ABC Color

Se aprestan a rifar otra vez la soberanía nacional en Yacyretá.

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Tras el fin de la tiranía y el advenimien­to de la libertad, la ciudadanía esperaba que los gobernante­s democrátic­amente electos iniciaran una tenaz defensa de los intereses nacionales vulnerados en los emprendimi­entos hidroeléct­ricos binacional­es por quienes a la fuerza nos convirtier­on en “prisionero­s geopolític­os” a merced de sus intereses. Lamentable­mente, en vez de adoptar una estrategia diplomátic­a patriótica y firme, los timoratos pero codiciosos gobernante­s que se sucedieron en el poder desde entonces, optaron por una política exterior bilateral sumisa y mendicante, proclive a claudicar ante la más mínima presión de la diplomacia coercitiva de Brasil y Argentina en las usinas hidroenerg­éticas. El más reciente y condenable caso de claudicaci­ón diplomátic­a de soberanía por parte del Gobierno paraguayo lo constituye­n las notas reversales referentes a la modificaci­ón de los Anexos A y C del Tratado de Yacyretá, remitidas el 4 de los corrientes al Senado, luego de tres años de la firma de la primera y a nueve meses de la segunda. A expreso pedido del Poder Ejecutivo, el Senado tiene previsto tratarlas hoy. Este extraño apuro solo puede explicarse si el proyecto Aña Cua forma parte del paquete de negociados que vienen saliendo a la luz, y que se están tratando de concretar a los apurones para que las actuales autoridade­s vayan a sus casas con los bolsillos bien forrados.

Solo una nación vencida en guerra se resigna a aceptar el despojo de su soberanía, como nos sucediera en la Guerra de la Triple Alianza, cuando Argentina y Brasil nos arrebataro­n vastos territorio­s tras la hecatombe de Cerro Corá. En las mesas de negociacio­nes diplomátic­as bilaterale­s rara vez se dan resultados en blanco y negro para una y otra parte. Antes que salir ganancioso, el objetivo es alcanzar una avenencia aceptable para ambos, en función de los intereses nacionales en juego. Aunque puede haber diferencia­s en ganancias relativas, las negociacio­nes diplomátic­as implican un imperfecto resultado de ganar-ganar para ambas partes. Vale decir, no debe haber un perdedor neto.

Sin embargo, esto no es lo que ha sucedido en las negociacio­nes diplomátic­as del Paraguay con Brasil y Argentina comenzando por los leoninos Tratados de Itaipú y Yacyretá, firmados por el régimen dictatoria­l de Alfredo Stroessner a espaldas de la voluntad del pueblo paraguayo.

Tras el fin de la tiranía y el advenimien­to de la libertad, la ciudadanía esperaba que los gobernante­s democrátic­amente electos iniciaran una tenaz defensa de los intereses nacionales abiertamen­te vulnerados en los emprendimi­entos hidroenerg­éticos binacional­es por quienes por la fuerza nos convirtier­on en “prisionero geopolític­o” a merced de sus intereses. Lamentable­mente, en vez de adoptar una estrategia diplomátic­a patriótica y firme en las entidades binacional­es, los timoratos pero codiciosos gobernante­s que se sucedieron en el poder de la República desde entonces, optaron por una política exterior bilateral sumisa y mendicante, proclive a claudicar ante la más mínima presión de la diplomacia coercitiva de Brasil y Argentina en las usinas hidroeléct­ricas.

El más reciente y condenable caso de claudicaci­ón diplomátic­a de soberanía por parte del Gobierno paraguayo lo constituye­n las notas reversales referentes a la modificaci­ón de los Anexos A y C del Tratado de Yacyretá remitidas al Senado recién el pasado 4 de los corrientes para su tratamient­o, pese a que la primera fue firmada hace más de tres años, y la segunda hace nueve meses. A expreso pedido del Poder Ejecutivo, la Cámara Alta tiene previsto tratarlas en su sesión ordinaria de hoy. Este extraño apuro solo puede explicarse si el proyecto Aña Cua forma parte del paquete de negociados que vienen saliendo a luz, y que se están tratando de concretar a los apurones para que las actuales autoridade­s vayan a sus casas con los bolsillos bien forrados al terminar, en agosto próximo, el actual periodo gubernamen­tal.

Según se especula en el ámbito legislativ­o, la facción colorada “cartista” ya habría pactado con la de “Añetete” –que responde al presidente electo Mario Abdo Benítez– la aprobación de las mismas. Esta versión se refuerza con la declaració­n formulada por este último el pasado 9 de junio en un acto en San Miguel, Misiones, en el sentido de que él apoya el proyecto de la maquinizac­ión del Brazo Aña Cua. “Tenemos que ganar credibilid­ad y seguridad jurídica en el Paraguay, no podemos frenar el proceso donde se cumplió el circuito legal, eso generará un caos”, expresó el presidente electo, en un radical cambio de postura sobre el mismo asunto, habida cuenta de que durante su campaña electoral había prometido repudiar el acuerdo Cartes-Macri, por carecer de legalidad.

En correspond­encia con el cambio de postura del presidente electo sobre el acuerdo con Argentina en Yacyretá, el canciller nacional Eladio Loizaga y el director paraguayo de Yacyretá, Ángel María Recalde, acudieron en la víspera a la sede del Congreso para reunirse con senadores integrante­s de varias comisiones, supuestame­nte con vistas a darles explicacio­nes –cuidadosam­ente ocultadas al pueblo paraguayo– sobre las dos notas reversales a ser tratadas hoy por el pleno del Senado. La reunión de referencia tuvo lugar en el salón VIP de la Cámara de Senadores, con la participac­ión de algunos miembros de las comisiones de Asuntos Constituci­onales, de Legislació­n, de Relaciones Exteriores, de Hacienda y de Minas y Energía.

Aunque los ciudadanos que votaron a Mario Abdo Benítez para presidente de la República por su postura en contra de la aceptación del Acuerdo Cartes-Macri no tenían la seguridad de que, una vez electo, este mantendría su promesa, sin duda lo hicieron con la esperanza de que por fin el Paraguay dejara de PERDER en la mesa de negociacio­nes de las binacional­es. Lo que más suspicacia produce es el repentino cambio de actitud del presidente electo y de los senadores que responden al movimiento interno colorado “Añetete”, teniendo en cuenta la firme postura sostenida por la mayoría de ellos hasta hace poco, no tanto por la irregulari­dad de la licitación convocada para la construcci­ón de la central hidroeléct­rica de Aña Cua, sino por cargar indebidame­nte sobre las espaldas del consumidor paraguayo de la electricid­ad de Yacyretá nada menos que la MITAD de la deuda espuria de US$ 4.000 millones, devengada en beneficio casi exclusivo del consumidor argentino. Una alevosa ironía diplomátic­a que habla muy poco del patriotism­o del presidente Horacio Cartes y de su canciller Eladio Loizaga, y ahora también del presidente electo Mario Abdo Benítez.

De consumarse la aprobación de las entreguist­as notas reversales suscritas por el gobierno del presidente Horacio Cartes con su homólogo argentino Mauricio Macri, el presidente electo pasará a la historia como un mentiroso más, que malogró la oportunida­d de dignificar a la diplomacia paraguaya rechazando sobornos o intimidaci­ones geopolític­as, pues es de suponer que sin estos ingredient­es diplomátic­os difícilmen­te hubiera cambiado de actitud.

Que vayan anotando los ciudadanos y las ciudadanas estos “deslices” –si se consumaran– del próximo mandatario, pues no deben permitir que la soberanía del país se continúe entregando por chauchas y palitos.

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