Acabar entre todos con la lacra del nepotismo.
El presidente argentino, Mauricio Macri, dispuso reducir la cantidad de cargos públicos calificados de “políticos” y prohibió que parientes de los ministros del Ejecutivo sean nombrados funcionarios en cargos gubernamentales. “Tenemos que dar el ejemplo. La austeridad tiene que partir desde la política”, dijo. Estas son medidas de Gobierno sensatas, enérgicas y certeras que piden ser imitadas por los demás países en los que, como en el nuestro, el Estado fue convertido en botín particular de políticos piratas. Una disposición como esa es imperioso aplicarla aquí, donde el nepotismo y el clientelismo se practican descaradamente en los tres Poderes del Estado, en las Gobernaciones y en las Municipalidades. Como se ha publicado en la prensa, los dirigentes políticos que tienen parientes contratados como funcionarios públicos pertenecen a todos los partidos. Existe la Ley N° 5295/14, “que prohíbe el nepotismo en la función pública”, que hasta ahora es letra más que muerta. ¿Quiénes tienen que ponerla en práctica? ¿Los agentes fiscales, estos que, como los tres monos sabios, no ven no hablan, no escuchan? ¿Los jueces y magistrados instalados en sus cargos por padrinos empotrados en el Congreso y el Poder Ejecutivo? Este es uno de los motivos por los que nuestros políticos se afanan tanto en tenerlos sometidos dócilmente a sus dictados.