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