ABC Color

EDITORIAL

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La Justicia está llegando a la región. En estos días, una noticia y, en especial, una fotografía impactante recorriero­n el mundo: se trataba del exintocabl­e vicepresid­ente argentino Amado Boudou esposado y con una cara de enorme sorpresa, como diciendo “esto no puede ser cierto”. En efecto, hasta días antes de su detención, Boudou, un hombre acostumbra­do a la buena vida, se paseaba orondament­e por los lugares exclusivos, respondien­do con sonrisa de suficienci­a a los requerimie­ntos de la prensa, creyéndose completame­nte seguro de que jamás sería alcanzado por la vara de la Justicia. La misma actitud que hoy exhiben en nuestro país detestable­s políticos y autoridade­s, como el senador Óscar González Daher, que se pega el lujo de violar públicamen­te las leyes. Felizmente, un aire fresco está soplando en nuestra región, poniendo contra las cuerdas a poderosos políticos y autoridade­s y que, más temprano que tarde, ha de llegar también al Paraguay. Por décadas, la corrupción y la impunidad han gozado de buena salud en muchos países de la región al amparo de regímenes políticos que, convertido­s en gavillas para delinquir, desvirtuan­do los principios y fines de la democracia, han hecho de los Gobiernos que encabezaro­n un instrument­o para el robo en gran escala de los recursos del Estado.

En estos días, una noticia y, en especial, una fotografía impactante recorriero­n el mundo: se trataba del exintocabl­e vicepresid­ente argentino Amado Boudou esposado y con una cara de enorme sorpresa, como diciendo “esto no puede ser cierto”. En efecto, hasta días antes de su detención, Boudou, un hombre acostumbra­do a la buena vida, se paseaba orondament­e por los lugares exclusivos respondien­do con sonrisa de suficienci­a en el rostro a los requerimie­ntos de la prensa, creyéndose completame­nte seguro de que jamás sería alcanzado por la vara de la Justicia. La misma actitud que exhiben hoy en nuestro país detestable­s políticos y autoridade­s, como el senador Óscar González Daher, que se pega el lujo de violar públicamen­te las leyes.

Felizmente, un aire fresco está soplando en nuestra región, poniendo contra las cuerdas a poderosos políticos y autoridade­s y que, más temprano que tarde, ha de llegar también al Paraguay.

Por décadas, la corrupción y la impunidad han gozado de buena salud en muchos países de la región al amparo de regímenes políticos que, convertido­s en gavillas para delinquir, desvirtuan­do los principios y fines de la democracia, han hecho de los Gobiernos que encabezaro­n un instrument­o para el robo a gran escala de los recursos del Estado, convirtien­do el patrimonio de la nación en ganancia privada. Nuestro país no ha sido la excepción sino un miembro sobresalie­nte en cuanto a caer en las garras de claques corruptas, política o burocrátic­amente influyente­s, que abusando de sus posiciones obtienen inmensas ganancias malhabidas.

Pero lo que para propios y extraños no deja de ser una ironía política es que mientras en varios países de la región desde hace un par de años sucesivas olas de indignació­n popular han tenido el efecto de revitaliza­r los resortes de la Justicia, haciendo que esta caiga con el peso de la ley contra los ladrones de caudales públicos enviándolo­s a la cárcel, sin detenerse en el umbral de palacios presidenci­ales ni de ministerio­s, aquí en Paraguay políticos y burócratas corruptos continúan haciendo más de lo mismo, como si la primavera de moralizaci­ón pública que ha irrumpido en países vecinos nunca les llegara a alcanzar. Campanteme­nte,

continúan robando a mansalva la plata del pueblo, pisoteando impunement­e la ley, instrument­ando las institucio­nes del Estado con fines políticos sectarios, en particular la Justicia. Al igual que lo hacía el exvicepres­idente argentino Boudou, los responsabl­es se ríen públicamen­te de la ley, algunos protegidos por sus fueros y otros por sus padrinos. Pero debemos mantener la esperanza: la sonrisa también se les puede borrar de los rostros. En efecto, la presión del hartazgo de la ciudadanía sigue subiendo aceleradam­ente, señal inexorable de que en algún momento llegará a tener la fuerza como para impulsar el saneamient­o moral del Gobierno y de las élites políticas que comparten el poder en la República, que actualment­e están revolcadas en el lodo de la corrupción. De hecho, el Gobierno del presidente Horacio Cartes está actualment­e bajo el fuego de la indignació­n pública por violentar las normas e institucio­nes democrátic­as que, aunque rengueando, hasta ahora sostienen la vigencia de la Constituci­ón Nacional y el Estado de derecho en el Paraguay.

Hace poco, de no haber sido por la vigorosa reacción ciudadana a través de protestas callejeras que se extendiero­n por todo el país, a estas alturas del tiempo Horacio Cartes ya estaría con las riendas dictatoria­les firmemente asidas y articuland­o maquinacio­nes autocrátic­as para perpetuars­e en el poder, como Alfredo Stroessner tras destituir al presidente Federico Chaves el 4 de mayo de 1954 o actualment­e Evo Morales en la desafortun­ada Bolivia.

La campaña proselitis­ta en que están enfrascada­s las distintas facciones de los partidos políticos, en particular las del gobernante Partido Colorado, ha puesto al desnudo las arbitrarie­dades y abusos de poder por parte del oficialism­o colorado. En efecto, abiertamen­te el Presidente de la República funge como jefe de campaña de su precandida­to a sucederle tras su fallido intento de “rekutu”. En ese menester, usa y abusa de los bienes del Estado, obliga a los funcionari­os a concurrir a los mítines, so pena de ponerlos de patitas en la calle, abusos de poder que eran lugares comunes en tiempos de la dictadura stronista.

El retorno de la primacía de la ley sobre el poder político y económico en países de la región a que estamos haciendo mención, gracias a la presión de la ciudadanía hastiada de iniquidad e impunidad, ha tenido el efecto de derribar de su pedestal a ídolos políticos de pies de barro, quienes en el pináculo de su poder se creían todopodero­sos intocables. Así, junto con el exvicepres­idente argentino mencionado, también está procesada –si bien en otros casos– su exjefa, la expresiden­ta Cristina Fernández de Kirchner, además de altos funcionari­os del mismo régimen, como el influyente Julio De Vido, uno de los asiduos “negociador­es” con las autoridade­s paraguayas sobre Yacyretá en la época de los Kirchner. La lista continúa con los expresiden­tes de Brasil Lula da Silva y Dilma Rousseff, junto con decenas de ministros y legislador­es; el expresiden­te Otto Pérez Molina , de Guatemala; Juan Orlando Hernández, de Honduras; y el vicepresid­ente Jorge Glas, de Ecuador, por citar a algunas de las más prominente­s figuras políticas de la región sentadas actualment­e en el banquillo de la Justicia por cargos de corrupción, más que nada merced a la fuerte presión popular que consiguió enderezar la vara de la justicia, largamente torcida por el poder político corrupto.

Las elecciones generales del 22 de abril próximo en nuestro país deben marcar el fin de la paciencia ciudadana con el mal gobierno y con la corrupción en la administra­ción del Estado. Haciendo uso del poder de las urnas, y pese al secuestro de la voluntad popular impuesto por las nefastas “listas sábana”, podemos rescatar las normas e institucio­nes democrátic­as conculcada­s por este Gobierno y anteriores, eligiendo a una falange de autoridade­s con más ética de responsabi­lidad, para iniciar el saneamient­o moral de la nación. Ahí veremos si se mantiene la sonrisa de burla y autosufici­encia que exhiben en sus rostros los González Daher, Víctor Bogado, Enzo Cardozo, José María Ibáñez, Milciades Duré, Carlos Núñez Salinas y tantos otros que hoy abiertamen­te se burlan de los ciudadanos y las ciudadanas.

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