Obras de irresponsables
Ñeembucú vive desde hace décadas un estado de emergencia permanente, que no se debe únicamente a la crecida de los ríos ni a las lluvias que inundan a menudo gran parte de su territorio, sino a la precaria infraestructura. La responsabilidad de esta penosa situación es de quienes manejan los recursos para obras y de las empresas adjudicadas que tienen total desprecio por la calidad del producto final.
En el primer puesto de los trabajos mal hechos se encuentran las obras viales. En estos trabajos, los gobiernos central, departamentales y municipales, dilapidaron millonarios recursos, que bien utilizados hubieran servido para soluciones permanentes. Un caso emblemático es el de la Ruta IV, cuya pavimentación concluyó en el año 2000 y ya fue reconstruida varias veces por las falencias que presentó desde el inicio. Los errores se dieron desde la planificación, al obviar en su diseño la prioridad de puentes y alcantarillas en una zona de humedales.
Años atrás, dos obras de pavimentación con adoquines fueron abandonadas por las empresas adjudicadas, matando la ilusión de los pobladores de Itá Corá y Paso de Patria de tener una vía de todo tiempo. En la actualidad, en Gral. Díaz e Isla Umbú reclaman la continuidad del inconcluso asfaltado del acceso a estas poblaciones. El MOPC, que había encarado la tarea con sus máquinas y personal, no hizo una terminación adecuada a esta obra.
La gobernación departamental anunció con bombos y platillos, la construcción de un camino de todo tiempo para Tacuaras, San Juan de Ñeembucú, Desmochados, Villalbín, Laureles y Cerrito. En su primera prueba, la muy precaria construcción quedó casi totalmente bajo agua y sólo las canoas y tractores pudieron utilizar estos caminos. El millonario proyecto de pavimentación “tipo ripio” no contempló la topografía del Ñeembucú y las piedras de desecho de canteras fueron esparcidas sin que se construya un terraplén con la altura adecuada.
En la misma línea de improvisación, las torres de alta tensión de la ANDE, ubicadas en terrenos fangosos sin considerar las características del terreno de la zona, se desploman en serie cada vez que una tormenta azota. Grupos habitacionales fueron construidos en áreas inundables y otros quedaron inconclusos. Obras vitales como la defensa costera de Alberdi colapsaron en plena crecida del río, dejando a la población con el Jesús en la boca por el riesgo de vida que corrieron ante tamaña irresponsabilidad. clide.martinez@abc.com.py