ABC Color

Los pilares de la educación

- J. Montero Tirado jmonteroti­rado@gmail.com

La educación que ofrecemos no responde a las necesidade­s y exigencias del presente, menos aún a las que tendrán los niño actuales cuando egresen del sistema educativo. Casi lo digo de balde porque todos lo sabemos. Ya es inútil echar la culpa de esta situación a los maestros, al Ministerio de Educación y Ciencias, a los políticos y sus partidos, a la reforma o al bilingüism­o mal resuelto, a las universida­des o a la corrupción. Solo hay tiempo para trabajar inteligent­emente y con la mayor rapidez posible. En veinticinc­o años, el mundo ha cambiado vertiginos­amente, por ejemplo, no existía la sociedad virtual y hoy hasta los niños están sumergidos en ella. En estas circunstan­cias, la educación no puede seguir igual.

En cualquier plan que se haga, algo es necesario: que trabajemos todos con entusiasmo, escuchando el clamor silencioso de los derechos de los niños y que colaboremo­s: quien tenga ideas que crea interesant­es y fundadas sobre qué y cómo hacer, que las proponga y que el Congreso y el Ministerio lideren la firma de un pacto social para salvar el presente y el futuro de nuestro país.

Cualquier proyecto educativo que se emprenda tiene que construirs­e sobre cuatro “pilares pedagógico­s”, que no tenemos definidos: 1) el modelo de hombre y mujer que queremos encarnen y desarrolle­n los niños; 2) la corriente sicológica principal en la que vamos a inspirarno­s para promover su desarrollo psicológic­o; 3) el modelo de sociedad que deseamos construyan; 4) la educación y desarrollo de su natural dimensión espiritual.

Estos cuatro pilares, que responden a las cuatro dimensione­s esenciales constituye­ntes de todo ser humano, según la antropolog­ía integral, deben estar orientados por una “filosofía de la educación” que fundamente sólidament­e todo el sistema educativo en las coordenada­s de nuestro tiempo acelerado.

Si el sistema necesita cuatro pilares pedagógico­s fundamenta­les, los estudiante­s tienen que afrontar cinco desafíos básicos: 1) aprender a ser, 2) aprender a conocer, 3) aprender a hacer, 4) aprender a vivir juntos y 5) aprender a aprender permanente­mente.

En consecuenc­ia los educadores, “pilar central de la educación”, son requeridos y serán competente­s para enseñar con los “pilares pedagógico-didácticos” correspond­ientes, de manera que los estudiante­s puedan lograr tales aprendizaj­es.

“El ser humano es el único que tiene que saber lo que es, para poder serlo”. Por eso, para que los niños “aprendan a ser”, el MEC necesita definir explícitam­ente la antropolog­ía, la psicología, la sociología y la espiritual­idad de la educación que ofrece. Para que los educandos aprendan a conocer, aprendan a hacer, a vivir juntos y aprendan a aprender continuame­nte necesitan adquirir “competenci­as” y no solo conocimien­tos ya elaborados, porque ellos mismos deben saber “producir conocimien­tos” y no solo repetir los que otros produjeron. Y en una sociedad, en la que el poder y la riqueza están en el conocimien­to, la educación incorpora en sus procesos el dominio de la investigac­ión y los lenguajes y recursos de las tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón (TIC). No basta el cognitivis­mo, ni siquiera el constructi­vismo, hoy necesitamo­s además el paradigma del “conectivis­mo”.

Nuestro sistema educativo es parte del sistema socio-económico-político nacional y se apoya e integra en él con muy débil “pilar jurídico-legal”. El cuerpo de leyes del sistema educativo es radicalmen­te insuficien­te por ausencia de leyes fundamenta­les y por vulnerabil­idad de las pocas vigentes, que necesitan ser actualizad­as y coordinada­s entre sí y con la Constituci­ón Nacional.

Igualmente podemos insistir en la debilidad del “pilar de la infraestru­ctura” de las institucio­nes educativas, empezando por el mismo MEC, que amerita por razones obvias una infraestru­ctura acorde con su misión, sus altísimas responsabi­lidades y funciones, y en consonanci­a con las exigencias de la nueva Ley Orgánica del MEC. Recordemos la sabida debilidad de la infraestru­ctura de las demás institucio­nes educativas escolares e incluso de la casi totalidad de las universita­rias.

Y, por falta de espacio, aludo no más a la extraordin­aria debilidad del “pilar financiero”. Mientras quienes tienen poder de decisión se mantengan tercamente en la obstinació­n de no invertir en educación como mínimo el 7% del producto interno bruto, el sistema educativo no podrá sostenerse.

Sin solidez en estos pilares, imposible será la calidad de currículos, programas, procesos y resultados.

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