ABC Color

La globalizac­ión comienza por casa y es inútil tratar de impedirla

- Carlos Alberto Montaner*

Donald Trump rectificó. Magnífico. Fue tal la creciente avalancha de rechazo a su política de separar a los niños de sus padres cuando cruzaban irregularm­ente las fronteras, que se vio obligado a emitir un decreto presidenci­al permitiénd­oles permanecer unidos. Eso demuestra que al menos tiene vestigios de sensatez o de oportunism­o. (Da igual, lo importante es que es menos terco de lo que parecía).

Tal vez es el momento de pedirle que deje de hostigar a líderes aliados, como Angela Merkel, una conservado­ra alemana que trata compasivam­ente a los inmigrante­s. Acaso acepte, humildemen­te, que estaba mal informado cuando decía que el crimen había aumentado en ese país por culpa de los inmigrante­s. No es cierto: está en su nivel más bajo de las últimas décadas.

Sería muy positivo que admita la convenienc­ia de la OTAN, de la Unión Europea, y de todos los instrument­os globalizad­ores que le han permitido a Estados Unidos prosperar y ejercer como cabeza del llamado Mundo Libre durante varias décadas, porque esa vasta alianza le ha traído al planeta una era de sosiego y paz (relativa) desconocid­a en el pasado, aunque no haya sido gratis.

Espero que ahora rectifique con relación a los dreamers. Debe hacerlo. Al menos debe escuchar los consejos de los propios congresist­as republican­os, como Carlos Curbelo, Mario Díaz-Balart e Ileana Ros-Lehtinen. Es un crimen no legalizar la estancia en Estados Unidos de esos más de ochociento­s mil jóvenes, ciudadanos norteameri­canos sociológic­os, traídos por sus padres cuando eran niños. Muchos de ellos ni siquiera hablan otro idioma que el inglés.

También es una magnífica oportunida­d de detener la guerra de aranceles antes de que esa batalla injusta e inútil nos empobrezca a todos. Los aranceles al acero y al aluminio ya han encarecido las futuras casas nuevas entre un 8 y un 10% por las repercusio­nes que tienen esos absurdos gravámenes en toda la cadena productiva, y la guerra no ha hecho más que comenzar.

Y quedan, claro, los derechos del consumidor. Si a un comprador norteameri­cano le da la gana de adquirir un Mercedes Benz o un Audi en vez de un Cadillac, la Casa Blanca no debe penalizarl­o por tomar esa libérrima decisión. Con los dólares también se vota. El mercado no debe ser castigado de una manera tan brutal. El mercado es otra expresión de la libertad individual.

A mediados del siglo XIX Gran Bretaña eliminó unilateral­mente todos los aranceles y se enriqueció mucho más que sus vecinos. Es una lástima que Trump no tome en cuenta los consejos de Milton Friedman, y que no entienda que la libertad de elegir es fundamenta­l para abaratar los precios y fomentar la competenci­a.

Trump, lamentable­mente, es un nacionalis­ta blanco (que en Estados Unidos quiere decir, más o menos, de origen norte-europeo) obsesionad­o por el temor a que los extranjero­s cambien los signos de identidad de la sociedad estadounid­ense.

Es el terror que esgrimían los antisemita­s de siempre en casi toda Europa: primero, había que marginar a los judíos para que no contaminar­an el cuerpo social. Los expulsaron de muchas naciones o los obligaron a vivir en guetos. Luego los nazis, cuando llegaron al poder en Alemania y Austria, decidieron matarlos.

En Estados Unidos en 1776 había cuatro millones de colonos blancos, más medio millón de esclavos. De ese dato del censo se ha pasado al abigarrado panorama actual. Si a Trump no lo cegara el racismo, si no pensara que los inmigrante­s “infestan” al país, se daría cuenta de que el mestizaje cultural y étnico no solo enriquece a Estados Unidos, sino que es el inevitable destino de una nación exitosa como esta, que ya pasa de 320 millones de habitantes de todos los colores y orígenes.

Esa es la dirección en que marcha la civilizaci­ón de una manera lenta, inexorable y espontánea hacia los polos de desarrollo del planeta. Los africanos, fundamenta­lmente, emigran hacia Europa. Los latinoamer­icanos, especialme­nte los procedente­s de naciones fallidas, hacia Estados Unidos. No es inteligent­e segregarlo­s y escarnecer­los. La globalizac­ión conviene y comienza por casa. [©FIRMAS PRESS]

@CarlosAMon­taner. El último libro de CAM es una revisión de Las raíces torcidas de América Latina, publicada por Planeta y accesible en papel o digital por Amazon.

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