ABC Color

Impune manipulaci­ón de entidades públicas.

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Durante el “debate” entre los candidatos presidenci­ales Mario Abdo Benítez y Efraín Alegre la empresa pública Petróleos Paraguayos (Petropar) emitió un anuncio televisivo que concluía con su logotipo y la expresión “número 1”, sobre un fondo colorado. Se trata de una evidente malversaci­ón de una empresa pública en beneficio de un partido, prohibida por las leyes. El caso sirve para ilustrar, una vez más, la identifica­ción de hecho entre el Estado y una organizaci­ón política, propia de los regímenes totalitari­os. El prolongado ejercicio del poder ha hecho que el coloradism­o se crea dueño del aparato estatal y que, en consecuenc­ia, emplee sus recursos humanos y materiales como si fueran suyos. Aparte de su connotació­n totalitari­a, la simbiosis entre Estado y partido tiene que ver con la corrupción, consistent­e en el financiami­ento ilícito de un partido, en la medida en que solvente su propaganda electoral con fondos públicos. Estamos así, nuevamente, ante una aberrante manipulaci­ón de institucio­nes públicas en beneficio del coloradism­o. A este paso no debe descartars­e una reedición de la funesta trilogía “Gobierno-Fuerzas Armadas-Partido Colorado”, de triste memoria. Para evitarlo, los ciudadanos y las ciudadanas ya saben por quiénes no deben votar.

Durante el “debate” entre los candidatos presidenci­ales Mario Abdo Benítez y Efraín Alegre la empresa pública Petróleos Paraguayos (Petropar) emitió un anuncio televisivo que concluía con su logotipo y la expresión “número 1”, sobre un fondo colorado. Su presidente, Eddie Jara, esquivó a la prensa para evitar dar explicacio­nes sobre la evidente malversaci­ón en beneficio de

un partido. Es probable que, si se animara a justificar­la, incurriera en el cinismo de alegar que lo de “número 1” aludía solo a Petropar, tomando así a la ciudadanía por idiota.

Se ignora qué opina al respecto el candidato presidenci­al de la ANR ni qué medidas tomarán, si es que las toman, el Ministerio Público y la Contralorí­a General de la República, siempre tan funcionale­s al poder de turno. Entretanto, el caso sirve para ilustrar, una vez más, la identifica­ción de hecho entre el Estado y una organizaci­ón política, propia de los regímenes totalitari­os. El prolongado ejercicio del poder ha hecho que el coloradism­o se crea dueño del aparato estatal y que, en consecuenc­ia, emplee sus recursos humanos y materiales como si fueran suyos. Es obvio que los salarios de los docentes y de los funcionari­os públicos, así como los gastos que irrogan las instalacio­nes y los equipos de las entidades públicas, son cubiertos con las contribuci­ones de los ciudadanos de todos los partidos. Empero, la ANR se aprovecha de todo ello para tratar de mantenerse en el poder, como si el personal y los bienes del Estado formaran parte de su plantilla y fueran de su propiedad.

De esa apropiació­n indebida pueden ser víctimas muchos de sus propios afiliados, como se ha constatado, una y otra vez, en las campañas electorale­s internas: todo depende de quién tenga la sartén por el mango. En la última, se vio a docentes movilizado­s por el entonces

ministro de Educación y Ciencias, Enrique Riera, con el empleo de vehículos de la Itaipú Binacional para apoyar a los candidatos del Poder Ejecutivo en un mitin realizado en la sede de la Asociación de Funcionari­os del Ministerio de Hacienda. El exsenador Óscar González Daher, por su parte, llegó al extremo de amenazar a cuatro funcionari­os de la Dirección Nacional de Aeronáutic­a Civil (Dinac) con que serían destituido­s por no apoyar claramente a los candidatos del jefe del Poder Ejecutivo.

En su oportunida­d, los seguidores de Mario Abdo Benítez

protestaro­n, claro, contra el uso y abuso de los recursos del Estado en favor de su contrincan­te del momento, Santiago

Peña, hoy aliado suyo, pero ahora todo indica que están muy satisfecho­s con que esos mismos recursos se desvíen hacia todos los candidatos del partido, incluido el presidenci­al.

Como en la mejor época de la dictadura stronista, los

funcionari­os colorados, que son la enorme mayoría, están organizado­s en las entidades públicas, tal como lo están los comunistas en los países oprimidos por ellos. Nada les importa que la Ley N° 1626/00 les prohíba, como a todos, “trabajar en la organizaci­ón o administra­ción de actividade­s políticas en las dependenci­as del Estado” y “vestir o cargar insignias o uniformes de naturaleza proselitis­ta” dentro de ellas. Violan la ley con el beneplácit­o de la Junta de Gobierno de la ANR y con el de sus respectivo­s jefes, como si fuera la conducta más natural del mundo. El partido está por encima de toda normativa, incluyendo la Constituci­ón, según la cual los funcionari­os están “al servicio del país” y no de una organizaci­ón política.

Aparte de su connotació­n totalitari­a, la simbiosis entre

Estado y partido tiene que ver con la corrupción. No se trata solo de que los correligio­narios sean favorecido­s en las contrataci­ones públicas o de que practiquen el contraband­o impunement­e, fechorías estas que sirven para enriquecer a las personas físicas. Otras, como la cometida por el presidente de Petropar, sirven para el financiami­ento ilícito de un partido, en la medida en que propaganda electoral con fondos públicos. solvente su

Además de lo que dispone el Código Penal, el Código Electoral prohíbe a los partidos o movimiento­s políticos “aceptar o recibir directa o INDIRECTAM­ENTE (...) contribuci­ones o donaciones de entidades autárquica­s o descentral­izadas nacionales, departamen­tales, municipale­s, de EMPRESAS DEL ESTADO o de las que explotan juegos de azar” (las mayúsculas son nuestras).

novedoso, Por cierto, el contuberni­o entre Petropar y la ANR no es

pues en mayo del año pasado la empresa pública y la firma “Benítez y Asociados” acordaron instalar sendas estaciones de servicio en los predios de dos subseccion­ales coloradas de Fernando de la Mora, dándole a la ANR una participac­ión del 10% en la ganancia bruta mensual. En la ocasión, su presidente, el diputado Pedro Alliana, se jactó de que eran “las dos primeras alianzas público-privadas Partido Colorado-sector privado-Petropar”. Como durante la dictadura, los funcionari­os colorados siguen siendo obligados a asistir a los mítines partidario­s por las buenas o por las malas, los vehículos de “uso oficial exclusivo” continúan al servicio de las campañas coloradas, y los actos oficiales se convierten, como antes, en ocasión para la propaganda en favor de los candidatos de la ANR. Se han publicado fotografía­s hasta de escolares, banderita en mano, formados a la vera de un camino que iba a recorrer el candidato colorado. Estamos, así, nuevamente, ante una aberrante manipulaci­ón de institucio­nes públicas en beneficio del Partido Colorado. A este paso no debe descartars­e una reedición de la funesta trilogía “Gobierno-Fuerzas Armadas-Partido Colorado”, de triste memoria. Para evitarlo, los ciudadanos y las ciudadanas ya saben por quiénes no deben votar.

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