ABC Color

Los motivos de una derrota

- Mcaceres@abc.com.py

Marcos Cáceres Amarilla

El resultado de las elecciones del próximo 22 de abril, cualquiera sea, tendrá explicacio­nes no muy difíciles de entender. Lo que está ocurriendo en el país está a la vista de todos, más allá de lo que quieran pintar los candidatos y sus equipos.

Si cae derrotada la dupla Mario Abdo Benítez-Hugo Velázquez, dirán los analistas que, teniendo todo a favor después de la interna, el candidato colorado cometió el error de adherirse a Horacio Cartes, que cargaba con el desgaste y el desprestig­io de un gobierno que no convenció a la gente. De hecho, su candidato perdió en la interna, pese a lo cual Abdo Benítez fue a pactar con él y lo dejó prácticame­nte tomar el comando de la campaña. Por si fuera poco, anunció anticipada­mente que mantendría a algunos ministros del gabinete del gobierno de Horacio Cartes, al que antes había calificado como un fracaso. Todo lo cual, evidenteme­nte, cayó muy mal en el electorado, que optó por castigarlo en las urnas.

Dirán también que la ciudadanía percibió la falta de liderazgo de Abdo Benítez, no solamente por haberse dejado avasallar por quien había derrotado electoralm­ente, sino porque también dio signos de debilidad, al no poder mantener unida ni siquiera a su bancada en el Senado y dejó en evidencia que no tenía la fuerza o la voluntad política para expulsar a un candidato como Óscar González Daher que, desafiando su “liderazgo”, permaneció en la lista y contribuyó en forma decisiva para el resultado negativo.

También erró al revelar que solamente gobernaría con y para los colorados, perdiendo así la mayor parte del voto independie­nte. Para peor, en los últimos días de la campaña apeló en forma desesperad­a y sin sonrojarse al “sentimient­o” antes que a la racionalid­ad del electorado, dando por sentado que si sus potenciale­s votantes razonaban un poco no lo respaldarí­an en las urnas.

Si pierde la dupla Efraín Alegre-Leo Rubin, los análisis dirán que no eran los candidatos adecuados en esta coyuntura, en especial Alegre, para un electorado independie­nte desencanta­do de los políticos en general.

Señalarán además que su condición de liberal prácticame­nte hacía descartar que tuviera el respaldo de votantes colorados por más disgustado­s que estos estuvieran con el candidato de su partido que pisoteó su discurso de la interna.

Dirán de Alegre que no supo explotar ni aprovechar las debilidade­s de la candidatur­a colorada, no solamente de la dupla presidenci­al, conformada por un heredero del stronismo y un exfiscal con antecedent­es oscuros, sino también de una lista de senadores de pésima reputación y antecedent­es.

Señalarán que la Alianza no tuvo la astucia o la capacidad para hacer evidente que votar a Abdo Benítez era lo mismo que votar a Cartes, porque este seguiría manejando las riendas del poder, según los indicios que daba el propio candidato.

Se dirá que, al no ser capaz Alegre de lograr consenso en su partido, los votantes percibiero­n que tampoco lograría consensos estando en el ejercicio del poder.

Cualquiera sea el ganador, no habrá lugar para mucha euforia y si para muchas dudas, lo cual no debería verse como muy negativo. El buen andar del país no depende enterament­e de quienes están en el Gobierno. Una ciudadanía atenta, que reacciona ante los despropósi­tos, que critica y que se involucra, sin aceptar imposicion­es, mala administra­ción o impunidad como si fueran una tropa mansa y obediente será un contrapeso decisivo.

Quien gane el domingo debe saber que el poder que dan las urnas se puede evaporar rápidament­e, si muestra no ser lo que pretendió vender o que es corrupto, ignorante, o que no está a la altura para el cargo. O si no, que le pregunten a Cartes.

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