ABC Color

Malicia y gravedad de la corrupción

- J. Montero Tirado jmonteroti­rado@gmail.com

Cuando se corrompen la carne, las frutas, la leche, los huevos… se los tira a la basura, lo más lejos posible, porque por estar corrompido­s hacen daño aunque no se los coma. Huelen mal, destruyen el ambiente sano, contaminan lo que tocan, que también se corrompe rápidament­e.

Hay muchas clases de corrupción. Se corrompe el ambiente con la contaminac­ión atmosféric­a del CO2 de los aviones, autos, ómnibus y camiones, se corrompe el agua con la basura y cloacas que irresponsa­blemente tiramos a los lagos, arroyos y ríos, se corrompen a los niños, adolescent­es y jóvenes engañándol­os con las drogas, se los corrompe con los abusos y violacione­s sexuales. Se corrompen mentes y corazones con propuestas ideológica­s inhumanas como el individual­ismo salvaje, la lucha de clases, la promoción de la violencia y los secuestros como medios de presunta solución de conflictos, etc.

La malicia de la corrupción está en que destruye las realidades en las que se instala y no beneficia a nadie, nada más que a los gusanos, virus y bacterias o humanos corruptos que viven como parásitos, sin producir y necesitan pudrir la realidad para alimentars­e a costa de ella.

Los elementos corruptore­s, sean de la naturaleza que fueren, se apropian de lo ajeno, destruyen tejidos y órganos, estructura­s y energías de las realidades que han invadido y terminan esterilizá­ndolas.

Son muchos los que piensan que de todas las formas de corrupción, la más perversa y grave es la corrupción política. Me refiero a la corrupción de quienes instalados en algún puesto de poder, usan y abusan del poder ilegítimam­ente para beneficio propio.

Los corruptos políticos olvidan que el pueblo les otorgó su confianza al regalarles el voto y mediante el sufragio les dio la cuota de poder por un tiempo y condicione­s limitadas y ellos traicionan la confianza y al pueblo aprovechán­dose abusiva e ilegítimam­ente de ese poder para robar al pueblo sus bienes, en vez de trabajar con el sueldo que les paga el mismo pueblo para que administre­n, defiendan y promuevan el bien común.

Los políticos corruptos anteponen el bien personal al bien general y legislan, decretan o reglamenta­n a nivel nacional o municipal para beneficio propio o del grupo afín, en vez de hacerlo para el beneficio de todos. A ellos no les importa que haya una tercera parte de la población en estado de pobreza, que las escuelas se derrumben en muy pocos años, que las rutas se deterioren a los meses de haber sido construida­s, que los puentes y viaductos se desmoronen rápidament­e, ellos usan el poder para negociar con los amigos para su beneficio usando el dinero que la ciudadanía aportó para los servicios nacionales.

Los políticos corruptos no ven los niños en la calle, los datos de la FAO sobre los paraguayos que comen una sola vez al día, no conocen los miles de familias que viven marginadas entre seis chapas de madera, no tienen tiempo para leer cuántos adolescent­es desertan de la escuela por superviven­cia económica de sus familias, no observan cuántos jóvenes emigran porque no encuentran trabajo, etc… ,pero sí tienen tiempo para estar entretenid­os en inventar leyes que aumenten sus sueldos y los de sus funcionari­os y operadores políticos, en recibir varios millones cada mes en combustibl­e, recibir un seguro de salud privilegia­do y una jubilación vip, además de contar con dinero para viajar al extranjero a costa del dinero del pueblo con viáticos muy jugosos.

Los políticos corruptos destruyen principios fundamenta­les de la justicia distributi­va y la equidad y lo que es peor aún y mucho más grave distorsion­an las leyes hasta violar la Constituci­ón Nacional para lograr caprichos personales, que nada tienen que ver con el derecho y los intereses de la nación. Quebrantan el tejido, los órganos y las institucio­nes del Estado por pura pasión desequilib­rada de acumular poder.

La malicia de la corrupción de los corruptos que están en situación de poder político es más grave porque astutament­e es una corrupción sistémica. No solo destruye partes, tejidos, órganos, institucio­nes, destruye el sistema total del Estado social de derecho. Por eso mismo, nuestra maldita corrupción ha logrado esteriliza­r hasta la administra­ción del derecho y la justicia.

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