Salvación eterna de los corruptos
No nos vengan (los políticos partidarios) con el cuento de la “pobreza cero” y menos con “corrupción cero”. La pobreza nunca se acabará porque es parte del “pecado original”, que sabemos de donde proviene y la causa que la originó.
Es el caldo de cultivo para que reine la corrupción. Solo después del “juicio final” se acabarán, o en la “nueva vida” que nos tiene preparada DIOS. Recuerden esto, “ganarás el pan con el sudor de la frente”, que no se refiere solo al trabajo convertido en pan para alimentarnos materialmente, sino a que todo objetivo o meta, solamente se alcanzaría con esfuerzo, mérito y sacrificio personal; y no con “subsidios del Estado”.
Nuestro país necesita de gobernantes patriotas, honestos y políticos con vocación de servicio que busquen el bienestar de sus gobernados, y no anteponer objetivos personales o sectaristas para satisfacción de “sus egos” o de un pequeño grupo, generalmente familiares, amigos, adeptos o aduladores.
Los recursos del país, antes que todo, son de Dios, entonces, llegado el momento a Dios rendirán cuenta de sus actuaciones. Recuerden a aquel presidente de la República que iba al “Palacio de los López” valiéndose de sus “dos extremidades inferiores”, volviendo a su domicilio de la misma forma. No importa a que color partidario perteneció. Los valores morales y universales no tienen colores ni fechas de vencimientos.
Para mí la “salvación eterna del corrupto” será imposible si es que no se arrepiente ante Dios, la sociedad y devuelva lo ajeno sustraído irregular e ilegalmente.
Yo creo que el corrupto le perdió totalmente el miedo al Todopoderoso creador de todas las cosas; o quizás no profese devoción y fe alguna a ningún DIOS; al parecer en el infierno no habrá cabida para todos.
Suelo ver, y creo que muchos de ustedes también, que en los oficios religiosos dominicales o cualquier otro día, siempre participan de los mismos personas señaladas por la sociedad como CORRUPTOS de la función pública, algunos hasta se atreven a recibir “la comunión” sin temor de que por ahí la hostia se convierta en su boca en un carbón encendido. Aparentemente salen del templo reconfortados, pero sin señal de arrepentimiento, cambio o mejoramiento en sus funciones laborales. Roguemos al “que no tuvo principio ni tendrá fin”, creador del universo, por el perdón de nuestros pecados y los de nuestros “hermanos corruptos”.