Malicia y gravedad de la corrupción
Cuando se corrompen la carne, las frutas, la leche, los huevos… se los tira a la basura, lo más lejos posible, porque por estar corrompidos hacen daño aunque no se los coma. Huelen mal, destruyen el ambiente sano, contaminan lo que tocan, que también se corrompe rápidamente.
Hay muchas clases de corrupción. Se corrompe el ambiente con la contaminación atmosférica del CO2 de los aviones, autos, ómnibus y camiones, se corrompe el agua con la basura y cloacas que irresponsablemente tiramos a los lagos, arroyos y ríos, se corrompen a los niños, adolescentes y jóvenes engañándolos con las drogas, se los corrompe con los abusos y violaciones sexuales. Se corrompen mentes y corazones con propuestas ideológicas inhumanas como el individualismo salvaje, la lucha de clases, la promoción de la violencia y los secuestros como medios de presunta solución de conflictos, etc.
La malicia de la corrupción está en que destruye las realidades en las que se instala y no beneficia a nadie, nada más que a los gusanos, virus y bacterias o humanos corruptos que viven como parásitos, sin producir y necesitan pudrir la realidad para alimentarse a costa de ella.
Los elementos corruptores, sean de la naturaleza que fueren, se apropian de lo ajeno, destruyen tejidos y órganos, estructuras y energías de las realidades que han invadido y terminan esterilizándolas.
Son muchos los que piensan que de todas las formas de corrupción, la más perversa y grave es la corrupción política. Me refiero a la corrupción de quienes instalados en algún puesto de poder, usan y abusan del poder ilegítimamente para beneficio propio.
Los corruptos políticos olvidan que el pueblo les otorgó su confianza al regalarles el voto y mediante el sufragio les dio la cuota de poder por un tiempo y condiciones limitadas y ellos traicionan la confianza y al pueblo aprovechándose abusiva e ilegítimamente de ese poder para robar al pueblo sus bienes, en vez de trabajar con el sueldo que les paga el mismo pueblo para que administren, defiendan y promuevan el bien común.
Los políticos corruptos anteponen el bien personal al bien general y legislan, decretan o reglamentan a nivel nacional o municipal para beneficio propio o del grupo afín, en vez de hacerlo para el beneficio de todos. A ellos no les importa que haya una tercera parte de la población en estado de pobreza, que las escuelas se derrumben en muy pocos años, que las rutas se deterioren a los meses de haber sido construidas, que los puentes y viaductos se desmoronen rápidamente, ellos usan el poder para negociar con los amigos para su beneficio usando el dinero que la ciudadanía aportó para los servicios nacionales.
Los políticos corruptos no ven los niños en la calle, los datos de la FAO sobre los paraguayos que comen una sola vez al día, no conocen los miles de familias que viven marginadas entre seis chapas de madera, no tienen tiempo para leer cuántos adolescentes desertan de la escuela por supervivencia económica de sus familias, no observan cuántos jóvenes emigran porque no encuentran trabajo, etc… ,pero sí tienen tiempo para estar entretenidos en inventar leyes que aumenten sus sueldos y los de sus funcionarios y operadores políticos, en recibir varios millones cada mes en combustible, recibir un seguro de salud privilegiado y una jubilación vip, además de contar con dinero para viajar al extranjero a costa del dinero del pueblo con viáticos muy jugosos.
Los políticos corruptos destruyen principios fundamentales de la justicia distributiva y la equidad y lo que es peor aún y mucho más grave distorsionan las leyes hasta violar la Constitución Nacional para lograr caprichos personales, que nada tienen que ver con el derecho y los intereses de la nación. Quebrantan el tejido, los órganos y las instituciones del Estado por pura pasión desequilibrada de acumular poder.
La malicia de la corrupción de los corruptos que están en situación de poder político es más grave porque astutamente es una corrupción sistémica. No solo destruye partes, tejidos, órganos, instituciones, destruye el sistema total del Estado social de derecho. Por eso mismo, nuestra maldita corrupción ha logrado esterilizar hasta la administración del derecho y la justicia.