El concepto que mana
Lourdes Peralta
Un profesor de matemática y física –que también era filósofo– decía: “Lo importante es que tengas claro el concepto, de eso depende que tus resultados sean correctos, viables y liberadores”.
Hoy día, cualquier ciudadano puede expresar sus emociones, sentimientos, pensamientos, en la calidad que sean directa o indirectamente.
¿Pero qué es un concepto? El mismo se define como “unidad básica de pensamiento”, es decir un contenido mental, lo que pensamos de una situación, objeto, persona, etc. y está ligado al lenguaje (hablado y no hablado). También el concepto depende de nuestras experiencias, creemos lo que vivimos en carne propia o lo ajeno que nos sensibilizó espontáneamente. El concepto puede abarcar emociones, valores morales y éticos, ciencia, técnica, sociológica, cultural, entre más.
Decimos “No comparto –o sí– tu manera de pensar”. El pensamiento alberga ideas y conceptos, que suelen utilizarse como sinónimos. En algunos casos concuerdan, en otros no, o deberían más que ser lo mismo, complementarse. Una idea es lo que nosotros representamos en nuestra mente de algo/alguien, mientras que un concepto implica centralmente su definición.
Para poder interpretar todo lo que leemos y vemos, necesitamos orden en ambas cosas: ideas y conceptos. Esta es la única manera de no acabar siendo presas de la manipulación. Los conceptos e ideas son nuestro capital mental e intelectual.
Percibimos diariamente gente angustiada, forzada mentalmente, tanto que, para no enfermar de los nervios, acaba por ceder no solo sus pensamientos sino su capacidad de pensar. Esta entrega voluntaria se logra a través de estrategias de cansancio sobre las personas. Científicamente sabemos que pensar es un trabajo abstracto (requiere método y voluntad) y el cerebro –tal como el cuerpo– si es sedentario, acaba volviéndose perezoso. No está de más decir que necesitamos comer bien para que funcionen nuestros millones de neuronas que se conectan entre sí.
Hoy llegó el tiempo anunciado: el predominio de la cultura visual (fotos, videos, cine, televisión, etc.) que engloba no solamente entretenimiento sino todos los aspectos de la vida colectiva. Pero, aunque muchos jóvenes no lo sepan, sigue viva la cultura textual. Son dos corrientes históricamente en pugna: textual-racional vs. visual-sensorial.
En el siglo XXI, a los embotellamientos en el tráfico de conceptos e ideas, sumamos la nueva cultura, la hipertextual (todo lo que podemos hacer en informática, crear información, compartir enlaces, cambiar, agregar, etc).
Entender todo esto, requiere calma y claridad mental. Empecemos por estudiar lo que es un concepto para poder enriquecerlo en pos del bien común. Sin herramientas internas, no es posible aprender ni comprender, consecuentemente no construiremos una sociedad medianamente equilibrada. Lo fundamental es reconocer la autenticidad de los conceptos, de dónde partimos yo y el otro en un debate o discusión para no acabar en una pelea estéril. Considerando, claro, el tiempo, la cultura y la intención.
Es deber enseñar de padres a hijos, maestros a alumnos –con reciprocidad–, y de toda persona de bien al prójimo. “Yo niego los conceptos que no manan del corazón” (Nazik Al Malaika).