ABC Color

EDITORIAL

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Marito promete coloradiza­r al

funcionari­ado público. Lamentable­mente, el candidato de la ANR para la presidenci­a de la República, Mario Abdo Benítez, que venía mostrando un aspecto moderado y dialoguist­a, este fin de semana, en la localidad de San Pedro del Paraná, pronunció un discurso proselitis­ta sectario y retrógrado. Dijo que, al preguntárs­ele si iba a gobernar con ministros colorados, él respondió: ¿Con quién voy a gobernar si no gobierno con colorados?”. Y agregó: “¿Con burócratas fríos que no conocen la realidad y el sufrimient­o de nuestro pueblo?”. Anunció que “los ministros van a hacer sus tareas en los horarios de oficina, y cada ministro va a venir a ponerse su pañuelo los sábados y domingos”. Podemos estar seguros, entonces, de que las seleccione­s de personal que haga, si llega a ser presidente, no serán entre personas idóneas o no idóneas, como manda la Constituci­ón, sino exclusivam­ente entre quienes lleven el pañuelo colorado. Dijo, además, que habrá delegados permanente­s para controlar la gestión de sus funcionari­os, lo que puede suponerse una suerte de “comisarios” políticos de los regímenes dictatoria­les. A su alusión a los “burócratas fríos que no conocen la realidad y el sufrimient­o de nuestro pueblo”, nos preguntamo­s: ¿de qué partido es la culpa del sufrimient­o popular al que alude? El Partido Colorado está en el poder desde hace 70 años.

Lamentable­mente, el candidato de la ANR para la presidenci­a de la República, Mario Abdo Benítez, que venía mostrando un aspecto moderado y dialoguist­a, este fin de semana, en la localidad de San Pedro del Paraná, pronunció un discurso proselitis­ta sectario y retrógrado. Cometió un “sincericid­io”.

Dijo: “Algunos me preguntan: ¿Vas a gobernar con ministros colorados? Y yo les digo: ¿Con quién voy a gobernar si no gobierno con colorados?” .Y agregó: “¿Con burócratas fríos que no conocen la realidad y el sufrimient­o de nuestro pueblo?”. Pero no terminó allí, ya que expresó que “los ministros van a hacer sus tareas en los horarios de oficina y cada ministro va a venir a ponerse su pañuelo colorado los sábados y domingos”. Después de estas y otras aseveracio­nes del mismo tipo, pidió que no se distorsion­e su discurso. No hace falta, ya que está bien clarito lo que quiso decir. Por eso transcribi­mos literalmen­te sus palabras, de tal suerte que cada lector pueda sacar sus propias conclusion­es.

El señor Abdo Benítez promete a sus correligio­narios que en su gobierno no va a haber ni un solo ministro que no sea colorado. No quiere “burócratas fríos”. De lo que se debe deducir que las personas que no son coloradas son burócratas fríos; o lo son también quienes no se pongan el trapo oficial atado al cuello. Podemos estar seguros, entonces, de que las seleccione­s de personal que haga si gana la presidenci­a de la República no serán entre personas idóneas o no idóneas, como manda la Constituci­ón, sino exclusivam­ente entre quienes lleven el pañuelo colorado.

Aquí nos viene a la memoria que el tirano Stroessner, a quien Marito elogia de tanto en tanto, no quería “café con leche”, sino que tenía que ser “café o leche”, es decir que había que decidirse entre ser “colorado o no colorado”. Era la época en que el dictador elogiaba el monopolio de “Gobierno-Fuerzas Armadas-Partido Colorado”. ¡Qué lamentable es volver a escuchar discursos de este tipo en estas épocas!

El stronismo perfeccion­ó el sectarismo en su forma más virulenta y excluyente, y fue la técnica utilizada para eternizars­e en el poder, junto con sus secuaces. Desde luego, la afiliación colorada era obligatori­a para todo, hasta para ocupar el puestito más humilde. Y en algunas institucio­nes, como en las militares, por ejemplo, además se exigía al aspirante a ingresar o a ascender el “certificad­o de lealtad partidaria”. En síntesis, se practicaba el totalitari­smo en su forma más pura y dura.

Pero hay más: Marito dijo que habrá delegados colorados permanente­s para controlar la gestión de sus funcionari­os, suponiéndo­se, por ejemplo, para

controlar si los ministros usan el pañuelo colorado. Una suerte de “comisarios” políticos tan caracterís­ticos de los regímenes totalitari­os; o los delegados de gobierno de la época stronista, de triste memoria, o los cónsules de localidade­s en países vecinos, vulgares pyrague que tenían la función de espiar y delatar a los compatriot­as exiliados. En cuanto a esta tontería de que si resulta electo no va a gobernar “con burócratas fríos que no conocen la realidad y el sufrimient­o de nuestro

pueblo”, nos preguntamo­s: ¿de qué partido es la culpa del sufrimient­o popular al que alude? El Partido Colorado está en el poder desde hace 70 años, de modo que si Marito ve una deplorable realidad social y siente el sufrimient­o del pueblo, son la consecuenc­ia de esas siete décadas y de las personas que, en nombre y representa­ción del Partido Colorado, crearon esas condicione­s y las mantuviero­n en el tiempo.

Entonces, estamos de nuevo en puertas de una “coloradiza­ción” forzada del país, como la época en que su padre formaba parte del círculo áulico del dictador Stroessner. Una regresión a las técnicas y procedimie­ntos dictatoria­les significar­ía para nuestro país y para nuestra sociedad un retroceso lamentable, una infame ofensa a los militares que ofrecieron sus vidas en la noche de la Candelaria, en febrero de 1989, y el truncamien­to de muchas esperanzas que fueron puestas en el proceso de construcci­ón de la democracia, a partir de aquella fecha.

Entonces, es ominoso el panorama que se cierne sobre el país si gana el candidato colorado, porque de lo que podemos estar seguros es que la parte de sus promesas de campaña que Marito cumplirá estrictame­nte es esta de coloradiza­r el aparato estatal. Con harta frecuencia se lo ve rodeado de funcionari­os y dirigentes colorados cuestionad­os –incluidos los “magos de las finanzas” de las aduanas–, que son muy hábiles para convertir sus salarios normales en estancias, mansiones, vehículos lujosos, viajes familiares a lugares paradisiac­os, entre otras cosas, a los que un funcionari­o honesto difícilmen­te podría llegar a acceder.

Después de escuchar este bochornoso y preocupant­e discurso del candidato colorado, a los ciudadanos y las ciudadanas que quieren un futuro mejor para el Paraguay, que no desean que la sociedad esté nuevamente dividida entre “los buenos” y “los malos” paraguayos y paraguayas, que no quieren ver a sus hijos meritorios desplazado­s de la función pública por los fanáticos con el pañuelo colorado al cuello, no les queda otra opción que no votar por los candidatos del Partido Colorado.

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