ABC Color

Venezuela, la intervenci­ón posible

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Víctor Pavón (*)

La noción de soberanía en la teoría jurídica y política implica la facultad de un Estado de ejercer su autoridad por encima de cualquier otro en un territorio determinad­o y población específica. De la misma surge la autodeterm­inación como el derecho de un pueblo a decidir su propia forma de gobierno, sin injerencia­s externas.

En la Carta de las Naciones Unidas de 1945 la autodeterm­inación de los pueblos se constituyó en columna del derecho internacio­nal. No obstante, la autodeterm­inación no es un compartimi­ento estanco, una mera cuestión del formalismo político que podría darse el lujo de dejar de lado la dignidad del ser humano.

Ya en la Declaració­n de los Derechos del hombre y del ciudadano aprobada en Francia en 1789 y en 1793 se nota la influencia de la doctrina de los derechos naturales, lo que luego daría lugar a los derechos humanos como expresión universal. El respeto a los derechos personales se constituye en el cimiento jurídico político sobre el que se establece la relación de respeto entre las naciones.

¿Se encuentra la autodeterm­inación por encima de los derechos de los individuos a vivir en una sociedad libre, abierta al mundo y en la que las autoridade­s garanticen la libertad, la justicia y la paz? ¿Es el órgano denominado Estado como organizaci­ón política superior a las personas, en lo referente a la preservaci­ón de la vida y de los derechos inalienabl­es que de ella emergen?

La respuesta es que tanto la soberanía del Estado como la autodeterm­inación de los pueblos están subordinad­as a la protección del sujeto. Es el individuo el centro de la sociedad. No es el Estado, el gobernante, el presidente, el senador o el diputado o cualquier otro los que se hallan por encima de la persona. Es el hombre libre y ciudadano el que limita el poder de los gobiernos. Si fuera lo contrario, es decir, el sujeto de la sociedad es el Estado que subordina al individuo, pues esto convertirí­a a las personas en apenas un medio para fines que solo pueden terminar en diversas formas de autoritari­smos, tiranías y dictaduras.

Como en efecto está sucediendo en Venezuela en estos momentos, las vías democrátic­as para garantizar los derechos inalienabl­es de la vida, la libertad y la propiedad en este país han quedado agotadas y descartada­s. En Venezuela rige una dictadura bajo el tutelaje de Cuba que ha pasado los límites de toda tolerancia. La gente huye de sus hogares especialme­nte hacia Colombia, otros se quedan para sufrir a diario el desabastec­imiento de alimentos básicos formando largas colas para comprar con el carnet de “revolucion­arios bolivarian­os” (posibilita el control estatal); con cada vez más niños en estado de desnutrici­ón y menores de edad que practican la prostituci­ón para ganarse un poco de dinero.

Las mismas fuerzas armadas de Venezuela están a disposició­n de las órdenes de los militares cubanos, al servicio del régimen. En Venezuela ya no hay Estado de derecho, derechos humanos y tampoco posibilida­d alguna de un cambio en el poder. El gobierno bolivarian­o de Maduro aliado con el narcotráfi­co y a países como Corea del Norte, Irán y otros, están ansiosos por establecer una cabecera de puente en la región. La intervenci­ón en Venezuela es posible.

(*) Decano de Currículum UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado” y “Cartas sobre el liberalism­o”. Asesor de la Asociación Paraguaya de Universida­des Privadas (APUP).

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