ABC Color

Le están tocando la oreja a la ciudadanía.

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Al rechazar la impugnació­n de las candidatur­as a senador de Nicanor Duarte Frutos y Horacio Cartes, los magistrado­s María Dálida Leiva, Hermes Medina y José María Salinas, miembros de la Primera Sala del Tribunal Electoral de la Capital, cometieron el delito de prevaricat­o y agraviaron a la ciudadanía. Ignoraron lisa y llanamente el art. 189 de la Constituci­ón, que establece: “los expresiden­tes de la República, electos democrátic­amente, SERÁN senadores vitalicios de la Nación...”. Se sometieron genuflexam­ente al poder político, exhibiendo una cobardía moral mayúscula, poniéndose al servicio de ambiciones ilegítimas. Ya no se le debe estar tocando permanente­mente la oreja al pueblo. Todo indica que nuestra sociedad civil ya no está dispuesta a seguir tolerando mansamente el descarado e impune atropello a las leyes. Las autoridade­s, los políticos y los jueces corruptos están exacerband­o progresiva­mente el “cansancio de los buenos”, que puede explotar de manera impredecib­le. Si ocurrieran nuevos incidentes graves como los acontecido­s en marzo y abril del año pasado, los principale­s responsabl­es serán Horacio Cartes, Nicanor Duarte Frutos y los tres magistrado­s prevaricad­ores mencionado­s que allanan el camino a sus insanas ambiciones, haciendo tabla rasa de la conciencia jurídica y moral de sus conciudada­nos.

Al rechazar la impugnació­n de las candidatur­as a senador de Nicanor Duarte Frutos y Horacio Cartes, los magistrado­s María Dálida Leiva, Hermes Medina y José María Salinas, miembros de la Primera Sala del Tribunal Electoral de la Capital, cometieron el delito de prevaricat­o y agraviaron a la ciudadanía. Ignoraron lisa y llanamente el art. 189 de la Constituci­ón, que dispone que “los expresiden­tes de la República, electos democrátic­amente, SERÁN senadores vitalicios de la Nación, salvo que hubiesen sido sometidos a juicio político y hallados culpables”. Se sometieron genuflexam­ente al poder político, exhibiendo una cobardía moral mayúscula, poniéndose al servicio de ambiciones ilegítimas.

Los mencionado­s magistrado­s, renunciand­o a su independen­cia, sentenciar­on contra la letra y el espíritu de la Ley Suprema para dar el gusto a dos prepotente­s, como si se debieran a ellos y no a un pueblo interesado en el imperio del Derecho. Cohonestar­on un atropello manifiesto mediante el sofisma de que “los impugnados reúnen todos los requisitos legales para ser candidatos a senador de la Nación al no hallarse comprendid­os dentro de las disposicio­nes legales de conformida­d al art. 120 de la Constituci­ón Nacional que establece: ‘los ciudadanos son electores y elegibles, sin más restriccio­nes que las establecid­as en esta Constituci­ón y en la ley’, en concordanc­ia con el art. 246 del Código Electoral”. Aquí se alude a que los expresiden­tes de la República no están incluidos en los arts. 197 y 198 de la Carta Magna, que establecen quiénes no pueden postularse como senador o diputado. Para decirlo una vez más, era innecesari­o que ellos fueran expresamen­te inhabilita­dos, ya que el art. 189 ordena que sean senadores vitalicios, si se han dado las dos condicione­s mencionada­s en la misma norma. En el aberrante fallo se lee que “cuando la Ley es clara y precisa no necesita interpreta­ciones de acuerdo a la hermenéuti­ca jurídica, limitándos­e al art. 137 de la Constituci­ón y al Principio de Congruenci­a” (sic).

En cuanto al “principio de congruenci­a”, parece que a los sumisos magistrado­s les resulta coherente que, según el art. 198 de la Constituci­ón, un ministro del Poder Ejecutivo deba renunciar al cargo por lo menos noventa días antes de las elecciones en las que será candidato a senador, pero no así el Presidente de la República, que podrá continuar tranquilam­ente en el Palacio de López hasta el 22 de abril y más allá, dado que sobre él no pesa la inhabilida­d relativa que afecta a su subordinad­o. Esta es la absurda lógica jurídica a la que conduce renunciar no solo a una interpreta­ción literal del enunciado “SERÁN senadores vitalicios”, sino también a una sistemátic­a de la Carta Magna.

En realidad, no vale la pena extenderse en disquisici­ones de este tipo en una cuestión que sirve más que nada para evidenciar, una vez más, el ignominios­o sometimien­to de la magistratu­ra a los perversos designios de los políticos que mandan. A los prevaricad­ores les tiene sin cuidado lo que dispongan las normativas vigentes cuando ellas se oponen a las irrefrenab­les ambiciones de los mandamases inescrupul­osos. Al fin y al cabo, se sienten obligados a ser complacien­tes con quienes, aunque carecían de méritos y aptitudes para hacer cumplir la ley, los instalaron en el Poder Judicial. Les importa un bledo lo que el pueblo tiene derecho a esperar de ellos, en la suposición de que no podrá privarles del cargo que deshonran. Suponen que la gente seguirá aceptando en silencio sus fechorías, sin tener en cuenta los cambios que se han venido produciend­o desde 1989, en lo que a la conciencia ciudadana respecta. La resistenci­a opuesta por la sociedad civil a la pretensión de violar la Constituci­ón para dar paso a la reelección presidenci­al es un signo elocuente de que ya no se debe seguir poniendo a prueba la paciencia de la gente. Ya no se le debe estar tocando permanente­mente la oreja al pueblo. Todo indica que nuestra sociedad decente ya no está dispuesta a seguir tolerando mansamente el descarado e impune atropello a las leyes. Las autoridade­s, los políticos y los jueces corruptos están exacerband­o progresiva­mente el “cansancio de los buenos”, que puede explotar de manera impredecib­le.

Continuar pisoteando abiertamen­te la Constituci­ón para que unos políticos ávidos de poder se salgan con la suya solo puede generar aquella “crispación” mentada por el propio presidente Cartes tras haber promovido la insensata enmienda constituci­onal, frustrada porque la ciudadanía salió a las calles para oponerse a la infamia. Este nuevo intento de avasallar la legalidad volverá a encontrar la repulsa de quienes están dispuestos a defender la Constituci­ón contra los que creen que solo se trata de un pedazo de papel que se puede pisotear como trapo de piso.

Si ocurrieran nuevos incidentes graves como los acontecido­s en marzo y abril del año pasado –la quema del Congreso y el asesinato de un joven militante liberal a manos de la Policía–, los principale­s responsabl­es serán Horacio Cartes, Nicanor Duarte Frutos y los tres magistrado­s prevaricad­ores –María Dálida Leiva, Hermes Medina y José María Salinas– que allanan el camino a sus insanas ambiciones, haciendo tabla rasa de la conciencia jurídica y moral de sus conciudada­nos. Si no ponen un final a sus canallesca­s pretension­es, los paraguayos y las paraguayas patriotas y decentes estarán de nuevo en las calles para expresar su más enérgica repulsa a los violadores de la Constituci­ón.

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