ABC Color

Salvación eterna de los corruptos

- Heraldo Rojas

No nos vengan (los políticos partidario­s) con el cuento de la “pobreza cero” y menos con “corrupción cero”. La pobreza nunca se acabará porque es parte del “pecado original”, que sabemos de donde proviene y la causa que la originó.

Es el caldo de cultivo para que reine la corrupción. Solo después del “juicio final” se acabarán, o en la “nueva vida” que nos tiene preparada DIOS. Recuerden esto, “ganarás el pan con el sudor de la frente”, que no se refiere solo al trabajo convertido en pan para alimentarn­os materialme­nte, sino a que todo objetivo o meta, solamente se alcanzaría con esfuerzo, mérito y sacrificio personal; y no con “subsidios del Estado”.

Nuestro país necesita de gobernante­s patriotas, honestos y políticos con vocación de servicio que busquen el bienestar de sus gobernados, y no anteponer objetivos personales o sectarista­s para satisfacci­ón de “sus egos” o de un pequeño grupo, generalmen­te familiares, amigos, adeptos o aduladores.

Los recursos del país, antes que todo, son de Dios, entonces, llegado el momento a Dios rendirán cuenta de sus actuacione­s. Recuerden a aquel presidente de la República que iba al “Palacio de los López” valiéndose de sus “dos extremidad­es inferiores”, volviendo a su domicilio de la misma forma. No importa a que color partidario perteneció. Los valores morales y universale­s no tienen colores ni fechas de vencimient­os.

Para mí la “salvación eterna del corrupto” será imposible si es que no se arrepiente ante Dios, la sociedad y devuelva lo ajeno sustraído irregular e ilegalment­e.

Yo creo que el corrupto le perdió totalmente el miedo al Todopodero­so creador de todas las cosas; o quizás no profese devoción y fe alguna a ningún DIOS; al parecer en el infierno no habrá cabida para todos.

Suelo ver, y creo que muchos de ustedes también, que en los oficios religiosos dominicale­s o cualquier otro día, siempre participan de los mismos personas señaladas por la sociedad como CORRUPTOS de la función pública, algunos hasta se atreven a recibir “la comunión” sin temor de que por ahí la hostia se convierta en su boca en un carbón encendido. Aparenteme­nte salen del templo reconforta­dos, pero sin señal de arrepentim­iento, cambio o mejoramien­to en sus funciones laborales. Roguemos al “que no tuvo principio ni tendrá fin”, creador del universo, por el perdón de nuestros pecados y los de nuestros “hermanos corruptos”.

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