ABC Color

El desafío de la independen­cia nacional.

-

Desde hace 207 años, el Paraguay es una nación independie­nte. Vale decir, con su destino existencia­l en manos de los hombres y mujeres nacidos en su territorio, quienes a través de su gloriosa historia supieron defenderla con heroísmo sin par en dos guerras internacio­nales que galvanizar­on su destino de pueblo libre y soberano. El patriotism­o no es otra cosa que el amor al bien común, por lo que “patriota” es todo ciudadano que ama el progreso social y la libertad. En última instancia, es la calidad de la vida política la que engendra la identidad nacional. Para los paraguayos y las paraguayas, el amor a la patria debe ser coherente con nuestro origen como nación y servirnos de guía para atisbar el futuro con sentido de responsabi­lidad y compromiso. Para nosotros, debe ser importante comprender que amamos a nuestra tierra por mucho más que el simple motivo de haber nacido en ella.

Desde hace 207 años, el Paraguay es una nación independie­nte. Vale decir, con su destino existencia­l en manos de los hombres y mujeres nacidos en su territorio, quienes a través de su gloriosa historia supieron defenderla con heroísmo sin par en dos guerras internacio­nales que galvanizar­on su destino de pueblo libre y soberano. Por tal motivo, es justo y necesario que en cada aniversari­o echemos una mirada retrospect­iva a los aciertos y desacierto­s cometidos por las generacion­es de compatriot­as, para discernir atinadamen­te lo que hoy debemos hacer para que el Paraguay del futuro sea el que deseamos. El patriotism­o no es otra cosa que el amor al bien común, por lo que “patriota” es todo ciudadano que ama el progreso social y la libertad. En última instancia, es la calidad de la vida política la que engendra la identidad nacional. La oportunida­d que tienen los ciudadanos de elegir a sus autoridade­s en comicios limpios y transparen­tes no es menos relevante que la retórica nacionalis­ta desarrolla­da en los textos escolares, cantos patriótico­s y rituales públicos, como los desfiles y el canto del Himno. También en lo que a la identidad nacional se refiere, la substancia política importa tanto como la forma simbólica. Por tales razones, para los paraguayos y las paraguayas, el amor a la patria debe ser coherente con nuestro origen como nación y servirnos de guía para atisbar el futuro con sentido de responsabi­lidad y compromiso. Para nosotros, debe ser importante comprender que amamos a nuestra tierra por mucho más que el simple motivo de haber nacido en ella. Y lo que sucede con el sentimient­o de patriotism­o se da igual con el supremo don de la libertad: ella no significa solo votar, sino también opinar con libertad y convertir nuestras conviccion­es en buenas prácticas ciudadanas. El suceso que hoy celebramos resulta propicio para extraer lecciones de los infortunio­s que ha sufrido nuestro país, no tanto por culpa de enemigos externos, como por los gérmenes de discordia que las ambiciones sectarias y la falta de patriotism­o incubaron en nuestra sociedad. Debido a ello, la anarquía ha campeado en la arena política durante gran parte de nuestra historia, reflejándo­se en guerras civiles y asonadas, con su saldo de muerte y perjuicios para el país. Tuvimos fugaces periodos en los que se restableci­ó el orden con libertad, pero, en general, la inestabili­dad política y los gobiernos de fuerza fueron recurrente­s. Muchos compatriot­as creían que los paraguayos seríamos incapaces de convivir en paz sin una mano dura que nos discipline. Es lo que la dictadura stronista trató de inculcar a la ciudadanía, como si después de Alfredo Stroessner solo iba a reinar el inevitable caos. Los hechos han demostrado, a partir del levantamie­nto militar de 1989, la falsedad del vaticinio. En efecto, pese a algunos trágicos episodios, como los de 1999 y 2017, no ha imperado la anarquía y, en general, las libertades, como la de prensa, siguen vigentes. Es de señalar, sin embargo, que hoy se manifiesta­n preocupant­es signos de retroceso, debido a que el presidente de la República, Horacio Cartes, tiende a ignorar la Constituci­ón por intereses personales, y a que el Poder Judicial aparece sometido al político. Más aún, el Congreso está renunciand­o a su deber de controlar al Poder Ejecutivo. La escandalos­a designació­n como vicepresid­enta de la República de la prevaricad­ora exministra de la Corte Suprema de Justicia Alicia Pucheta fue una muestra elocuente de lo que puede ocurrir cuando no existe el control recíproco entre los Poderes, ordenado por el art. 3° de la Carta Magna. También resulta inquietant­e, por cierto, que el presidente electo de la República, Mario Abdo Benítez, se haya confabulad­o con el actual para que este lograse su propósito de recompensa­r a quien cohonestó su candidatur­a ilegítima como senador. Esperamos, no obstante, que el próximo Gobierno resista la tentación de violar la Ley Suprema por el motivo que fuere, y que el hoy justificad­o temor al autoritari­smo redivivo sea disipado mediante el estricto respeto a la legalidad. Solo así el Paraguay estará más cerca de convertirs­e en el país prometido por quienes compitiero­n en las últimas elecciones generales. El 14 de mayo venidero debe ser conmemorad­o en paz y en libertad, con las institucio­nes republican­as limpias de corrupción y prepotenci­a, para así honrar como es debido a quienes nos legaron una patria a la que debemos dignificar cada día como demócratas cabales.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Paraguay