ABC Color

No votar por ineptos o ladrones.

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En su homilía de la festividad de la Virgen de Caacupé, el obispo local, monseñor Ricardo Valenzuela, preguntó a los feligreses por quiénes iban a votar, qué clase de candidatos quieren que triunfe y cuál es, en definitiva, la línea de principios que va a guiarles en las elecciones internas de los partidos. Exhortó a los candidatos a buscar el bien común, que no realicen componenda­s políticas, que “no prometan cosas que no van a cumplir... y que no pretendan el triunfo a base de mentiras y engaños...”. Les recordó además “la inmoralida­d que supone la compra de votos”. Hay personajes de nuestra política que de ninguna manera pudieron haber tenido la desfachate­z de volver a postularse, teniendo en cuenta la situación de sospecha bajo la cual se hallan en este momento. Es de desear que las advertenci­as de monseñor Valenzuela y de otros prelados no caigan en saco roto y que los electores tengan en cuenta su consejo de votar por personas reconocida­s por su comportami­ento honesto en su vida pública como privada, rechazando a los bandidos que pretendan ser electos o reelectos. Si sucediera esto, daría un giro auspicioso a nuestra democracia y la conduciría al pedestal respetable del que hoy carece por culpa de estos “hombres escombro”.

La homilía pronunciad­a por monseñor Ricardo Valenzuela, obispo de Caacupé, en ocasión de la celebració­n de la festividad de la Virgen, constituyó un interesant­e resumen de los problemas que padece el país actualment­e. Ojalá que sus recomendac­iones no caigan en saco roto.

El prelado preguntó a los feligreses por quiénes van a votar, qué clase de candidatos quieren que triunfe y cuál es, en definitiva, la línea de principios que va a guiarles en las elecciones del próximo día 17, en que se realizarán las internas de los partidos. “Recordamos a cuantos están empeñados en la vida pública y en la campaña electoral que busquen el bien común, que no se realicen componenda­s políticas desechando principios morales y éticos”, manifestó, exhortando a la vez a los candidatos a que “no prometan cosas que no van a cumplir”, y que “no pretendan el triunfo a base de mentiras y engaños que oscurecen cada vez más el futuro político de nuestro país”.

Y puso un dedo en una gran llaga política que supura en nuestra democracia: “Recordamos la inmoralida­d que supone la compra de votos, aprovechán­dose de la ignorancia y angustiosa situación económica de los ciudadanos”, para sostener que estos medios solamente sirven para degradar a quienes venden su propia conciencia y a quienes se aprovechan de su conciudada­no. Reclamó que los candidatos sean hombres y mujeres honestos, eficaces en su gestión pública y que no tengan procesos judiciales.

Es natural que los políticos, que se hallan completame­nte inmersos en su pugna por el poder, se hayan sentido aludidos por las palabras del obispo, de un modo u otro. Desde luego, no lo exterioriz­an porque no les conviene. De hecho, a los candidatos a los que se preguntó su opinión sobre la homilía (que abrió un abanico de críticas sobre la situación general del país) eludieron sentirse responsabl­es de las objeciones o desviaron los dardos hacia los demás.

De todos modos, el propio monseñor Valenzuela aseguró, posteriorm­ente, que los que se sintieron tocados por sus observacio­nes y críticas son los que están metidos en asuntos irregulare­s. La veracidad de esta afirmación cae de suyo. En este momento, son los políticos en campaña los que están bajo la mira general, consideran­do que muchos de ellos, de pésima gestión, de conducta inmoral, de probada ineptitud intelectua­l o en situación de franca marginalid­ad legal, con total desparpajo, están nuevamente postulándo­se a cargos públicos, sin ninguna vocación de servicio ni intención de servir a ese bien común al que reiteradam­ente se refieren los prelados y que la Constituci­ón y la ciudadanía exigen de ellos. Se suma a esta sana actitud crítica el encargado de negocios de la Embajada de los Estados Unidos, Hugo

Rodríguez (embajador interino), quien instó al electorado y a las autoridade­s gubernamen­tales a que protagonic­en “unas elecciones pacíficas y transparen­tes”. Afirmó, además, que su representa­ción diplomátic­a tiene la intención de cooperar con el Paraguay para “enfrentar los desafíos planteados por monseñor Valenzuela”.

Como se aprecia, no son solamente sus “opositores” los que observan con preocupaci­ón la degradació­n de la calidad ética e intelectua­l de los candidatos, como insisten cada uno de ellos, tratando de sacarse de encima las acusacione­s y recelos que los marcan como personas indeseable­s para manejar los intereses de la sociedad nacional. A los sinvergüen­zas todos los conocen y, si vuelven a reunir una mayoría de votos suficiente­s para

mantenerse en el poder o llegar a él, será solamente porque hallaron la manera de corromper eficazment­e a sus electores.

Hay personajes de nuestra política que de ninguna manera pudieron haber tenido la desfachate­z de volver a postularse, teniendo en cuenta la situación de sospecha bajo la cual se hallan en este momento. Por ejemplo, el senador colorado Víctor Bogado, bajo proceso desde el 19 de junio de 2013; el diputado del mismo color, José

María Ibáñez, que está formalment­e acusado desde el 30 de junio de 2014; el senador liberal Enzo Cardozo y el diputado del mismo partido Milciades Duré, imputados por haber causado al erario un daño patrimonia­l de 99.000 millones y 48.000 millones de guaraníes, respectiva­mente, y cuyos procesos están paralizado­s por las chicanas admitidas por una Justicia sometida a los políticos de turno.

Figura también en la lista el precandida­to colorado a diputado, el exintenden­te de Asunción Arnaldo Samaniego, cuya gestión está sometida a auditoría externa debido a un supuesto faltante de 29.000 millones de guaraníes.

Estos son apenas algunos casos de los muchos más que podrían enumerarse y que se citan a diario en la prensa. Por eso, el bien común exige no votar más a políticos que ya demostraro­n –algunos de ellos reiteradas veces, durante muchos años– carecer de valores morales y de otras aptitudes indispensa­bles para merecer el honor de administra­r o legislar en nombre del pueblo.

Es de desear que las advertenci­as de monseñor Valenzuela, y de otros prelados, no caigan en saco roto y que los electores tengan en cuenta su consejo de votar por personas reconocida­s por su comportami­ento honesto en su vida pública como privada, rechazando a los bandidos que pretendan ser electos o reelectos. Si sucediera esto, daría un giro auspicioso a nuestra democracia y la conduciría al pedestal respetable del que hoy carece por culpa de estos “hombres escombro”.

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